Vía de la Plata / Etapa 5 - Monesterio > Calzadilla de los Barros



Información actualizada: 3 de febrero de 2025



      Como peregrinos reales, de carne, alma y calendario, a veces debemos ajustar el paso al tiempo que tenemos, sin por ello perder el sentido profundo del Camino. Con el cambio de comunidad autónoma, dejamos atrás las sierras onduladas de Sevilla para adentrarnos en la llanura pacense, donde la Tierra de Barros nos da la bienvenida con su vastedad serena.

Comienza así una nueva cadencia en el andar. Los caminos se allanan, los horizontes se amplían y la mirada se pierde entre campos infinitos de cultivo. El cuerpo, si se encuentra en buena forma, agradecerá la suavidad del terreno, pero no por ello debemos confiarnos. En días de calor, la exigencia es otra: la de resistir sin sombra, sin brisa, sin pausas frescas. Aquí más que nunca, el agua es compañera imprescindible. No encontraremos posibilidad de reponerla hasta Fuente de Cantos, por lo que conviene partir con las cantimploras bien llenas y el ánimo templado.

Atravesamos con paso constante esta extensa comarca, donde los kilómetros parecen medirse por la paciencia del alma más que por el reloj. Fuente de Cantos, aunque antaño acogía a los peregrinos en un albergue, no ofrece actualmente hospedaje jacobeo. Muchos, por ello, deciden alargar su jornada hasta Calzadilla de los Barros, que se encuentra a poco más de seis kilómetros y sí ofrece descanso al caminante.

La señalización durante la etapa es buena, aunque existen algunos desvíos que podrían sembrar la duda. Basta con mantener la atención puesta en la siempre fiel flecha amarilla, y confiar en ella como símbolo y guía. Eso sí, los últimos diez kilómetros hasta Fuente de Cantos, especialmente bajo el sol estival, pueden volverse extenuantes. La sombra será casi nula, y el silencio del campo extremeño se hará aún más profundo. En ese silencio, cada paso se convierte en acto de fe, y cada tramo en oportunidad de escucha interior.



      Nuestro camino de hoy arranca en la plaza del Pueblo, junto a la noble y serena silueta de la iglesia fortificada de San Pedro Apóstol, testigo de siglos y caminantes. En su sombra, el peregrino detiene un momento el pensamiento, respira hondo y vuelve a dar pasos hacia el norte.

Avanzamos por la calle Virgen de Gracia, luego por la del doctor Alarcón y más adelante por la calle Templarios, cuyas piedras parecen conservar ecos de antiguos guardianes del espíritu. Esta calle desemboca en la carretera N-630, y al dejar atrás el Hotel Leo  y el campo de fútbol, la flecha amarilla nos invita a virar a la izquierda y a abandonar el asfalto para sumergirnos en un camino de tierra apacible, paralelo al arroyo de la Dehesa.

La mañana nos recibe con su luz oblicua y su silencio rural. A los tres kilómetros del inicio cruzamos el arroyo por una pasarela de hormigón. El leve ascenso que sigue se convierte en un paseo entre encinares y muros de piedra que nos acompañan como antiguos centinelas del paisaje.

El entorno es de una belleza sobria y tranquila, con fincas ganaderas que dan vida a la dehesa, donde resuenan de fondo los sonidos de la naturaleza y el andar del peregrino. Poco a poco nos vamos acercando a la carretera que une Calera de León y Montemolín (km 5,5). La cruzamos con precaución, y al otro lado una cancela nos da paso a un nuevo tramo de tierra. El escenario no cambia demasiado: la dehesa se extiende serena, salpicada de encinas, matas bajas y cielos abiertos.

Caminamos así hasta llegar a una zona conocida como el Chaparral del Hospital, un nombre que resuena con ecos del pasado, como si siglos atrás algún refugio o lugar de ayuda hubiera brindado auxilio a los caminantes fatigados. Aunque nada visible quede, el espíritu de acogida aún parece latir en el aire.







      Pasado el kilómetro diez de la jornada alcanzamos un alto llamado El Cerrillo, desde donde se nos ofrece, como un espejismo entre los campos, la silueta de Fuente de Cantos. La vista engaña al corazón impaciente: la panorámica es generosa, pero aún nos separan cerca de diez kilómetros. El Camino, en su sabiduría silenciosa, nos recuerda que lo visible no siempre está al alcance, y que cada tramo tiene su tiempo.





      A partir de aquí, el paisaje se transforma con rapidez. Los árboles van desapareciendo y la sombra, esa compañera escasa en la Tierra de Barros, nos abandona por completo. Frente a nosotros se extienden ahora grandes superficies de cultivos cerealistas que ondean como mares dorados al paso del viento.

El sendero, una pista ancha y cómoda, nos lleva en suave descenso hasta tocar el punto más bajo de la etapa: el cauce del arroyo Bodión Chico (km 13,2). En verano suele mostrarse seco o con escaso caudal, pero en primavera, tras las lluvias, puede sorprender con una corriente viva que requiere atención.

Si encontráramos dificultades para cruzarlo por el camino habitual, existe una alternativa segura: un desvío anterior a la izquierda señalizado, que puede consultarse en el mapa detallado al final del artículo. Como siempre en el Camino, es mejor perder unos pasos que poner en riesgo la jornada.







      Aquí, la naturaleza parece suspirar, invitándonos a detenernos un instante y sentir la calma que brota del agua, aunque sea apenas un hilo de vida en verano.

Siguiendo adelante, el sendero ondula entre campos y cerros, y tras recorrer unos setecientos metros desde una granja que se asoma a nuestra ruta, llegamos a un lugar especial: la Villa Camino de Santiago (km 18).

En su entrada, unos azulejos nos saludan como antiguos guardianes, marcando con solemnidad las distancias que hemos dejado atrás y las que aún nos separan de Santiago. Son recordatorios tangibles del viaje interior y exterior que emprendemos, símbolos de cada paso dado con fe y esperanza.










      En los kilómetros siguientes, la carretera N-630 comienza a asomar a nuestra derecha, anunciando la proximidad de Fuente de Cantos. La pista de tierra que nos ha acompañado hasta ahora termina, y tras cruzar una carretera, entramos en la población por la calle San Julián. Poco a poco, el peregrino se introduce en la calma recogida de las calles, hasta alcanzar la calle Misericordia, que nos guía suavemente hacia la recoleta y acogedora Plaza Central.

Este pequeño rincón, de reducidas proporciones y protegido por el verde abrazo de palmeras, guarda en su seno el latir de la vida local. Allí se encuentran el Ayuntamiento y la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Granada (km 20,8), testigos del tiempo y custodios de la espiritualidad que se respira en cada rincón del pueblo.





      Fuente de Cantos es la población más poblada de la comarca de Tentudía, y desde aquí parten caminos hacia otras localidades cercanas: a solo seis kilómetros está Calzadilla de los Barros, nuestro próximo destino, y a 24, la histórica ciudad de Zafra.

Este puede ser un buen momento para hacer una pausa reparadora, tomar un almuerzo tranquilo y cargar el cuerpo y el espíritu. Junto a la carretera, varios restaurantes abren sus puertas al peregrino, ofreciéndole la posibilidad de descansar antes de retomar la senda. Apenas quedan poco más de seis kilómetros hasta Calzadilla de los Barros, un tramo que promete nuevos paisajes y encuentros en el Camino.




      Si deseas descubrir los rincones más emblemáticos de Fuente de Cantos, la localidad cuenta con una oficina de turismo situada en el Centro de Información Cultural y Turística, ubicado en el Ayuntamiento. Allí podrás encontrar valiosa información para enriquecer tu paso por este pueblo lleno de historia y tradición.

Fuente de Cantos alberga un rico patrimonio histórico-artístico, especialmente enfocado en el arte religioso. Sus templos se convierten en auténticos museos que conservan siglos de fe y arte popular, ofreciendo al peregrino un espacio para la contemplación y el recogimiento.


Iglesia de Nuestra Señora de la Granada

      Construida en el siglo XV. En su interior se custodia uno de los retablos barrocos más importantes de Extremadura, obra del siglo XVIII que deslumbra por su riqueza y detalles.

Un lugar especialmente significativo es la capilla del bautismo, situada a los pies de la nave central, donde reposa una pila bautismal renacentista del siglo XVI. En esta misma pila fue bautizado, el 7 de noviembre de 1598, el célebre pintor Francisco de Zurbarán, un vínculo único entre la historia del arte y el espíritu del Camino.




Ermita de Ntra. Sra. de la Hermosa

      El santuario dedicado a la patrona de Fuente de Cantos, la Virgen de la Hermosa, es el resultado de profundas reformas realizadas en el siglo XVIII sobre un edificio original que data del siglo XV. Este templo es un lugar donde se fusionan siglos de historia, arte y fe, un refugio espiritual que acoge al peregrino en su paso.

En el interior, destaca un magnífico retablo barroco que preside la capilla mayor, acompañado de la venerada imagen conocida como La Aparecida, una talla gótica de la primera mitad del siglo XIV, de una belleza serena y misterio que invita a la contemplación.

A ambos lados de la capilla se exhiben valiosas pinturas: los evangelistas, obra de la escuela sevillana del siglo XVII, y episodios de la vida de la Virgen que, con su expresividad y colorido, relatan historias de devoción y esperanza. De especial interés es también un lienzo americano, singular por su rareza, que representa al Cristo de la Encina, reflejo del sincretismo artístico y religioso.

La imaginería es rica y variada: junto a la imagen principal de la Virgen de la Hermosa, datada en la segunda mitad del siglo XVIII, otros retablos albergan figuras como Nuestro Padre Jesús Nazareno y San José con el Niño, ambos vinculados al círculo del escultor Pedro Roldán. Asimismo, se conserva la primitiva Virgen de la Hermosa, la antigua Aparecida, que sigue siendo un símbolo vivo de la tradición y el fervor popular.

Este lugar no es solo un espacio arquitectónico o artístico, sino un santuario del alma, donde la historia y la espiritualidad convergen para ofrecer al peregrino un momento de recogimiento y conexión con lo trascendente.



Museo – Casa de Francisco de Zurbarán

      La casa natal de Francisco de Zurbarán ha sido cuidadosamente rehabilitada, combinando la preservación histórica con modernas tecnologías que permiten al visitante sumergirse en la vida y época de este genio de la pintura extremeña.

El museo se distribuye en varias estancias, salas y habitaciones, cada una diseñada para ofrecer una experiencia que trasciende el tiempo, invitando a conocer no solo al artista, sino también el contexto en el que desarrolló su obra, marcada por la espiritualidad profunda y el misterio.

Recorrer esta casa es caminar por los ecos de un pasado donde el arte y la fe se entrelazan, acompañando al peregrino en una pausa de inspiración y reflexión.



Convento de las Carmelitas Descalzas

      Fundado en 1649 como colegio-seminario para pobres y huérfanas, el convento pronto quedó bajo el amparo de la Orden del Carmelo Reformado. En 1722 se levantó la elegante espadaña que hoy, tras una completa restauración, sigue siendo emblema del lugar. En su interior, el convento guarda una importante colección de pinturas que hablan del arte y la fe a lo largo de los siglos.

El retablo mayor, encargado en 1675 a Juan Martínez de Vargas, está presidido por la imagen de Nuestra Señora del Carmen, símbolo de protección y consuelo para los fieles. En los retablos del lado de la epístola, destacan dos magníficas imágenes: el Cristo de la Misericordia, proveniente del convento de San Diego y datado en el siglo XVII, y la Virgen de las Angustias, obra del escultor Antonio Calbo de 1803, que evocan en silencio el misterio de la redención y el amor divino.


Ermita de San Juan de Letrán

      Con sus raíces en la fundación en 1515 del hospital de San Juan de Letrán, regentado por las franciscanas concepcionistas, esta ermita es un testimonio vivo de la historia y la espiritualidad de la zona. El convento que las religiosas establecieron se trasladó al centro del pueblo a finales del siglo XVI, dejando la iglesia como ermita solitaria y recogida.

La ermita actual corresponde a la cabecera de un edificio de una sola nave, proyecto del siglo XVIII que nunca se completó más allá de la capilla mayor. En su interior se conservan valiosas piezas como una talla de San Juan Evangelista, del siglo XVIII, y un imponente crucificado contemporáneo de grandes dimensiones, obra del tallista local Jesús González, que invita a la meditación profunda sobre el sacrificio y la esperanza.




      Desde la iglesia de Nuestra Señora de la Granada, continuamos nuestro caminar por las tranquilas calles Pizarro, Olmo y San Juan, hasta llegar a la recogida Ermita de San Juan de Letrán. Cruzamos con cuidado la carretera y tomamos una amplia pista de tierra que nos guía hacia el norte.

El sendero, bien señalizado, avanza en casi línea recta, invitándonos a un paso sosegado y atento a cada detalle, mientras el paisaje nos acompaña con su calma y sencillez. Así, en silencio y con paso firme, nos acercamos a Calzadilla de los Barros.







      Un hermoso plano realizado en azulejos da la bienvenida a Calzadilla de los Barros, nuestro destino y final de etapa de hoy. Inaugurado en 1998, este mosaico simboliza el hermanamiento entre Calzadilla de los Barros y el Cabildo de Gran Canaria, un vínculo de fraternidad que une tierras lejanas y corazones peregrinos.

Al llegar a la Plaza de España, nos recibe el Ayuntamiento, lugar donde deberemos inscribirnos y recoger las llaves del albergue municipal, un refugio para el peregrino cansado. En este pequeño pueblo también encontramos el hostal Los Rodríguez, situado junto a la carretera N-360, otra opción para descansar tras la jornada. Ambos alojamientos están señalizados en el mapa de la etapa para facilitar su localización.

La tarde se abre ante nosotros con calma y espacio para descubrir los encantos de este rincón extremeño. No podemos dejar de visitar la iglesia del Divino Salvador, que guarda en su interior un extraordinario retablo del siglo XV, declarado Monumento Histórico-Artístico, testimonio vivo de fe y arte.

Calzadilla de los Barros cuenta con todos los servicios que el peregrino necesita, haciendo de este lugar un remanso de descanso y preparación para lo que aún queda por andar.








      Calzadilla de los Barros guarda en su suelo el eco lejano de la historia. Algunos historiadores sitúan aquí la antigua villa romana Contributa Julia, apoyándose en las palabras de Plinio en su Naturalis Historia (Libro III). Los yacimientos romanos próximos atestiguan la presencia de tiempos pasados que aún susurran entre sus tierras.

Durante la Reconquista, Fernando III el Santo arrebató estos territorios a los moros, comprendidos entre Feria, Fuente de Cantos y Llerena. Fue el Maestre Don Pelayo Pérez Correa quien, con su valor y estrategia, ayudó al rey en esta gesta. Por ello, en 1242, el rey donó estas tierras a la Orden de Santiago, quedando Calzadilla bajo su amparo y cuidado.

Esta villa se alza sobre la antigua vía romana que unía el norte y el sur de la Península Ibérica, camino que siglos después tomarían los peregrinos hacia la tumba del Apóstol Santiago.

Entre sus hijos ilustres, destaca Don Fernando García de Calzadilla, conocido también como Fernando García de Albújar, quien en 1598 fue uno de los primeros pobladores de Tenerife, dando origen a una familia con nombre y linaje.

Ya en el siglo XX, la figura de Antonio Rodríguez Moñino (1910-1970), hijo predilecto del pueblo, brilló con luz propia. Bibliófilo universal y profesor en prestigiosas universidades como California y Berkeley, fue Académico de la Real Academia Española. Reconocido como "Príncipe de los Bibliófilos", su legado es un tesoro para las letras. En 1971, más de 200 hispanistas y grandes de la literatura se reunieron en la plaza que lleva su nombre para rendirle homenaje, bajo el lema:

"Su senda fue la sabiduría; su meta la serenidad",
palabras dedicadas por Don Camilo José Cela.

      La joya arquitectónica de la localidad es la iglesia parroquial de San Salvador, del siglo XV. Su retablo mayor, pintado por Antón de Madrid a finales del siglo XV, es uno de los pocos ejemplos góticos que se conservan en Extremadura y está declarado Monumento Histórico-Artístico. Si deseas contemplarlo, consulta en el Ayuntamiento los horarios de misa, pues la iglesia suele estar cerrada fuera de estos momentos.



Iglesia de San Salvador

      La iglesia de San Salvador es una joya arquitectónica y espiritual que merece toda nuestra atención. Por su valor histórico y artístico se le ha concedido el título de Bien de Interés Cultural, reflejo del tesoro que alberga en su interior. Sus primeras referencias documentadas datan de 1494, cuando la Orden de Santiago visitó el templo, marcando su importancia en la historia local.

Al entrar, lo que más cautiva es el espectacular retablo gótico del altar mayor, uno de los pocos ejemplos góticos que se conservan en Extremadura y la única obra que se conserva del artista Antón de Madrid, quien tuvo su taller en la cercana ciudad de Zafra. Este retablo, declarado también Bien de Interés Cultural, es una verdadera obra maestra que invita a la contemplación y a la reflexión profunda.

El retablo, con su estructura sencilla pero elegante, está compuesto por una armadura de madera con una decoración netamente gótica. Sus 28 tablas pintadas y doradas forman un gran tríptico que narra los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, desplegándose en una composición en forma de meandro que atrapa la mirada y el alma del peregrino. En los laterales, las figuras de los cuatro evangelistas se muestran en lienzos externos, acompañando la historia visual que el retablo nos ofrece.

Otro detalle fascinante es el primer tramo de la nave, la capilla mayor y la bóveda del sotocoro, donde la bóveda de crucería con nervios de granito descansa sobre ménsulas adornadas con la cruz de Santiago, símbolo eterno que se eleva sobre un león rampante, testimonio del poder y la fe que marcaron esta tierra.

Visitar la iglesia de San Salvador es sumergirse en un espacio donde el arte y la espiritualidad se encuentran, un lugar donde el silencio invita a la conexión interior, y donde cada detalle invita a descubrir un pedazo de historia y devoción que ha acompañado al peregrino a lo largo de los siglos.




Ermita de la Encarnación

      A las afueras de Calzadilla de los Barros, y junto al albergue de peregrinos municipal, se alza la hermosa Ermita de la Encarnación, construida en honor a la patrona de la localidad, Nuestra Señora de la Encarnación. Este pequeño refugio espiritual, que data del siglo XVI, nos invita a la quietud y a la contemplación.

En su capilla mayor, resguarda con devoción un camarín donde se encuentra la venerada imagen tallada de la Virgen. Esta escultura, obra de autor anónimo, es una delicada talla en madera de nogal policromada, cuyo misterio y belleza se conservan desde hace siglos, irradiando paz y protección a quienes se acercan a ella.

La ermita es un excelente ejemplo de la arquitectura religiosa y el arte sacro de Calzadilla de los Barros, un espacio donde la historia y la fe se entrelazan para ofrecer al peregrino un momento de recogimiento y conexión profunda.

Visitar este santuario es detener el tiempo y sentir cómo el espíritu del camino se entreteje con la devoción popular, haciendo de cada paso una experiencia de luz y esperanza.



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Próxima población con alojamiento:

ZAFRA
>>> 18,4 km <<<

LOS SANTOS DE MAIMONA
>>> 22,7 km <<<

ALBERGUE LA ALMAZARA (500 m fuera de camino)
>>> 31,4 km <<<

VILLAFRANCA DE LOS BARROS
>>> 37,9 km <<<

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Buen Camino





2 comentarios:

Beatriz Vicente Pecino dijo...

Que bien nos narra Antonio esta bonita etapa a traves de la dehesas de encinas y alcornocales, propias para el silencio y la quietud en plena Naturaleza, interesante tambien el Conjunto Monumental de Fuentes de Canto. Preciosos y dignos de tener en cuenta, los "valores del peregrino" todo una forma de vida. Gracias por tu dedicacion y trabajo

Unknown dijo...

Que pena lo de este pueblo. Que no haya un albergue de Peregrinos dice mucho de lo que significamos para ellos. ¿Aun no se han entendido que los peregrinos no somos turistas?
Hagan el favor de preocuparse un poquito cuales son nuestras inquietudes.