Vía de la Plata / Etapa 8 - Villafranca de los Barros > Torremejía



Información actualizada 10 de marzo de 2025

      La jornada de hoy se presenta serena en el perfil, pero no exenta de exigencia, especialmente en los días calurosos del verano extremeño. Caminaremos por largas rectas que parecen perderse entre campos generosos de viñedos y tierras cultivadas, en un paisaje que invita a la introspección. No encontraremos pueblos intermedios, ni apenas sombra, ni fuentes que alivien la sed: la preparación previa será clave para caminar con tranquilidad.

Si el calor aprieta —como suele ocurrir en esta región— conviene madrugar mucho, comenzar la marcha bajo las estrellas, para así llegar a destino cuando las temperaturas aún sean soportables. En estas condiciones, avanzar más allá del mediodía puede tornarse imprudente. Llevar abundante agua (al menos 3 litros) y algo de alimento será imprescindible para recorrer este tramo sin riesgos.

Antes de partir, es recomendable tomar un desayuno consistente y adquirir provisiones. En la plaza de España, una cafetería abre temprano, ofreciendo ese café silencioso que a menudo acompaña los comienzos de etapa.

Iniciamos la jornada junto a la iglesia de Nuestra Señora del Valle, dejando atrás Villafranca guiados por las flechas amarillas. Desde la calle Santa Joaquina nos dirigimos hacia la plaza Corazón de Jesús, y desde allí tomamos la calle Calvario, que nos conduce a la plaza donde se alza la iglesia de Nuestra Señora de la Coronada, patrona del pueblo y último testigo de piedra que nos despide.


      Hoy el Camino no exige grandes esfuerzos, pero tal vez por eso nos deja sin excusas para mirar hacia dentro. ¿Qué pensamientos han florecido en la calma? ¿Qué emociones han emergido en el paso lento y sin urgencia?

A veces, lo más difícil no es avanzar, sino detenerse en lo esencial. Escucha lo que en el silencio brota. Tal vez ahí se esconde la enseñanza del día.


“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar...” —Antonio Machado 

 




      Viramos a la izquierda por la calle San Ignacio. Al final, un cubo de granito con la concha y la flecha amarilla —silencioso y firme como tantos mojones del Camino— nos guía por una bifurcación que toma una pista asfaltada. Tras unos metros, alcanzamos una carretera comarcal, que cruzamos con precaución, para continuar por una cómoda pista de tierra en buen estado.

La ruta de hoy no presenta grandes desniveles ni dificultades técnicas. Sin embargo, su verdadera prueba puede ser otra: la monotonía del paisaje, las largas rectas sin fin que parecen suspender el tiempo y el espacio. Son estas etapas, sin sobresaltos, las que muchas veces abren la puerta al recogimiento interior. El cuerpo camina sin esfuerzo, y la mente, si se le permite, comienza a andar otros caminos.


“Cuando todo parece igual, el alma se vuelve más sensible al detalle.”


      El trayecto está bien señalizado mediante cubos de granito y las ya familiares flechas amarillas. Solo conviene estar atentos en las bifurcaciones. Al comienzo, caminamos entre olivares y viñedos, pero poco a poco, es el mar de viñas el que se adueña del paisaje. Un horizonte amplio, sin apenas interrupciones, que se extiende ante nosotros como un libro abierto.



      Tras llegar a la primera bifurcación, un mojón jacobeo nos señala con firmeza el rumbo: debemos tomar la pista de la izquierda. Por ella accedemos al Camino Público de El Chaparral, un tramo recto de unos 3,6 kilómetros que avanza con quietud entre los campos (km 4,8).

A la entrada, un cartel nos recuerda algo esencial:

“El Camino es de todos. ¡Cuídalo! 

Más que una recomendación, es una llamada al respeto profundo por esta senda que tantos pies han hollado antes y tantos lo harán después. Cada paso que damos deja huella, y no solo sobre la tierra. Caminar con conciencia también implica caminar con responsabilidad.






      Poco después alcanzamos el arroyo del Bonhabal (km 9,8). Tras cruzarlo, unos 260 metros más adelante, el camino gira a la derecha. En menos de un kilómetro se abre ante nosotros una larga e infinita recta, como una cinta de tierra que parece perderse en el horizonte. Por ella caminaremos unos 13 kilómetros.

Este tramo puede hacerse largo y monótono, pero también es una invitación al silencio interior. Aquí no hay curvas que distraigan, ni novedades que reclamar: solo el paso constante, el horizonte quieto, el sonido acompasado del bordón. Un buen momento para poner en orden los pensamientos, para soltar lo que pesa y para dejar que la respiración se sincronice con el caminar.


“Hay caminos que no llevan a lugares, sino a estados del alma.”





      Tras 14 kilómetros de etapa sin apartar la mirada del horizonte, llegamos a la carretera BA-013, conocida como el Camino de los Molinos. Esta vía es una alternativa para quienes, agotados por el sol o las fuerzas, decidan acortar la jornada y finalizar en Almendralejo.

Si el calor ha sido excesivo y el cuerpo pide pausa, esta opción es una sabia elección. Desde aquí, Almendralejo está a apenas 4 kilómetros, un refugio cercano donde descansar. Aunque no cuenta con albergue, ofrece una suficiente variedad de alojamientos donde recuperar energías para el camino que resta.

Junto a la carretera, un monolito detalla el recorrido y un cubo jacobeo nos señala la senda que continúa hacia Torremejía, recordándonos que el Camino siempre sigue, paso a paso, al andar.



A unos 2,6 kilómetros de la bifurcación anterior, alcanzamos la carretera EX-212 (km 16,7). La cruzamos con precaución y seguimos adelante, sin más distracciones que el suave latir del paisaje.

Tras avanzar algo más de siete kilómetros (km 24), abandonamos la pista principal por un sendero que nace a nuestra izquierda. Pronto comenzará a asomarse ante nosotros nuestro destino de hoy: Torremejía, situada al pie de la Sierra Grajera.

En apenas 2 kilómetros llegamos a las vías del ferrocarril, que cruzaremos a través de un túnel que también sirve de cauce para el arroyo cercano. En época estival, sus aguas suelen ser escasas, pero en temporada de lluvias puede estar crecido y dificultar el paso. Si encontramos este obstáculo, la solución es sencilla: bastará con seguir el trazado de las vías durante unos 600 metros, cruzarlas por un puente y así llegar a las puertas del pueblo (ver mapa de la etapa).

Si el paso bajo el túnel ha sido sencillo, continuamos por un camino que nos conduce a las primeras casas de Torremejía. Entramos en la localidad por la calle Calzada Romana y, tras apenas 200 metros, giramos a la izquierda por la calle García Lorca. Al final de esta, cruzamos la avenida de Extremadura (carretera N-360) y seguimos por la calle Miguel Hernández. En menos de 100 metros, un nuevo giro a la derecha por la calle Badajoz nos lleva a la Calle Grande, donde, a la izquierda, encontraremos el final de esta etapa: la parroquial de Nuestra Señora de la Concepción.

En esta acogedora localidad, el peregrino encontrará todos los servicios necesarios para reponer fuerzas y descansar antes de continuar su andadura.








      Torremejía guarda en su nombre y sus piedras la memoria de la Vía de la Plata, que tras el Imperio Romano recobró protagonismo como ruta jacobea durante la Edad Media, cuando miles de peregrinos de Andalucía y Extremadura caminaban hacia Santiago.

Su escudo heráldico muestra una torre de plata sobre campo azul, símbolo que remite a la antigua Torre de los Mojicones, erigida para proteger la Calzada Romana de bandidos y proteger a viajeros y peregrinos.

La villa fue repoblada tras la reconquista cristiana en el siglo XIII, formando parte de la Orden Militar de Santiago. Su nombre honra a Don Gonzalo Mejía, maestre de la Orden, quien en el siglo XIV terminó de construir la emblemática torre que aún preside el pueblo.

Torremejía ha vivido los vaivenes de la historia: destruida parcialmente durante la invasión napoleónica, reconstruida y conservando su esencia rural. Además, esta tierra fue fuente de inspiración para Camilo José Cela, quien plasmó su paisaje y su gente en La familia de Pascual Duarte, una obra clave de la literatura española.

Hoy, Torremejía recibe al peregrino con la sencillez y la hospitalidad de un lugar que sabe de caminos y de memoria, invitando a descansar y renovar fuerzas para continuar.


Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Concepción

      La iglesia parroquial es uno de los tesoros de la localidad. De estilo barroco tardío y datada en el siglo XVII, esta iglesia fue originalmente la capilla del Palacio de los Mexía, situado muy cerca. Tras recientes restauraciones, conserva una nave de planta en cruz latina, una cúpula vaída sobre el crucero y terceletes que adornan la nave y las capillas. Destaca también su torre, inusualmente situada sobre la cabecera, que añade un aire singular al templo.



Palacio de los Mexía

      Casa solariega del siglo XVII, se alza cerca, aunque hoy se encuentra en avanzado estado de ruina. Su portada barroca, construida sobre restos romanos, conserva un especial valor histórico y artístico.

Este palacio fue rehabilitado en el marco del Proyecto Alba Plata para convertirse en un albergue turístico y punto de acogida para peregrinos. Sin embargo, lleva varios años cerrado, y su reapertura permanece incierta. A pesar de ello, sigue siendo un símbolo del rico patrimonio cultural y del legado que esta tierra guarda para quienes la visitan.



Mirar el horizonte para encontrarse

      Hoy el Camino nos ha regalado la experiencia del horizonte infinito, ese espacio abierto donde el cuerpo avanza casi en piloto automático y la mente puede vagar libre, sin distracciones externas. Son kilómetros de rectas largas y constantes, que pueden parecer monótonas, pero que esconden una invitación profunda: la paciencia y la escucha interior.

En esta etapa, donde el calor y la soledad pueden pesar, el peregrino aprende que avanzar no siempre significa velocidad o grandes logros visibles, sino también quietud y entrega al momento presente. Como el agua que calma la sed y el viento que mueve las hojas, el Camino nos enseña a encontrar dentro de nosotros mismos esa calma que permanece más allá del ruido.

Que esta etapa sea para ti un refugio para el alma y una fuente de renovada esperanza, para continuar con fe y alegría hacia el encuentro que te espera.


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Próxima población con alojamiento:

MÉRIDA
>>> 15,5 <<<

EL CARRASCALEJO
>>> 30,1 km <<<

ALJUCÉN
>>> 32,8 km <<<

ALCUÉSCAR
>>> 52,8 km <<<

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Buen Camino





2 comentarios:

Beatriz Vicente Pecino dijo...

Por lo que se cuenta etapa dura, buen consejo de abastecerse de agua, esas eternas pistas de kilometros y kilometros, que daran para todo, pensar, meditar, y grandes dosis de paciencia, gracias por la minuciosa informacion.

Unknown dijo...

Es cicleable la vis de la plata?