LA FLECHA AMARILLA



LA FLECHA AMARILLA


La encontrarás en los lugares más insospechados... pintadas con brocha gorda sobre mojones, muros de piedra, postes de luz, troncos de árboles, piedras, latas, puertas, fuentes, asfalto... una sencilla flecha amarilla, símbolo de la generosidad, pintada con el cariño de una mano amiga que nos devuelve el aliento y nos anima en la incertidumbre.

La flecha amarilla es una marca sencilla, modesta, sin pretensiones. Realizada con pintura barata de un modesto amarillo, sencilla como el mismo peregrino que las pinta y como los peregrinos que las siguen,. Así tendría que ser el peregrino que la sigue, sencillo, generoso y fiel a sus valores peregrinos.

Saldrá en tu ayuda cuando te encuentres desorientado o perdido.
La echarás en falta cuando no la encuentres, será tu mas fiel compañera en la soledad del camino. Fue pintada por una mano amiga que te acompañará hasta tu horizonte deseado. Su presencia te dará seguridad en la incertidumbre, consuelo y animo. Escucharás su voz que te dirá "un poquito mas, animo, ya casi estás".

Mientras caminamos estamos tan ensimismados con nuestros pensamientos que parece que mas que caminar levitamos. Cuando volvemos al mundo real echamos de menos a nuestra compañera de color amarillo, en ese momento nos preguntamos... ¿Cuando fue la última vez que vi una flecha amarilla?.

Las dudas nos abruman al darnos cuenta que hace mucho que no la vemos
¿Me habré equivocado de camino?

Cuando nuestra amiga parece haber desaparecido de la faz de la tierra hay que serenarse y tomar la decisión correcta. Tenemos que recordar cuál fue la última vez que la vimos, hay que volver sobre nuestros pasos y dar con ella, solo así estaremos seguro de llevar el buen camino. Posiblemente un despiste nos llevó a tomar el camino equivocado.




Todo en la vida tiene un por qué, un principio, un precursor.
Para ver la primera flecha amarilla hay que remontarse al siglo pasado, a 1984. Mucho antes de que el Camino de Santiago que hoy conocemos estuviese en boca de todos y se pusiese de moda.
En aquellos años había un sacerdote en Galicia, el padre Elías Valiña Sampedro.
En aquellos tiempos la rectoral de la iglesia estaba en muy mal estado y hacía las veces de hospedería para peregrinos. El padre Elías, gozaba recibiendo a los peregrinos y escuchando sus historias. Ese interés lo llevó a convertirse en el primer estudioso serio de las rutas jacobeas, como pilares de la fe pero también de la unidad de Europa.

En aquella época los peregrinos no eran muchos, pero a veces la hospedería se hacía pequeña, entonces acondicionaba algunas pallozas con paja por el suelo para poder alojar a más gente, en aquellos tiempos el peregrino rogaba al cielo por un refugio donde pasar la noche, cualquier chamizo era un buen lugar para él.

Cuando Don Elías se hizo cargo de la parroquia de "O Cebreiro" inició las gestiones para conseguir la restauración de la iglesia, la hospedería y el poblado, en aquellos tiempos en peligro de extinción.
Los peregrinos que se sentaban junto a él en la mesa de la parroquia de O Cebreiro solían tener la misma queja: era demasiado fácil extraviarse en el Camino, haciéndoles perder a veces jornadas enteras.

El cura de O Cebreiro, como le gustaba que le llamaran, se propuso solucionar este problema señalizando los senderos originales de las rutas jacobeas, entonces prácticamente olvidados.

A principios de la década de los ochenta comenzaban a llegar las carreteras a Galicia y el padre Elías le pidió ayuda a las empresas constructoras, estas le dejaron a un bajo precio restos de pintura amarilla sobrante de las obras de señalización. Tenía un firme propósito, acabar con los problemas de señalización del Camino de Santiago, cargó los botes en su viejo "dos caballos", y se dio a la tarea de marcar con flechas amarillas el Camino.
Así recorrió incontables veces los 800 kilómetros que median entre Finisterre y los Pirineos, y luego también los caminos de Francia, y la gente podía verlo mientras acarreaba botes de pintura amarilla por la carretera, pintando flechas sumando voluntarios a la causa.




Durante años, Don Elías Valiña dedicó todos sus esfuerzos al Camino. Fue el precursor de muchas asociaciones de amigos del Camino, colaboradoras hoy de la conservación de la flecha amarilla.
En 1982 fue comisionado por la Secretaría de Turismo para la redacción de El Camino de Santiago. Guía del peregrino. Desde entonces el "Cura do Cebreiro" siguió trabajando en el tema de las guías para ofrecer a los peregrinos una herramienta lo más útil posible en su caminar. Siendo la edición de la guía hecha por Everest en 1985 su obra más difundida.
En esta misma línea siguió trabajando hasta los últimos días de su vida, pues la Cartografía complementaria a la Guía, la concluía en la primavera de 1989, muriendo en diciembre de este mismo año a la edad de 60 años.

Poco a poco las flechas amarillas se han convertido en emblema indiscutible del Camino de Santiago, y todo gracias al esfuerzo infatigable de nuestro querido "Cura do Cebreiro" D. Elías Valiña y su amor al Camino de Santiago.

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Peregrino, cada vez que te sientas perdido en el Camino y una flecha amarilla te devuelva la sonrisa, eleva tu mirada al cielo para brindársela al cura de O Cebreiro.
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2 comentarios:

Ruth dijo...

Son innumerables las sonrisas que hemos podido dedicarte y con ellas el agradecimiento más sincero a tu labor que ha ayudado a muchos. Esas flechas no te habrán servido para guiarte a tu destino porque para ese no tenías pérdida. El cielo junto a las estrellas del camino. Tu camino.

Beatriz Vicente Pecino dijo...

Que gran trabajo hizo este sacerdote, el peregrino debe estarle sumamente agradecido. Flechas amarillas, flechas hermanas. que llevan al peregrino a postrarse ante el Apostol