Vía de la Plata / Etapa 6 - Calzadilla de los Barros > Zafra



Información actualizada: 11 de febrero de 2025






      Hoy nos espera una etapa corta, que nos permitirá llegar con calma y plenitud a Zafra, una ciudad que merece ser contemplada sin prisas. Quien sienta que el cuerpo aún pide camino, tiene la opción de alargar la jornada hasta Los Santos de Maimona a 22.6 km o incluso llegar hasta Villafranca de los Barros a 37,7 km. 

Nuestra etapa de hoy comienza en la iglesia del Divino Salvador, en Calzadilla de los Barros. Salimos de la localidad por la Calle Zafra, y pronto abandonamos el trazado urbano para internarnos en un camino de tierra que que se aleja de la población..Dos arroyos nos saldrán al paso.

Una vez superados, alcanzamos una loma desde la que se abre ante nosotros una panorámica serena de la comarca. Es momento de detenerse, mirar y agradecer.

Descendemos por una pista ancha, flanqueada por campos que respiran quietud, hasta que nos acercamos a la carretera N-630. Un puente nos ayuda a salvar el río Rivera Atarja, y poco después, las flechas nos guían por un camino de tierra hacia la izquierda, dejando atrás la compañía de la carretera.




      El camino sigue su curso entre suaves ondulaciones y campos abiertos, pero no está exento de pequeños retos. Pronto tendremos que vadear el arroyo de las Cañadas, donde una sencilla pasarela de palés de madera suele facilitar el paso, aunque conviene siempre andar con precaución, especialmente si ha llovido.

Más adelante nos espera el arroyo Matasanos, otro pequeño obstáculo que nos recuerda que el Camino no es una línea recta, sino una sucesión de pasos donde cada cruce, cada desvío o dificultad, forma parte de la experiencia.

A veces, el agua que corta el sendero es también un símbolo: lo que parece frenar nuestro avance puede ser una invitación a detenernos, a respirar, a mirar alrededor con ojos nuevos.



      El Camino avanza rodeado de campos de viñas y olivares, un tramo hermoso. Aunque en época de lluvias, el barro puede complicar el avance, conviene tenerlo en cuenta. Poco a poco nos vamos acercando a la carretera de Medina de las Torres (km 8). Aquí, quien desee visitar esta histórica localidad tiene la oportunidad de continuar por la carretera hasta la población, a unos 5 km. Esta población forma parte del último tramo del Camino del Sur procedente de Huelva y que termina en Zafra, naturalmente con flechas amarillas que te indican el camino a seguir.

Quienes continúen hacia Zafra por el trazado de la vía de la plata han de cruzar la carretera y continuar por una pista de tierra que en apenas cuatrocientos metros nos lleva hasta un descansadero, lugar propicio para parar, beber agua y dejar que el cuerpo –y el espíritu– se acomoden al ritmo pausado del Camino.


      Desde el descansadero, a unos los 2,5 km encontramos un cruce de caminos. El desvío a la izquierda nos lleva a Médina de las Torres, una alternativa para no ir por carretera, la localidad está a unos 15,5 km desde Calzadilla. Este trazado alternativo no está señalizado con flecha, solo lo encontrarás en el mapa de la etapa que incluimos al final del artículo.

Medina de las Torres no es ajena al Camino. Guarda un profundo vínculo jacobeo, tanto histórico como espiritual. Forma parte del Camino del Sur, que parte de Huelva y se une a la Vía de la Plata en Zafra. Para los peregrinos que vienen desde el sur, Medina representa su última etapa antes de alcanzar la vía principal. La localidad cuenta con albergue municipal, donde se acoge con generosidad al caminante.

Además, Medina de las Torres atesora un notable patrimonio histórico. Entre sus atractivos destaca el conjunto arqueológico de Contributa Iulia Ugultuniae, antigua ciudad romana que aún guarda el eco de sus foros, templos y calles. El ayuntamiento local ofrece información para facilitar su visita.


CAMINO ALTERNATIVO



Medina de las Torres:
donde la historia se encuentra con el Camino

      Medina de las Torres es un pueblo con profundas raíces históricas que se reflejan en sus restos arqueológicos, desde dólmenes calcolíticos hasta vestigios romanos como la antigua ciudad de Contributa Iulia Ugultunia, importante enclave en la Bæturia céltica. Durante la Reconquista, pasó a manos cristianas bajo la Orden de Santiago, cuyo legado queda patente en numerosos monumentos santiaguistas que aún se conservan.

Entre sus tesoros destacan la iglesia parroquial de Ntra. Sra. del Camino, con portadas platerescas y un impresionante retablo del siglo XVI, el Castillo de la Encomienda, conocido como “Torre de los Moros”, y la ermita de Ntra. Sra. de Coronada, una joya arquitectónica del siglo XV que se alza en un entorno natural cuidado y evocador.

Medina cuenta también con un albergue municipal que acoge a los peregrinos del Camino Mozárabe del Sur, haciendo de esta villa un punto de encuentro histórico, espiritual y cultural dentro de la ruta jacobea.




Reflexión para el peregrino

      Medina de las Torres no solo es un lugar de historia y arte, sino también un espacio para el encuentro interior. En sus piedras y sus caminos se siente el susurro del silencio que invita a la pausa, a la mirada serena y a valorar la soledad como fuente de sabiduría. En cada paso, más allá de lo visible, se abre la posibilidad de conectar con aquello que no se ve pero se siente en el corazón.

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      Si decidimos dejar para otra ocasión la visita a Medina de las Torres, continuamos nuestro camino hacia la siguiente población: Puebla de Sancho Pérez. Al llegar a una antigua señal que indica el paso del ferrocarril (Km 12,7), solo nos quedan un par de kilómetros para entrar en esta villa.






      A la entrada de esta villa, el peregrino pisa tierra antigua, aunque poco queda documentado sobre su origen por la pérdida de archivos durante la guerra contra los franceses. Algunos viejos refranes aún evocan su antiguo nombre: La Gran Sansonia. Ya en el siglo XIII aparece registrada como Puebla de Sancho Pérez.

Su historia estuvo ligada a la Orden de Santiago, como Encomienda integrada en el Obispado de San Marcos de León, con sede en Llerena. También se han hallado vestigios romanos en distintos puntos del término, lo que confirma la antigüedad de estos parajes transitados por generaciones.

El pueblo conserva aún casas solariegas con blasones que nos hablan de antiguos linajes: los Vega, Rivadeneira, Toro, Montaño… Y sobre el caserío se eleva majestuosa la iglesia parroquial de Santa Lucía, vigía de fe y testigo silencioso del paso de los caminantes.

Puebla de Sancho Pérez ofrece, más que albergue físico, un descanso espiritual entre memorias de piedra y ecos de historia. Aquí, el silencio y la arquitectura antigua acompañan los pasos del peregrino que camina buscando lo invisible.


Iglesia parroquial de Santa Lucía

      Construida en el siglo XVI, esta iglesia de grandes proporciones domina el perfil del pueblo. Su robusta presencia se hace notar desde lejos, como un faro de piedra que guía al peregrino. En su interior, retablos y tallas de diferentes épocas invitan a una pausa contemplativa. Santa Lucía, protectora de la vista, ofrece aquí su amparo simbólico a quienes buscan claridad, no solo en el camino exterior, sino en el interior.


Servicios para el peregrino

      Actualmente no hay albergue en funcionamiento, aunque existen un hostal, varios bares, tiendas y servicios básicos que pueden ser de utilidad. Es un buen lugar para hacer una parada, reponer fuerzas o descansar brevemente antes de afrontar los últimos kilómetros hasta Zafra. Si el cuerpo lo permite, es también un buen momento para escuchar lo que el silencio del camino susurra entre muros encalados y calles tranquilas.



Últimos pasos hasta Zafra

      Desde la iglesia de Santa Lucía en Puebla de Sancho Pérez (km 14,4), el Camino gira a la derecha por la calle Obispo Soto, que nos conduce hacia la carretera BA-160. Caminaremos junto a ella durante aproximadamente un kilómetro. Superada una gasolinera, giramos a la izquierda por la carretera vieja de La Puebla (BA-3012), dejando atrás el ruido de los coches para avanzar hacia la serenidad de Zafra.

Tras algo más de 700 metros alcanzamos las primeras viviendas de la Villa de Zafra. La señalización jacobea urbana nos guía sin desvíos hasta la confluencia con la Avenida de la Estación (km 17,5). Frente a nosotros, se alza el singular edificio del Albergue de Peregrinos Van Gogh, coronado por su reconocible minarete, símbolo de acogida.

En su interior se encuentra también la sede de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Zafra, y se respira hospitalidad en cada rincón. Este albergue no es de donativo, pero el pequeño importe solicitado se destina íntegramente al mantenimiento del lugar. Su hospitalero, Antonio Puente Mateo, peregrino incansable, mantiene viva la llama del Camino con generosidad y esfuerzo, abriendo sus puertas los 365 días del año.

Mantener este albergue es un verdadero acto de resistencia frente al olvido, un gesto de fidelidad al espíritu del Camino. Llegar aquí no es solo concluir una etapa, sino encontrar un refugio donde el peregrino se siente comprendido, donde cada paso encuentra eco y cada silencio, acogida.


      Una vez sellada nuestra credencial y recibida la acogida del hospitalero en el albergue, dejamos atrás por un momento la carga de la mochila y emprendemos el último tramo del día, rumbo a la iglesia de la Candelaria, en el corazón antiguo de Zafra.

A nuestra derecha queda el Parque de la Estación, donde algunos peregrinos se detienen a respirar entre sombras antes de adentrarse en la ciudad. La Plaza de España nos recibe como umbral lo cotidiano, donde el pulso de la ciudad se entrelaza con el del Camino.

Seguimos por la calle Sevilla y, casi sin darnos cuenta, la silueta esbelta de la torre de la Candelaria se eleva ante nosotros. Es un instante íntimo. No se trata solo de haber llegado al final de una etapa, sino de haber alcanzado un lugar de luz, como su propio nombre anuncia.

Aquí termina nuestro andar por hoy. Frente a esta iglesia barroca podemos por fin soltar no solo el peso del cuerpo, sino también el del alma. La Candelaria se alza como un faro silencioso que invita a detenerse, a mirar hacia dentro, a agradecer lo recibido, a confiar en lo que aún no vemos. En su presencia, el Camino nos susurra que cada jornada es un paso más hacia ese misterio que nos llama y nos transforma.





Zafra, Sevilla la Chica

      En pleno valle extremeño, donde la tierra se tiñe de luz dorada al amanecer, se alza Zafra, conocida desde antiguo como Sevilla la Chica. Este sobrenombre no es fruto del azar: su pulso urbano, su aire señorial y su vitalidad comercial recuerdan a la capital hispalense, aunque aquí todo respira un tempo más reposado.

El corazón histórico de la ciudad fue declarado Conjunto Histórico-Artístico de Interés Nacional en 1965. Aquel recinto amurallado, levantado entre 1426 y 1449 para proteger a la villa y sus florecientes negocios, es hoy un recuerdo vivo en forma de vestigios y antiguas puertas de acceso que aún perduran.

Entre ellas destacan el Arco de Jerez, que alberga la capilla del Cristo de la Humildad y Paciencia; el Arco del Cubo, con su forma circular recientemente restaurada; y la Puerta de Palacio, junto al majestuoso palacio de los Duques de Feria.

El Palacio de los Duques de Feria, reconvertido en Parador Nacional de Turismo, es quizás la joya más espléndida de Zafra. Antigua residencia señorial del siglo XV, conserva la dignidad de los castillos y el refinamiento de los palacios. Su elegante patio renacentista, que algunos atribuyen a Juan de Herrera, es un remanso de armonía que merece una pausa contemplativa.

Para adentrarse en el alma de la ciudad, el peregrino puede seguir el trazado del Camino por la Puerta de Sevilla, que desemboca en la arteria principal, la calle del mismo nombre. Serpenteante, bulliciosa, comercial, esta calle recuerda inevitablemente a la sevillana Sierpes: viva y estrecha, invita a pasear sin prisas, a mirar escaparates y fachadas, a respirar el pulso de la ciudad.

Al final de esta vía se abre la Plaza Grande, que desemboca en la recogida y encantadora Plaza Chica, corazón turístico y gastronómico de Zafra. Ambas están conectadas por el Arquillo del Pan, un pasaje donde se guarda la imagen de la Virgen de la Esperancita y se conserva tallada en una de las columnas la antigua vara de medir, símbolo de justicia en el comercio de antaño.

En estas plazas, donde la vida transcurre entre cafés, conversaciones y pasos que se cruzan, también el peregrino puede detenerse, no solo para descansar, sino para mirar con ojos nuevos. A veces, en el bullicio también se revela el silencio, y en la belleza visible, se intuye aquello que permanece oculto a los sentidos.



Colegiata de La Candelaria

      La construcción de la Iglesia de La Candelaria se inició en 1527, con el propósito de sustituir a la antigua iglesia que se alzaba donde hoy se encuentra la Plaza Grande de Zafra. Este proyecto fue impulsado por el III Conde de Feria.

Su planta es de cruz latina, con una sola nave que alberga capillas a ambos lados entre los contrafuertes, y un coro alto ubicado a los pies. Cuenta con un crucero de alas cortas y un ábside ochavado. En 1609 fue erigida como Colegiata, gracias al fervor religioso del III Duque de Feria.

La capilla mayor destaca por un magnífico retablo, obra del sevillano Blas de Escobar, que alberga esculturas atribuidas a Juan de Arce. A este conjunto se suman dos capillas colaterales que complementan el espacio.

La nave principal está cubierta por bóvedas de crucería. La iluminación natural proviene de cuatro ventanales, similares a los del crucero y la cabecera, así como de un óculo situado en la zona del coro alto.

La Torre de la Iglesia

      La torre presenta dos partes diferenciadas: la base, construida en mampostería con sillares en los ángulos, y el campanario, formado por dos cuerpos realizados en ladrillo. La construcción de la torre fue prolongada, no concluyéndose hasta el siglo XIX.

En el interior, sobresale el Retablo de la Virgen de los Remedios, compuesto por nueve lienzos pintados en 1644 por Francisco de Zurbarán. También merece especial mención la Capilla de la Virgen de La Valvanera, de estilo barroco, sufragada por comerciantes originarios de Cameros asentados en la ciudad. Destaca igualmente el Retablo de la Virgen del Carmen, obra de Blas de Escobar, así como la excelente colección de objetos litúrgicos que se conservan en la antigua sacristía.

      Al llegar a la Iglesia de La Candelaria, no solo culminamos una etapa física del Camino, sino también una oportunidad para detenernos y conectar con la quietud del alma. Este templo, lleno de historia y arte, nos invita a mirar hacia dentro, a celebrar la luz que cada jornada aporta y a encontrar en el silencio un espacio para agradecer y renovar la confianza en nuestro propio caminar. Que su presencia sea faro y refugio para el peregrino, un lugar donde la fe se hace tangible y el corazón se abre al misterio de lo invisible.



Monasterio de Santa María del Valle

      El Convento de Santa Clara de Zafra como se le conoce en la ciudad. Construido entre 1430 y 1454 y declarado Monumento Nacional en 1984.
Se encuentra en pleno centro de la ciudad de Zafra, en Calle Sevilla. En la actualidad alberga a monjas Claretianas de clausuras, famosas por su obrador de pastelería y por ser sede del Museo de Santa Clara, que ocupa parte del convento y que no solo muestra aspectos destacados de las religiosas Claretianas que lo habitan, sino también de la historia de Zafra.

La iglesia monástica cuenta con los mismos espacios que una parroquia: una capilla mayor, el lugar donde está el altar y su retablo, con la imagen titular, alabastros gótico del siglo XV, así como los restos del sepulcro de los primeros Condes de Feria y el sepulcro de Garci Laso de la Vega; la nave para los fieles laicos y la sacristía para revestirse los clérigos. A los que se suma, el coro de las monjas, aislado por una gruesa reja, donde se conserva la sillería coral del siglo XVI y un Cristo atado a la columna de Blas Molner (1775), un diminuto relicario, cubierto con azulejería talaverana del siglo XVII, y la capilla funeraria ducal, en cuyo retablo se conserva La conversión de San Pablo de Felipe Diriksen (1625).



Casa del Aposento

      Esta antigua casona nobiliaria es otro de los rincones que merece la pena descubrir en Zafra. Construida en el siglo XVI, su fachada muestra un bello ejemplar de la arquitectura renacentista con detalles platerescos que reflejan la riqueza y el poder que tuvo la ciudad en aquella época. En su interior, se conservan elementos originales que permiten asomarse a la vida cotidiana de los siglos pasados, haciendo un puente entre la historia y el presente.

Plaza Grande y Plaza Chica

      Estas dos plazas forman el corazón vibrante de Zafra. La Plaza Grande, con su elegante arquitectura y tranquilidad, es el lugar perfecto para una pausa contemplativa. La Plaza Chica, más animada y bulliciosa, nos invita a compartir la alegría y la fraternidad que el Camino fomenta entre sus peregrinos y habitantes.


Reflexión

      Al finalizar esta etapa en Zafra, una ciudad donde la historia y la espiritualidad se entrelazan en cada piedra, es momento para detenerse y mirar hacia dentro. El Camino, más allá del esfuerzo físico, es un camino de transformación. La luz que irradia la iglesia de la Candelaria nos invita a encender nuestra propia luz interna.

Valora el silencio que la ciudad ofrece en sus rincones menos transitados, abraza la soledad que a veces surge en el peregrinar y ábrete al encuentro con aquello que no se ve pero se siente: la paz, la esperanza y la fe.

Antes de retomar la senda hacia la siguiente etapa, haz una pausa consciente. Deja que la experiencia de Zafra te inspire a seguir avanzando con humildad, respeto y gratitud. El Camino es también una escuela de paciencia y entrega, donde cada paso nos acerca a la esencia de lo que verdaderamente somos.


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Próxima población con alojamiento:

LOS SANTOS DE MAIMONA
>>> 4,3 km <<<

ALBERGUE LA ALMAZARA (500 m fuera del camino)
>>> 12,6 km <<<

VILLAFRANCA DE LOS BARROS
>>> 19,4 km <<<

TORREMEJÍA
>>> 46,8 km <<<

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Buen Camino





2 comentarios:

Beatriz Vicente Pecino dijo...

Es una gozada leer la descripcion de la etapa, se vive y se palpa paso a paso, escrita con el corazon, muy interesante por todos los datos historicos, el esplendido y majestuoso retablo, iglesia del Divino Salvador, esa plaza de toros adosada a la iglesia, debe ser muy original ( no hay fotografias. Una vez mas Antonio, emhorabuena, un placer leerte, gracias.

Antonio Retamosa dijo...

Gracias a ti Beatriz, me agrada te guste.