Etapa 25. Santa Marta de Tera - Rionegro del Puente



Partimos de Santa Marta de Tera en compañía del río Tera, protagonista de gran parte de la jornada. Tras unos seis kilómetros llegamos hasta una fábrica de arenas, la dejamos a la derecha para cruzar el río Tera por un puente. Tras unos 150 m un bloque de granito nos indica girar a la derecha por un camino que se adentra en un tramo entre zonas boscosas y campos de cultivos. 



Abrimos nuestros ojos entusiasmados por el paisaje del bosque de chopos que despiertan nuestros sentidos. La frondosidad del bosque poco a poco va cambiando por un paisaje más abierto que termina en una carretera. Continuamos por el asfalto y cruzamos por un puente el rio Tera.

A orillas del río visualizamos un área recreativaTras pasar el puente giramos a la derecha por un camino, que nos introduce en un bosque.





Tras unos 4,5 km de camino llegamos a una carretera, un bloque de granito con la inscripción Calzadilla de Tera, pero aún queda para llegar hasta ello. Caminaremos por la carretera unos 700 m, un poste nos indica tomar un camino que nace a la derecha, caminaremos junto a un canal de riego un km aproximadamente para entrar en Calzadilla de Tera. 






Esta población es el resultado de un devenir de civilizaciones donde moraron, convivieron y evolucionaron varias culturas:

La civilización celta. enclavada en la zona de la Cancilla, encima de las Peñas del Cirillico, dejando sus petroglifos en dichas peñas. La media luna, adorada por los celtas, que con el paso del tiempo pasó a ser la herradura del caballo de Santiago y la pisada de una oveja. Costumbres como la realización de trabajos comunales han perdurado hasta nuestros días.

La civilización romana. Zona de paso del río Tera de la antigua vía Augusta XVII, que unía Astorga con Braga, por donde los romanos transportaban el oro de las Médulas de Orense hasta el Atlántico. Recientemente se ha encontrado un mosaico de extraordinaria importancia dentro del casco urbano. Y en la cuesta del sobradillo años atrás se encontraban restos de moco de fragua posiblemente al haber tenido allí lugar una necrópolis.

La civilización árabe. Se cuentan relatos de la Casa del Moro, situada en la cuesta Centinela, de una familia mora que allí vivía y pagaba en la fonda del pueblo con antiguas monedas. La gente habla de ladrillos encontrados en aquel lugar.

La civilización cristiana deja en el pueblo los símbolos de la herradura del Caballo de Santiago y las patronas del pueblo Santas Justa y Rufina, y la Virgen de la O.

En el municipio destaca la Iglesia antigua de estilo románico con un esbelto campanario, en la actualidad se encuentra prácticamente derruida. Triste espectáculo de abandono, cruces entre la maleza, pintadas de desalmados por todos lados, triste y lamentable la situación en la que se encuentra tan digno monumento consagrado a Santa Justa y Rufina, patronas de esta localidad, imágenes que fueron traídas por la Vía de la Plata desde Sevilla, junto a la de la Virgen de la O.
En su interior se podía observar su retablo de estilo barroco, que fue rehabilitado en 1773 y que ahora está en la iglesia nueva, construida con la colaboración del pueblo, que participaba como podía, dando dinero o ayudando en la obra, en honor a Santa Justa y Santa Rufina. En 2009 se realizó una restauración del retablo y reforma de la iglesia nueva.

La antigua iglesia alberga en sus ruinas uno de los momentos más históricos de este pueblo, la llegada de sus patronas Santa Justa y Rufina.
Su actual estado de abandono y desidia es incomprensible para mi, su estado ruinoso puede llegar a ser hasta peligroso para cualquiera que se adentre en el.
Espero que le den una solución más digna, este edificio histórico se lo merece.




Junto a la iglesia nueva se encuentra una Ermita consagrada a la virgen encinta, La Virgen de la O.

Sus pobladores consideran como monumento importante la antigua Casa Rectoral, que tiene un campanín que es una auténtica maravilla, rematado con azulejos al estilo andaluz. El resto de la casa sigue la arquitectura tradicional de la zona, en la ejecución de la mampostería con piedra del país y el pórtico de la entrada principal.

Esta localidad nos ofrece una visión pintoresca debido a sus características casas de adobe y paja. Para los que busquen la tranquilidad, Calzadilla de Tera tiene un Albergue de nueva construcción sito en las antiguas eras del pueblo. El pueblo cuenta con bares y tiendas, cuyos servicios deberemos aprovechar si tenemos que continuar camino, ya que no volveremos a encontrar nada parecido hasta la localidad de Ríonegro del Puente.




Continuamos camino girando a la derecha de la iglesia derruida, si nos equivocamos como fue nuestro caso y continuamos rectos por la carretera, llegamos a un largo puente que cruza el río Tera, así que, hay que volver atrás y buscar la flecha amarilla que nos lleva a cruzar el canal por un puentecillo.  Avanzamos paralelos por la derecha del canal sin perdida durante casi dos kilómetros hasta llegar a la siguiente población: Olleros de Tera.




El pueblo está situado en un enclave privilegiado de la provincia de Zamora. Las aguas cristalinas del río Tera y el pantano de Ntra. Sra. de la Agavanzal, le hacen extraordinario para pasar unos días de descanso. Aquí podemos disfrutar de tranquilos y paradisíacos paisajes, y unas bonitas zonas de baño y recreo.

El clima mediterráneo queda alterado por rasgos de tipo continental debido a la altitud de estas tierras y a las montañas que dificultan la influencia marítima. Las temperaturas son extremas, con fríos inviernos en los que la temperatura media es de 4º C, y en los que se registran con cierta frecuencia valores mínimos en torno a los -15 º C.  
Las bajas temperaturas son habituales desde octubre hasta abril-mayo. Los veranos son calurosos con temperaturas cuyo promedio se sitúa en los 25 º C, y en los que lo más representativo es la acusada oscilación térmica entre el día y la noche.



Cuando entramos en Olleros tenemos ante nosotros dos flechas que indican direcciones distintas. No tenemos por qué alarmarnos, las dos alternativas nos dirigen hacia el mismo punto, la presa del embalse de Nuestra Señora de Agavanzal, punto donde se juntan ambas opciones.

La primera alternativa sigue de frente, pasa la iglesia y atraviesa Olleros para tomar una carretera de servicio que lleva hasta la presa. La segunda opción y la elegida por nosotros nos hace girar a la derecha para llegar hasta una carretera y un camino posterior rodeado de parcelas ocupadas por pequeñas viñas bien cuidadas, del medio del cual emerge la esbelta figura del Santuario de Ntra. Sra. del Agavanzal.

Santuario de Nuestra Señora del Agavanzal
Los orígenes de este recinto de culto se explican con una hermosa leyenda.

Se afirma que a un caballero llamado Don Diego de Bustamante, que cabalgaba en dirección a Toro, se le apareció una blanca paloma. El animal comenzó a revolotear a su alrededor, provocando en el personaje irrefrenables deseos de captura.  El ave volaba a tramos cortos y se dejaba acercar confiadamente. Pero cuando el cazador intentaba cogerla, se escabullía de sus mismas manos para repetir la acción un poco más adelante. Tras múltiples lances, el camino se prolongó demasiadas millas hasta que por fin el animal mansamente se dejó agarrar en una zarza de agavanzas, el escaramujo o rosal silvestre. El caballero encerró a la paloma en la jaula y reinició su interrumpida ruta.  
En un descuido la avecilla consiguió liberarse y se repitieron de nuevo la serie de cortos vuelos e intentos de aprehensión. Al fin, y sobre el mismo matorral que la vez anterior, la paloma se dejó apresar sin resistencia. Pero en esta segunda ocasión, surgió una voz sobrenatural que dijo: “Agavanzal, del Agavanzal  soy”. Ante la sorpresa, el caballero rebuscó entre la espinosa mata y halló una hermosa imagen de la Reina de los Cielos. Con ella en sus manos decidió levantar una ermita en el mismo lugar de su aparición.

Cuando se estaba construyendo el edificio, y para financiar las obras, la estirpe promotora envió desde Toro un carro cargado de monedas. Los arrieros que lo conducían, tentados por la codicia, decidieron quedarse con tanta riqueza.    
Pretendieron desviarse hacia el vecino Portugal, pero sucedió un nuevo portento. Las yuntas de mulas que empujaban el carruaje, a pesar de palos y de improperios, no consiguieron apartarse de la ruta. Los tozudos animales, tercos frente a la perfidia, se mantuvieron firmes en el camino correcto hasta llegar a su destino.

Nos despedimos del Santuario y continuamos camino por una senda que nos lleva hasta la presa.
Una vez en este punto cruzamos la presa del Embalse de Ntra. Sra. del Agavanzal, y giramos a la izquierda por una carretera que va rodeando la orilla del embalse. El día era algo caluroso, el agua estaba a tan solo unos metros y no pudimos resistir la tentación de darnos un chapuzón en las aguas del embalse, el agua estaba bastante fría, pero fue un gran alivio para nuestros pies algo doloridos por el camino.






Después del refrescante baño volvemos a pisar el durísimo asfalto de la carretera, poco a poco nos vamos alejando del agua para llegar hasta el pequeño y casi deshabitado pueblo de Villar de Farfón, pedanía de Ríonegro del Puente, entrando así en la Comarca de la Carballeda.

Poblado con escasa población que, tras las inundaciones provocadas por las aguas retenidas por la presa de Nuestra Señora del Agabanzal, perdió todos sus viejos molinos enclavados en parajes de enorme belleza. En la entrada del pueblo, una vez superado el cementerio, hay un camino agrícola que corre paralelo al embalse, se le conoce por El circuito.

Es interesante visitar la bella iglesia de San Pedro, de planta de cruz latina y cabecera recta, que resulta excepcional en el estilo románico de la región, por lo que se cree que este templo sigue el trazado de otro más antiguo. En su portada se puede ver una interesante iconografía con dos figuras en alto relieve, una de ellas de Santiago Apóstol, lo que adscribe este templo a los que jalonan el Camino.





A la salida tomamos un camino que nos lleva por una zona abierta, pero poco a poco se ve rodeado de vegetación mediterránea.
Afrontamos un pequeño desnivel para llegar a un alto desde el que podemos contemplar Río Negro del Puente nuestro punto final de etapa.
Toca descender lo subido, durante la bajada pasamos junto a unas naves y cruzamos a continuación el río Negro por una pasarela de cemento. De seguido pasamos bajo un arco del puente de la N-525 y entramos en Ríonegro del Puente casi a la altura del albergue, situado junto a la N-525.




Llegamos al albergue de peregrinos y nos atiende su hospitalero perteneciente a la Cofradía de los Falifos. El edificio es el antiguo hospital, o Casa de la Virgen, situado a pocos metros del Santuario de Ntra. Sra. de la Carballeda.  
Fue construido inicialmente como hospital y albergue de peregrinos por la Cofradía de los Falifos. En los últimos 100 años ha sido también escuela y casa de comidas, en la actualidad ha vuelto a su cometido inicial, la atención a peregrinos con destino el sepulcro del Apóstol Santiago.

Al albergue ya habían llegado varios peregrinos, entre ellos Elizabeth y su esposo Andrea, también el padre Robert, media hora más tarde llegaría John el peregrino inglés.
Las llaves del albergue las habían pedido en el Bar Central, situado junto al Santuario de Nuestra Señora de la Carballeda.

El padre Robert nos informó que había pedido permiso para celebrar una misa en el Santuario, y que se la habían concedido para esta tarde. Nos dio una gran alegría, hasta el momento habían sido pocas las ocasiones de poder asistir a una misa en el Camino, la mayoría de las veces los templos estaban cerrados.

El Santuario de Nuestra Señora de la Carballeda surgió en la Edad Media, relacionado con la atención a los peregrinos y viandantes.
Según la leyenda, la Virgen se habría aparecido, sobre un roble o carballo a unos peregrinos jacobeos que intentaban vadear el desbordado río Negro, ordenándoles que tendieran sus capas a manera de embarcaciones. La intervención mariana se materializó en la erección de un templo, que aglutinó la devoción de un gran número de aldeas y lugares de la comarca.


El templo actual fue construido probablemente en el siglo XV, pero con reformas y ampliaciones que alcanzan el siglo XVIII. Parece tener su origen en una pequeña capilla románica de la que se atisban algunos restos en la vieja sacristía.

El portal de entrada se cubre con armadura sencilla y abre en tres de sus frentes arcos de medio punto, doblados y con chaflanes. Dos nichos o brizos dispuestos en los muros eran utilizados como receptáculos para depositar los expósitos que la comunidad acogía. Unas cadenas cuelgan a la entrada del pórtico, en anuncio de redención de quien tiene cuentas con la justicia o, tal vez, testimonio de los lugares exentos de dominio señorial.

Nicho o cuna de Piedra, destinado a depositar los niños expósitos.

La Cofradía de los Falifos, tenía entre sus fines, el atender a los niños abandonados, y por ello los capellanes o sacristanes debían comprobar más de una vez al día estos nichos. Si había algún niño, la Cofradía se encargaba de buscar un ama de cría para cuidarlo y le pagaba por ello. Los últimos niños depositados en estos nichos o cunas fueron en la primera mitad del siglo XX.


En el interior del templo la penumbra se torna multicolor gracias a la luz filtrada a través de unas sencillas vidrieras. Lugar silencioso, calma vigilada por dos eternos guardianes que piden limosna...
Robert ofició la misa en polaco y castellano, muy íntima y especial para todos nosotros, estábamos acompañados por la gentil señora y algunos fieles del pueblo, John no pudo asistir ya que se encontraba muy fatigado tras el duro Camino de hoy.

Una misa en la intimidad del Camino, el padre Robert la ofició en castellano y polaco, asistimos nosotros cuatro y varios feligreses del pueblo, que enterados del evento acudieron con entusiasmo. Tanto el día de hoy como el de ayer en Santa Marta de Tera quedarán grabados en mi corazón.

El edificio presenta planta de tres naves, con una imponente torre de sillería, del siglo XVII, de más de veinte metros de altura, adosada al muro sur. La separación entre naves se hace mediante cuatro arcos, agudos y sobre pilares muy cortos, con dos semicolumnas adheridas. La cubrición es toda ella del siglo XVI, salvo una parte de la nave central que recibió cúpula en el siglo XVIII. La capilla mayor se cubrió con bóveda estrellada, de terceletes y combados. Hay dos puertas laterales de arco semicircular moldurado de gran dovelaje.


De entre las tallas existentes en el interior destaca, sin duda, la de la Virgen de la Carballeda, presidiendo el retablo mayor, obra románica de mediados del siglo XIII.
En época barroca fue objeto de una mutilación traumática, separando al Niño de la Madre, dotándole de nuevas extremidades y colocándole un armazón para aumentar artificialmente su volumen. Fue así reconvertida en una imagen vestidera, ocultando su alma románica primitiva. Viste túnica y manto, tocada con rostrillo y ceñida con corona. Su brazo izquierdo sujeta al Niño, igualmente vestido y coronado, y en la mano derecha sostiene un fruto o una flor.

Mención aparte merece el llamado Tumbo. Se trata de un monumento de cinco metros de altura encargado por la Cofradía de los Falifos. Consta de cinco cubos superpuestos y decorados con diversos motivos. Está coronado por una alegoría de la muerte, simbolizada mediante un tétrico esqueleto. Fue tallado en madera de nogal en 1722 por Tomás Montesino. Antiguamente tenía ruedas y era sacado en procesión.


La trayectoria del Santuario de Nuestra Señora de la Carballeda estuvo íntimamente ligada a la de la Cofradía de los Falifos o Farapos, que tenía por principal misión la de facilitar el tránsito y ofrecer albergue a los peregrinos, socorrer a enfermos y criar niños expósitos. Para ello construyó y reparó caminos y puentes, mantuvo hospitales y costeó amas de cría. La notoriedad de esta hermandad está relacionada con el falipo o farrapo, esto es el mejor vestido que tuviese el cofrade, señalado por el interesado para su donación después de su muerte. Al fallecer, la prenda era entregada a la cofradía por los familiares del difunto y se subastaba en la festividad de la Virgen de la Carballeda. Una versión ligeramente diferente de esta tradición nos suministraba Fernández Duro a finales del siglo XIX:

Llamase de los falipos o de los farrapos esta imagen, porque los enfermos suelen ofrecerla las prendas de vestir que cubren la parte dolorida; prendas que no suelen ser muy valiosas atendiendo a la pobreza de los habitantes de la localidad. 

La cofradía sigue existiendo en la actualidad y celebra su fiesta el tercer domingo de septiembre. Además de la romería se celebra una novena y una feria.

Así pues, uno de los cometidos principales de esta cofradía, fue la construcción, reparación y mantenimiento de los puentes en las regiones de Carballeda, Sanabria, Vídriales y Cabrera. Los cofrades en alguno de sus documentos afirmaban haber reparado hasta treinta y cinco puentes de piedra y madera en los pasos más peligrosos de estas vías. La cifra puede parecer un tanto exagerada, pero pone de manifiesto la importancia que se daba a estas construcciones para asegurar las comunicaciones de la región.

Terminada la misa entramos en el bar Central, tomamos café y algún que otro orujo para celebrar el momento, seguidamente nos dimos un tranquilo paseo por las calles de Rionegro.

Tras los enormes portones de los de antes ya no mugen vacas... si acaso algún cacareo perdido rompe el silencio que habita enrejado tras muchas de las ventanas.
Extraña mixtura de piedra, barro, madera y metal convertida en viviendas que, aún hoy, abandonadas a su suerte y a duras penas, consiguen mantenerse en pié. Homenajean así a las manos sabias que les dieron forma y vida. Retazos de un pasado no tan lejano en el tiempo como en la memoria que, intemporales, recuerdan lo que, un día, fue Rionegro.

Vigas carcomidas, paredes derrotadas, vacío invisible. Clavos ferruñosos, huellas de otro tiempo, otra vida...otras costumbres. 
Ahora, las ventanucas miran a la calle por ambos lados y las goteras son cascadas.... Arcilla y paja, granito tosco arrancado del paisaje con el que el hombre se ha fundido con su entorno.
Pueblo singular, extraña mezcla de estilos que la modernidad ha convertido, o bien en melancólicos rincones de ruina, o bien, en anárquica amalgama de cemento y ladrillo.


Rionegro cuenta con una población mayoritariamente pensionista que ha vivido aquí siempre, lo que le puede dar cierto aire romántico de lugar aferrado a antiguas costumbres y formas de vida que se resisten a desaparecer.

En Rionegro del Puente nació en fecha incierta Diego de Losada, conquistador español.
Fue hijo de Catalina de Osorio y de Álvaro Pérez de Losada (señor de Rionegro).
Desde 1526 pasó a servir en el palacio de Alonso de Pimentel, conde de Benavente.

Se embarcó muy joven hacia América y tras desempeñar varias funciones como militar profesional, explorador, mercenario, administrador civil y otras, entró en la historia al fundar la ciudad de Santiago de León de Caracas (actual Caracas, capital de Venezuela), presuntamente el día 25 de julio de 1567. Días más tarde, el 8 de septiembre del mismo año, fundó el puerto de Nuestra Señora de Carballeda (actual Caraballeda). Murió a finales de 1569. Sus restos están enterrados en Cubiro (Estado Lara), donde se le recuerda como atractivo.



Diego de Losada fue seguramente bautizado en una popular pila tallada en roca, que adornaba la iglesia parroquial dedicada al apóstol Santiago. Edificio que recuerda a muchas otras iglesias de la comarca. Unos sólidos muros de piedra sostienen una espadaña que aspira a triángulo y está coronada por una pequeña cruz que hoy permanece tapada por el aliviante regreso de los nidos de cigüeña.
Usando los viejos, desgastados e irregulares peldaños de unas escaleras que otros muchos pisaron antes, subimos al campanario, sus campanas utilizadas para convocar concejo, alertar de un fuego o bien en honor a los que aquí descansan, pues mediado el siglo pasado la parroquia se derrumbó y pasó a ser el lugar de paz donde reposan los difuntos.



El entorno que rodea Rionegro del Puente se encuentra encajonado entre dos parajes de singular belleza y particularidad: el lago de Sanabria y la sierra de la Culebra. Ambas son joyas de la naturaleza donde aún hoy es posible encontrar especies desaparecidas de otros lugares hace ya muchos años. Aunque el entorno cercano a Rionegro haya sido notablemente afectado por la construcción de centrales hidroeléctricas, todavía hoy podemos acercarnos y contemplar parajes de extraordinaria belleza que permanecen en estado de semivirginidad.

Las comarcas zamoranas de Carballeda y Sanabria, ligadas geográfica y culturalmente entre sí, tienen una historia bastante oscura que se pierde en los confines del tiempo. Están situadas en el noroeste peninsular, en un entorno prácticamente aislado, montañoso y económicamente austero, a camino entre la estepa castellana y la verde Galicia, lo que provoca que los documentos y estudios relativos a su historia sean escasos si los comparamos con los de otras regiones.