CAMINO DE GRATITUD
Todo lo que el Camino te ofrece
—una mirada, un vaso de agua, una sombra bajo el sol—
es un regalo a tu alma.
Nada es pequeño cuando se recibe con el corazón abierto.
La gratitud es uno de los lenguajes del peregrino.
Cuando comprendas su profundidad,
empezarás a agradecer no solo lo hermoso,
sino también aquello que te incomodó,
porque todo te enseñó algo.
Ser agradecido con quien te ayuda
es solo el primer paso.
Después, descubrirás el valor
de dar gracias a quien pudo herirte y no lo hizo,
a quien, sin decir palabra, eligió la bondad.
Y llegará un día en que agradecerás,
incluso, la cuesta interminable,
la lluvia que te caló hasta el alma,
el silencio de quien no respondió.
Pero recuerda:
el Camino no se mide en kilómetros,
ni en pasos contados,
ni en marcas superadas.
No es más peregrino quien más anda,
sino quien más presencia pone en cada paso.
Hay un momento en que entiendes
que avanzar no siempre es ir más lejos,
sino ir más hondo.
Y que a veces, parar es también caminar.
Detente.
Mira el cielo.
Olfatea una flor silvestre.
Escucha cómo el viento te susurra algo que solo tú puedes oír.
Siéntate a la orilla del sendero,
y deja que la contemplación se convierta en oración.
Cuanto más agradezcas, menos te quejarás.
Y cuando cesen las quejas,
desaparecerá también la desdicha,
porque la queja es su alimento.
Si caminas quejándote, no verás la belleza.
Pero si te detienes, respiras y agradeces,
descubrirás que siempre has estado acompañado.
Vive el Camino con gratitud,
desde la primera piedra hasta la última huella.
Y cuando llegues, sabrás
que la meta no era el final,
sino ese estado de gracia
que la gratitud ha encendido en ti.
Buen Camino