Hoy el Camino nos lleva desde Zafra, una ciudad con raíces históricas y espíritu hospitalario, hasta Villafranca de los Barros, en el corazón de Tierra de Barros. Es una etapa tranquila, con buen firme y sin grandes desniveles, ideal para caminar con ritmo constante y mente abierta.
El paisaje se extiende entre viñedos y olivares, dejando espacio al silencio y a la reflexión. Los tramos largos y rectos pueden parecer monótonos, pero también ofrecen una oportunidad para recogerse, respirar hondo y dejar que el Camino hable.
Villafranca, con su iglesia de Santa María del Valle bajo la advocación del Apóstol, nos acoge con la sobriedad y la calma de los pueblos que saben de peregrinos. Una jornada sencilla que, como tantas, guarda su propio sentido.
“El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos.” — Marcel Proust
Arrancamos nuestro séptimo día de Camino desde la Parroquia de la Candelaria, en Zafra. Desde allí seguimos por la calle Conde de la Corte, pasamos junto al ayuntamiento y continuamos por la calle Ancha, en su esquina el otro albergue de la localidad, el del Convento de San Francisco, en este caso turístico, continuamos por la calle Ancha que nos conduce hasta uno de los puntos emblemáticos de la ciudad: el Pilar del Duque, la fuente más antigua de Zafra, construida en el siglo XIV.
Con paso tranquilo avanzamos por la calle San Francisco hasta llegar a una rotonda donde cruzamos, con precaución, la carretera N-432. Poco después, una losa grabada en la acera con el arco de Cáparra nos señala la dirección a seguir. Es el mismo símbolo que aparece en los cubos de granito de la Vía de la Plata, y cumple aquí su función: recordarnos por dónde continúa el buen camino.
A pocos metros encontramos los restos solitarios de una torre campanario. Es lo único que queda en pie del antiguo convento franciscano de San Benito, conocido popularmente como convento de San Francisco, fundado en el siglo XV. Su historia nos habla de fe, presencia franciscana y también de ruina: el convento fue destruido durante la Guerra de la Independencia, saqueado por las tropas napoleónicas. La torre que hoy vemos resiste como un vestigio de aquel pasado y como un símbolo de lo que permanece a pesar del tiempo.
Poco a poco dejamos atrás las últimas casas y comenzamos el ascenso a la Sierra de los Olivos. Antes de seguir, vale la pena echar una mirada atrás: Zafra queda atrás, extendida en el valle como un recuerdo amable que se va difuminando con la distancia.
Al llegar al alto de San Cristóbal (km 3,3), el paisaje se abre. A la derecha del camino, unas piedras junto a la pista invitan a detenerse un momento. Desde allí se obtiene una bonita vista de Los Santos de Maimona, que asoma a nuestros pies, enmarcado por los perfiles suaves de la campiña.
Desde este punto, el Camino desciende con suavidad por una pista asfaltada que, en suaves curvas, nos va acercando poco a poco a la localidad.
Entramos en Los Santos de Maimona por la calle Zafra, que nos lleva hasta la Plaza de España, centro neurálgico de la localidad. Allí se alzan el Ayuntamiento y la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles, templo gótico-renacentista del siglo XVI. En su interior se conserva un fresco sorprendente: un Pantocrátor en la bóveda, en excelente estado de conservación.
También en la Plaza se encuentra la Casa de la Cultura, un edificio de estilo palaciego construido en el último tercio del siglo XVIII por el primer Conde de Casa Henestrosa. Hoy alberga la Oficina de Turismo —donde podemos sellar la credencial y obtener información útil—, una sala de exposiciones y el Museo Municipal. Este último reúne obras de artistas locales y una valiosa colección de piezas arqueológicas, desde el Calcolítico (ca. 2500 a.C.) hasta el siglo XV, cuando fue destruido el castillo medieval de la villa.
Los Santos de Maimona cuenta con una fuerte tradición artística. Desde el siglo XVIII, con nombres como Lorenzo Quirós y Esteban Márquez, hasta consolidarse en el siglo XX como una localidad reconocida por su ambiente cultural, conocida como "cuna de artistas".
Además de su patrimonio artístico, la localidad destaca por su vinculación jacobea. Aquí, al Camino de la Plata se une el Camino de la Frontera, una antigua vía de peregrinación que discurría por la antigua Banda Morisca y los territorios del santiaguista Priorato de San Marcos de León.
Esta ruta tuvo una función clave en la Baja Edad Media. La Sierra Sur sevillana, entonces frontera con el Reino de Granada, estaba salpicada de fortalezas y torres de vigía, formando una línea defensiva que también marcaría el trazado espiritual de este Camino. Así, en este punto se cruzan historia, arte y memoria peregrina.
El valor del Camino de la Frontera
El Camino de la Frontera comienza en la población gaditana de Olvera (Cádiz) y se une a la Vía de la Plata en Los Santos de Maimona, en Extremadura. Su recorrido atraviesa de sur a norte las provincias de Cádiz, Sevilla y Badajoz, sumando aproximadamente 394 km de historia y paisaje.
Esta antigua ruta jacobea transcurre por la banda fronteriza que, durante la Reconquista, fue protegida por los caballeros de la Orden de Santiago. Así, el Camino de la Frontera no solo es un sendero físico, sino un trayecto cargado de significado histórico y espiritual.
El valor de esta ruta está ampliamente documentado y recogido en estudios especializados, como el elaborado por Antonio Céspedes Mimbrero, de la Asociación Villae Naevae, que profundiza en sus orígenes y su importancia en el entramado de caminos jacobeos del sur peninsular.
Caminar por el Camino de la Frontera es recorrer un territorio que fue frontera viva, donde fortalezas y torres vigilaban una línea de defensa que ahora se convierte en camino de encuentro, diálogo y crecimiento personal. En Los Santos de Maimona, este camino se une a la Vía de la Plata, símbolo de unión entre tradiciones, historias y peregrinos.
Seguimos las flechas amarillas que recorren las calles de Los Santos de Maimona. Estas nos guían a rodear la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles por la izquierda, donde pasamos junto a la portada del Perdón, una joya plateresca considerada la mejor portada renacentista de la zona. En su piedra aparecen esculpidos el escudo de la Orden de Santiago, el escudo imperial de Carlos V y la inscripción latina: “AVE REGINA CELI DOMINA MUNDI”. La puerta de madera destaca por sus herrajes, que combinan lujo y artesanía.
Los orígenes de esta población se remontan al Calcolítico, hace unos 2.500 años, cuando los primeros asentamientos se ubicaban en la Sierra del Castillo. Restos arqueológicos de esa época, conservados en el Museo Municipal, son testigos de aquella antigüedad.
Durante la Edad del Bronce la zona continuó habitada y, alrededor del año 50 a.C., fue ocupada por los romanos. Fue entonces cuando la población comenzó a organizarse, asentándose en una de las grandes calzadas de la época: la Vía de la Plata, que conectaba Mérida con Sevilla.
En el año 712 llegaron los musulmanes. Un clan bereber conocido como los Banu Maimun se estableció aquí, dejando su huella toponímica. Este recuerdo perdura en el nombre y en el casco antiguo, que se sitúa en un alto llamado Cabezo de Maimona, desde donde trazaron sus calles. También se conservan norias y molinos en las huertas que rodean el pueblo, vestigios vivos de aquella época que aún llegan hasta nosotros.
En 1240, con la Reconquista, la zona fue tomada por los cristianos durante el reinado de Fernando III el Santo. Fue Don Rodrigo Íñiguez, maestro de la Orden de Santiago, quien la conquistó, incorporándola a la Orden con el título de Encomienda. La localidad alcanzó su mayor prosperidad en el siglo XVI, momento en que se construyeron sus monumentos más importantes.
En 1838, la torre de la iglesia sufrió graves desperfectos tras la caída de un rayo que destruyó por completo el chapitel de azulejos que la coronaba. La reconstrucción, realizada de forma sencilla, es la que aún hoy podemos contemplar.
Desde la plaza Teniente Carrasco continuamos recto por las calles Teniente Blanco Marín y Obispo Luna. Tras un giro a la izquierda y otro a la derecha, llegamos a la carretera EX-364, que cruzamos para tomar la calle Valmoreno. Giramos a la izquierda por la calle Maestrazgo, pasando junto al albergue de peregrinos.
Seguimos por la calle Arroyo y finalmente salimos de Los Santos de Maimona por una carretera local. A unos 300 metros, tras cruzar un puente sobre el arroyo Ribera del Robledillo (km 5,4), abandonamos el asfalto.
Tras un pequeño repecho, entramos en una pista ancha donde el paisaje se abre, más llano y agradable. Estamos en Tierra de Barros, comarca famosa por sus vinos con denominación de origen, rodeados de extensos viñedos que invitan a la calma y al recogimiento.
El Camino nos invita a abrirnos al encuentro con la naturaleza, con nuestro propio ritmo y con la experiencia de lo sencillo.
Al avanzar entre viñedos y campos, aprendemos a valorar el silencio y la quietud como espacio para la escucha interior. Cada paso es una oportunidad para renovarnos, para caminar no solo hacia un destino, sino hacia una versión más clara y serena de nosotros mismos.
Que este tramo que comienza nos recuerde que, a veces, avanzar significa dejar ir, para poder crecer.
Estamos en plena Sierra de San Jorge, corazón de la comarca de Tierra de Barros, la más fértil y próspera de Extremadura. Su nombre nace de la tierra especial que la define: arcillosa y rojiza, un barro que, moldeado por las manos de sus artesanos, ha marcado la vida y las tradiciones de sus pueblos.
En esta comarca se cultiva uno de los mejores Aceites de Oliva Virgen Extra del mundo, reconocido con múltiples premios nacionales e internacionales. Este producto es fuente de trabajo y orgullo para miles de personas que habitan estas tierras. Más adelante, encontraremos olivos centenarios que merecen una pausa para la contemplación.
Entramos en un corredor flanqueado por vallas metálicas que nos lleva hasta un cruce de caminos (km 11,8). Allí encontraremos un cartel que señala a la derecha el albergue La Almazara, situado a unos 800 metros entre campos de olivos centenarios.
Lamentablemente, el albergue permanece cerrado desde enero de 2024. Esperamos que pronto una nueva licitación permita su reapertura, ya que sus instalaciones son de gran calidad, y fue uno de los mejores refugios para peregrinos en esta ruta.


Al no disponer de la alternativa del albergue La Almazara, seguimos nuestro camino atentos a los cubos de granito y las flechas amarillas. El cruce está bien señalizado y no ofrece dudas.
Continuamos hasta llegar a una antigua almazara, hoy derruida tras años de abandono. Detrás de ella se abre un tramo agradable entre olivos centenarios, donde el paisaje invita a la pausa y la contemplación.
Al final de este camino, tras un giro a la derecha, llegamos a las vías del ferrocarril, que cruzamos con precaución. Seguimos entonces hasta la carretera N-630 (km 14,5).
Al cruzar carreteras o vías, reduce el ritmo y detente a observar ambos sentidos. Usa siempre los pasos habilitados o lugares que ofrezcan la mayor visibilidad y seguridad. La prudencia no solo protege el cuerpo, sino que también fortalece la mente y el espíritu.
Caminamos un tramo por el arcén de la carretera. En menos de 300 metros, las flechas amarillas nos indican cruzar y tomar un camino a la derecha. Al llegar a un cruce, seguimos el camino señalado a la izquierda (km 15,6 de la etapa). Más adelante, el camino cruza un arroyo que habitualmente está seco, aunque tras lluvias puede desbordarse, dificultando el paso y obligándonos a descalzarnos.
La presencia de Villafranca de los Barros se hace cada vez más cercana. Tras una rotonda, llegamos a la entrada de la localidad (km 18,3). La cruzamos con precaución y seguimos recto hasta entrar por la calle Caballeras.
Este tramo nos recuerda que, en el Camino, los obstáculos —como un arroyo inesperado— pueden requerir que nos detengamos, que despojemos lo que sobra y avancemos con humildad. Así, cada paso nos invita a aceptar lo que venga, abriéndonos al flujo natural del camino y de la vida.
Entramos en el casco urbano de Villafranca de los Barros por la calle Zurbarán, seguimos por la calle Manuel Martínez, luego por Gerona, y finalmente giramos a la izquierda por la calle Larga. Así llegamos a la Plaza de España, donde alzamos la vista para contemplar la hermosa iglesia de Nuestra Señora del Valle, con su imponente portada. (km 19,5 - FINAL DE LA ETAPA).
Terminar la jornada aquí, ante este símbolo de fe y comunidad, invita al peregrino a reconocer el valor de cada paso dado y a preparar el corazón para lo que vendrá mañana.
En el término municipal de Villafranca de los Barros se encuentran numerosos vestigios arqueológicos que demuestran una ocupación casi continua desde la Prehistoria hasta hoy.
Los restos más antiguos datan del final de la Edad del Cobre o Calcolítico, alrededor del 1800 a.C.
En el Itinerario Antonino, una especie de guía romana, se menciona una ruta entre Ayamonte y Mérida, con una mansio llamada Perceiana, ubicada en el paraje conocido como "Las Vegas" en la carretera Gijón-Sevilla, donde se han hallado importantes restos arqueológicos.
Tras la Reconquista, Mérida y su territorio pasaron a la Orden de Santiago. Villafranca fue repoblada en el siglo XIII por los Maestres de Santiago que residían en la provincia.
En el territorio emeritense existía un lugar llamado Moncovil, que en el siglo XIV recibió el título de “villa” y Cabeza de Encomienda, cambiando su nombre por Villafranca.
La mayoría de las Villafrancas en la península estaban vinculadas a cartas de franquicias que les eximían de impuestos. Desde el siglo XV la localidad se llamó Villafranca del Maestre o del Maestrazgo, y en el XVIII añadió “de Extremadura” para distinguirse. En el siglo XIX adoptó “de los Barros” y el rey Alfonso XII le otorgó el título de «Ciudad».
Villafranca está situada en una amplia cuenca de tierra arcillosa y fértil, regada por arroyos como el de Valdequemao que atraviesa la población.
Su historia artística se sustenta en dos pilares: la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Valle, con su destacada platería, y la ermita de Nuestra Señora de la Coronada, contribuciones importantes para el arte comarcal y regional.
Iglesia de Nuestra Señora del Valle
El elemento más destacado de esta iglesia es su estilizada torre en la fachada delantera. En su cuerpo bajo, construido con sillares, se abre una preciosa portada conocida como la “Puerta del Perdón”, de estilo gótico flamígero de transición. Su diseño elaborado posiblemente responde a reformas realizadas en la segunda mitad del siglo XVI.
Otra joya artística de la iglesia es la bóveda bajo el coro (sotocoro), de estilo hispano flamenco o isabelino. Este detalle, aunque realizado a finales del siglo XVI, refleja una estética de época anterior.
En el interior sobresale el magnífico retablo mayor, un valioso ejemplar de la retablística extremeña, terminado alrededor de 1586, que invita al recogimiento y a la contemplación.
Al contemplar la torre y la “Puerta del Perdón”, el peregrino puede reconocer en ellas un símbolo de apertura y bienvenida. Esta puerta, que en su tiempo significaba el perdón y la misericordia, nos invita hoy a dejar atrás las cargas que llevamos y a entrar en un espacio de recogimiento y esperanza.
La bóveda y el retablo mayor, testigos silenciosos de siglos de fe, nos recuerdan que el Camino no es solo un viaje externo, sino una experiencia interior donde cada piedra y cada obra de arte hablan al alma.
En este templo, en este instante, se nos ofrece la oportunidad de hacer una pausa profunda, abrir el corazón y sentir la presencia de lo sagrado en lo cotidiano.
Santuario de Nuestra Señora de la Coronada
Nuestra Señora de la Coronada, también conocida como Virgen de Coronada, es la patrona de Villafranca de los Barros. El templo donde se venera su imagen es uno de los monumentos más emblemáticos y queridos de la localidad.
La construcción original data del siglo XV, aunque fue remodelada en el siglo XVIII. La ermita, de morfología variada y encalada, conserva de la edificación antigua la bóveda del altar mayor y la Puerta del Perdón, únicos elementos que sobrevivieron a la gran reforma.
El altar mayor está presidido por un gran retablo del último tercio del siglo XVIII, que realza el valor artístico y espiritual del santuario.
Cada 8 de septiembre, coincidiendo con el Día de Extremadura, Villafranca celebra las fiestas patronales en honor a la Virgen Coronada. Esta festividad es también una oportunidad para conocer la tradición vitivinícola de la comarca.
Si tu camino coincide con estas fechas, podrás vivir la ceremonia religiosa de la Velá y participar en la Fiesta de la Vendimia, donde tradición y modernidad se unen para celebrar el vino nuevo de cada año.
En este santuario, la Virgen Coronada nos recuerda la fuerza de la fe que sostiene a una comunidad a lo largo del tiempo. Es un lugar donde la devoción se entrelaza con la tierra, con la vida del pueblo y sus tradiciones.
La celebración de la Velá y la Fiesta de la Vendimia nos invita a valorar el ciclo de la naturaleza y la labor humana, símbolo de renovación y esperanza. Aquí, la espiritualidad se vive en comunidad, en la alegría compartida y en la gratitud por los frutos que la tierra nos regala.
Para el peregrino, detenerse en este santuario es abrirse a esa experiencia de conexión profunda, donde lo sagrado se expresa en lo cotidiano y donde la historia y la fe se encuentran para alimentar el espíritu.
Final de etapa
Villafranca de los Barros nos acoge al final de una jornada rica en paisajes, memoria y símbolos. El peregrino que llega hasta aquí no solo ha atravesado campos y pueblos, sino también fragmentos de historia que aún laten bajo sus pasos.
Al caer la tarde, entre aromas de vino y tierra, el corazón se aquieta. El Camino continúa obrando su silenciosa transformación.
“No es el final lo que transforma, sino la forma en que llegas.”
>>> 42,9 km <<<
>>> 57,5 km <<<
>>> 60,3 km <<<
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3 comentarios:
Interesante etapa, que con tan detallada explicacion, solo queda coger el "bordon" comenzar a caminar y disfrutar, gracias Antonio.
¡Gracias, Antonio, por tanta bien reflejada descripción de este trascendental Camino!
Informar que en Zafra hay otra fuente similar que la "de San Benito", es la llamada "del Duque". También que bajo la Torre del antiguo Convento de San Francisco, a la salida de Zafra, se encuentra un importante yacimiento arqueológico prehistórico, romano, visigodo y árabe. De ahí que se hiciera aquí este convento, para santificar el lugar ante culturas paganas o con la creencia de ser asentamiento de antiguos mártires.
Es una etapa muy bonita, tanto en lo monumental como en lo paisajístico. A partir de Los Santos comenzamos a "navegar" por un océano de vides y olivos: es la llamada "Comarca de Tierra de Barros", la "tierra de cultivo de secano" más grande de España (resultado de un antiguo lago de hace millones de años y ahora se conservan sus tierras arcillosas de su pretérito lecho); un espacio donde se alternan las alturas de su Sierra con la llanura agrícola. Añadir que el trazado entre Los Santos de Maimona y Villafranca, ya era conocido en el medievo con el nombre: "Camino de la Plata". Informar también que el entorno de esta Sierra seguramente era el límite entre las provincias romanas Bética (al sur) y Lusitania (al norte). También que en la Iglesia de Los Santos hay empotrada una inscripción funeraria dedicada a un sacerdote de época romana. Bajo la bella "Puerta del Perdón", hemos descubierto una necrópolis romana, por lo que confirma el hecho de continuar un "sincretismo religioso" en este lugar, como en el convento de San Francisco de Zafra. Así pues, el tramo entre Zafra y Los Santos era un antiguo camino romano que unía varios asentamiento rurales de pequeñas aldeas.
Para los que no lo sepan, soy Diego Miguel Muñoz Hidalgo, socio fundador de los "Amigos del Camino Mozárabe de Santiago-Vía de la Plata", pintor de flechas amarillas; natural de Zafra y residente en Los Santos de Maimona (tlf. 606-19 45 82), por si os hace falta algo.
¡Buen camino!...
Verdaderamente Diego, leerte es una delicia, para enriquecerse, adquirir conocimientos de este precioso y unico Camino la Via de la Plata, cuantos tesoros y riqueza tiene. Gracias por compartilo
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