Dejamos atrás Mérida, la majestuosa Emérita Augusta, y comenzamos una etapa larga y luminosa, cargada de historia y belleza natural. Caminamos sobre el trazado de la antigua calzada romana que unía Mérida con Astorga, la Vía de la Plata en su sentido más puro. Este camino de piedra milenaria, que durante siglos sirvió de nexo entre el sur y el norte de Hispania, aún conserva restos visibles: tramos originales de calzada, puentes y miliarios.
El perfil de la jornada se divide en dos partes: una primera mitad prácticamente llana, y una segunda en suave pero constante ascenso. La belleza del entorno es serena y poderosa: dehesas onduladas, encinares, el embalse de Proserpina y el Parque Natural de Cornalvo nos acompañan como un regalo del paisaje extremeño.
Es importante tener en cuenta que estamos ante una etapa exigente, especialmente en los meses estivales, cuando el sol puede ser implacable. El mejor consejo es salir temprano, antes del amanecer, “en compañía de las estrellas”, y no alargar la caminata más allá del mediodía. Por fortuna, el recorrido nos ofrece dos buenas opciones para hacer un alto o incluso dividir la jornada si el sol aprieta: El Carrascalejo y Aljucén, ambas a medio camino y con albergue para peregrinos.
Si optamos por iniciar la ruta desde la catedral, la ciudad de Mérida nos regala una despedida cargada de simbolismo, pero sin flechas amarillas. Desde la Plaza de España, tomamos la calle Santa Eulalia hasta llegar al monumento de la niña mártir. Desde allí, bordeamos los jardines y seguimos por la Rambla Mártir Santa Eulalia hasta alcanzar su basílica. La ruta continúa por la avenida de Extremadura, y luego por la calle Marquesa de Pinares que nos conduce hasta el Acueducto de los Milagros, un coloso silencioso que nos despide en nombre de Roma. Tras cruzar el río Albarregas por un bello puente romano, nos reencontramos con las flechas amarillas, fieles compañeras que nos conducen ya hacia las afueras, por la avenida del Lago. La ciudad queda atrás… comienza el silencio del campo.
Al poco de superar el sexto kilómetro, nos adentramos en una urbanización que nos conduce suavemente hasta la orilla del Embalse de Proserpina (km 7,2). Este lago artificial, de origen romano, es hoy lugar de descanso y esparcimiento para vecinos y visitantes, con chiringuitos estivales y un sendero circular de unos seis kilómetros que lo rodea por completo.
Nuestro camino transita por su margen izquierdo, y este tramo bien merece una pausa contemplativa. Frente a nosotros se alza uno de los grandes hitos de esta vía: la presa romana de Proserpina, una obra hidráulica imponente, silenciosa y cargada de historia. Estamos ante uno de los pasajes más bellos y evocadores de la jornada. Piedra, agua y tiempo se funden aquí en una misma corriente. Avanzar junto a esta herencia milenaria es hacerlo con respeto y asombro, como quien atraviesa una leyenda.
Embalse romano de Proserpina
A apenas cuatro kilómetros de Mérida, el Embalse de Proserpina —popularmente conocido como la Charca— es uno de los grandes tesoros que guarda esta etapa. Fue construido por ingenieros romanos a partir del siglo I a.C., y llegó a ser el mayor embalse levantado por el Imperio en los territorios mediterráneos.
Se considera además el segundo embalse artificial operativo más antiguo del mundo, tras el de Quatinah, en Siria. Su estado de conservación es excepcional. El dique, de 425 metros de longitud y 21 de altura, está formado por sillares de granito y presenta un elegante talud escalonado en su cara interior.
Esta infraestructura fue clave para el esplendor de Emérita Augusta, ya que garantizaba el suministro de agua tanto para uso doméstico como industrial. Y más allá de su valor técnico, conserva también una dimensión histórica: en 1479, en sus alrededores, se libró un episodio de la guerra sucesoria por el trono de Castilla, entre las tropas de Isabel la Católica y las de Juana la Beltraneja.
Hoy, siglos después, el embalse sigue latiendo con vida propia. Durante el verano, sus orillas se llenan de vecinos y viajeros que disfrutan del baño, los chiringuitos y su tranquilo camino perimetral de seis kilómetros. Un lugar donde la historia se hace presente con la misma naturalidad que el agua entre las piedras.
Tras dejar atrás el edificio de la Cruz Roja, subimos a la carretera que se abre a nuestra izquierda (km 8,2). Se trata de una antigua vía, hoy poco transitada, que recorreremos con paso tranquilo durante unos tres kilómetros. La calma de este tramo permite al peregrino entrar en un ritmo sosegado, donde los pensamientos se aquietan al compás de la marcha.
Pasados estos tres kilómetros, un mojón de granito y varias flechas amarillas —siempre fieles— nos invitan a abandonar el asfalto. Giramos a la izquierda y tomamos una pista de tierra que nos adentra en la Dehesa del Toril (km 11,2). Aquí el paisaje se transforma: encinas centenarias, cielos abiertos y la sensación de estar penetrando en un espacio casi detenido en el tiempo, donde el andar se vuelve más íntimo y contemplativo.
El camino, al principio algo abrupto, va suavizándose poco a poco. La pista se vuelve más ondulada y amable, y nos conduce hasta una granja porcina situada en el kilómetro 13,5 de la etapa.
Allí, al abrigo de una charca, reposan en paz ejemplares de cerdo ibérico, símbolo vivo de estas tierras. El ciclo de cría en libertad, alimentados con bellotas entre encinas y alcornoques, ha sido parte del alma de la dehesa desde hace siglos. Extremadura, de hecho, acoge casi un tercio de toda la superficie dedicada al cerdo ibérico en la península.
Este animal, tan presente en la cultura rural, recibe múltiples nombres según la región: cerdo, cochino, guarro, chancho, cocho… y de él, dice el saber popular, se aprovecha todo. Desde los codiciados jamones hasta las humildes morcillas, desde los chicharrones hasta los caldos, es un ejemplo de aprovechamiento integral y de vínculo entre la tierra, el animal y la cocina tradicional. En su figura se resume parte del espíritu austero, sabio y agradecido del mundo campesino.
Tras un kilómetro llegamos hasta la población con menos habitantes de Extremadura, El Carrascalejo. Entramos en la pequeña población por la calle Camino de Santiago, y en pocos metros llegamos a una bonita plaza donde se alza la iglesia de la Consolación (km. 14,6).
Este rincón, silencioso y sencillo, invita a una pausa serena. La iglesia, modesta pero acogedora, es un refugio espiritual para el peregrino que busca recogimiento tras la caminata. Su fachada refleja la historia humilde del lugar, testigo de generaciones que han vivido en esta tierra.
Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación
La iglesia de Nuestra Señora de la Consolación en El Carrascalejo es un edificio de arquitectura gótica rural que conserva elementos de los siglos XIV y XV. Su construcción refleja la influencia del arte mudéjar, típico en muchas iglesias de Extremadura, donde conviven detalles cristianos con la sobriedad y armonía propia del entorno.
El templo, de planta sencilla y una sola nave, destaca por su portada de arco apuntado y por las reformas posteriores que no han desvirtuado su esencia original. En el interior, se pueden contemplar retablos y pinturas que, aunque humildes, testimonian la devoción y el paso del tiempo en esta comunidad.
Además, su advocación a Nuestra Señora de la Consolación es especialmente significativa para los peregrinos, ya que representa un símbolo de refugio y consuelo en el camino, un lugar donde descansar el cuerpo y el alma.
Dejamos atrás El Carrascalejo por una cómoda pista de tierra rodeada de alcornoques, encinas y campos de viñedos que invitan a la contemplación. Tras llegar a una pista asfaltada paralela a la A-66, caminamos unos 200 metros y giramos a la derecha para cruzar por un paso subterráneo que salva la autovía (km 16).
Tras unos trescientos metros en leve ascenso, alcanzamos una loma donde se alza una Cruz de Santiago (km 16,4). Desde aquí, se divisa ya la cercana población de Aljucén, que alcanzamos tras cruzar la carretera EX-214 y atravesar un paseo arbolado (km 17,3).
En la plaza principal se encuentra el bar El Quiosco, un buen lugar para sellar la credencial y pedir información sobre el albergue de peregrinos, el de San Andrés.
Habiendo recorrido unos 17 kilómetros, estamos a algo menos de la mitad de la etapa. Es momento de decidir si continuar los 20 kilómetros restantes hasta Alcuéscar o hacer noche en Aljucén. Conviene recordar que una vez abandonada esta población, no habrá más servicios hasta Alcuéscar. Por ello, quienes continúen deben aprovisionarse bien de agua y comida para afrontar el tramo.
Aljucén es hoy el corazón del amplio valle que atraviesa el río homónimo, cuyas aguas nacen en la sierra de Montánchez y desembocan en el río Guadiana. Este entorno natural ofrece al peregrino una sensación de tranquilidad y continuidad con la naturaleza, mientras avanza por la Vía de la Plata.
El origen del nombre “Aljucén” suscita diversas hipótesis. La más extendida sostiene que se trata de una población de origen musulmán, ya que “Aljucén” significaría “Castillejo”, una teoría reforzada por la proximidad de los restos de un antiguo castillo. Por otro lado, los propios habitantes defienden que el nombre proviene de “junciel”, una planta acuática que crecía abundantemente en el río, vinculando así su identidad con el paisaje natural que les rodea.
Iglesia de San Andrés Apóstol
Aunque modesta en tamaño, la iglesia de San Andrés Apóstol posee un valor histórico y artístico notable. Construida en el siglo XVI, destaca por su planta de nave única y la torre situada en la fachada principal, que alberga una elegante portada renacentista. Sobre esta portada puede leerse una inscripción epigráfica que reza:
“Sant Andrés Apóstol, Ora Pro Nobis. Dominium Deum Nostrum Iesu Christum.”
Esta sencilla iglesia es un testimonio palpable de la fe y la tradición que han acompañado a esta comunidad a lo largo de los siglos, ofreciendo al peregrino un espacio de recogimiento y reflexión en el corazón del valle.
Tras un breve descanso para recuperar fuerzas continuamos nuestro camino por la calle de la Iglesia, que desemboca en la calle Mayor. Salimos de la población por una carretera y, tras aproximadamente un kilómetro, llegamos a la N-630 (km 18,8). Por el arcén cruzamos el río Aljucén y, en menos de 400 metros, junto a lo que parece una estación de servicio abandonada, nos despedimos del asfalto para tomar un camino a la derecha que nos conduce a las bellas dehesas de encinas y alcornoques del Parque Natural de Cornalvo.
Avanzamos por una cómoda pista de tierra durante algo más de kilómetro y medio hasta encontrarnos con una cruz metálica de Santiago, obra del herrero Casiano Larios (km 20,9). Junto a ella, un panel informativo nos da la bienvenida al Parque de Cornalvo y un cubo de granito con un azulejo verde señala el camino a seguir.
La señalización es buena, aunque conviene estar atentos, ya que algunos cruces pueden llevar a confusión. Recordemos que los cubos indicativos con el dibujo del Arco de Cáparra marcan la dirección correcta; siempre hay que seguir aquellos con azulejo amarillo. Para más seguridad sigamos siempre el camino a tomar por la flecha amarilla.
Las encinas, los alcornoques y algunas reses pastan tranquilamente en esta hermosa dehesa. Un paseo agradable y sereno por el parque, donde las prisas deben quedar guardadas en la mochila, dejando espacio para la contemplación y el recogimiento.
Tras recorrer unos cinco kilómetros, llegamos al final del Parque Natural de Cornalvo, que marca la frontera natural entre las provincias de Badajoz y Cáceres (km 26). Un monolito con la señal H3 nos indica este punto, junto al cual encontramos un banco de piedra ideal para descansar y recuperar el aliento antes de afrontar el siguiente tramo, que comienza en ascenso.
Seguimos por un sendero que nos conduce a una pista de tierra. Aunque al principio el recorrido es algo escarpado y cubierto de abundantes piedras, pronto la pista se vuelve cómoda para caminar. Al llegar a una cancela, entramos en un terreno de bosque bajo y con escaso arbolado, lo que hace que, en días de calor, esta parte del camino se convierta en un tramo especialmente exigente.
Finalmente, alcanzamos la Cruz de San Juan, una sencilla cruz de granito que se alza en el kilómetro 31,6 de la etapa, un símbolo más de la ruta que acompaña y guía al peregrino. Aquí, en este lugar de quietud y memoria, el alma puede encontrar un momento para respirar hondo, agradecer el camino recorrido y renovar la fuerza interior para seguir adelante. Porque el Camino no solo es terreno bajo los pies, sino también un sendero que atraviesa el corazón.
Tras superar un repecho para coronar el cerro de Las Cañameras, aparece a lo lejos Alcuéscar (km 33,7).
Para llegar a Alcuéscar tomamos el camino indicado con flecha amarilla, a la derecha; el pueblo está a apenas 2 kilómetros. Hay que estar atentos a las flechas, ya que una señal indica un desvío hacia el albergue que evita pasar por el pueblo, ahorrándonos más de un kilómetro. Por la tarde, ya con fuerzas renovadas, será buen momento para visitar el pueblo (km 35,9).
Si, por el contrario, queremos continuar hasta el centro de Alcuéscar, seguiremos recto hasta la calle Real y luego hasta la plaza de España, donde se encuentra el ayuntamiento. Desde allí, giramos a la izquierda por la calle Diego Salinas y General Pacheco, que nos lleva a coronar la etapa en la iglesia de la Asunción (km 37,3).
Situada aproximadamente en el centro de Extremadura, no lejos de la linde con Badajoz, entre las sierras de fácil recuerdo: la del Centinela y la de la Lombriz, Alcuéscar es una villa con una rica historia que se remonta a sus orígenes en el año 830, cuando fue fundada por los musulmanes. Esta localidad cacereña ha recibido la influencia de diversas culturas, aunque la huella árabe es la que más ha marcado su identidad, incluso en el nombre.
Entre sus numerosos puntos de interés, destacan dos monumentos emblemáticos: la basílica de Santa Lucía del Trampal y la iglesia parroquial de la Asunción. Además, las Casas Señoriales y la Ermita del Calvario han sido testigos silenciosos de la vida y la historia de sus habitantes a lo largo de los siglos.
La Orden de Santiago jugó un papel fundamental en la historia de Alcuéscar y su comarca. Durante muchos años, Montánchez y sus alrededores fueron propiedad de esta Orden, cuyo castillo sirvió como residencia para sus caballeros. Según el fuero otorgado en 1236 tras la conquista, la Orden recibió la tercera parte de los terrenos del partido, incluyendo 23 dehesas como Zafra, Quebrada, Lechoso y Valverdejo.
La Orden mantenía una casa conocida como “la tercia”, donde almacenaban los granos y recaudaban impuestos. Se cree que esta casa corresponde a la llamada Casa de las Castillas, un edificio de gran importancia histórica que conserva intacta una mazmorra usada para encadenar a herejes y malhechores. Esta casa funcionaba como un cuartel general, como lo indica el escudo de la Orden que adorna la esquina de su fachada. La máxima autoridad residía en la plaza frente a la calle Nemesio Rosco, donde aún se puede contemplar el escudo eclesiástico que lo atestigua.
Iglesia de la Asunción
Templo gótico-renacentista de los siglos XVI y XVII, con una mezcla armoniosa de estilos y un retablo mayor de principios del siglo XX.
Basílica de Santa Lucía del Trampal
Situada a unos 3 km de Alcuéscar, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura hispano-visigoda en la Península Ibérica. Construida en el siglo VII, se descubrió su valor arqueológico en 1980 y hoy cuenta con un moderno Centro de Interpretación. (En el mapa la ruta detallamos el camino).
El Calvario
Ermita situada en un alto con vistas impresionantes de la localidad, accesible tras subir sus empinadas calles. (En el mapa la ruta detallamos el camino).
Casas Señoriales
Testigos del pasado noble de Alcuéscar, destacando la antigua Casa de la Encomienda, vinculada a la Orden de Santiago.
Casa de la Misericordia
Institución que acoge a los más necesitados y ofrece a peregrinos un lugar para descansar, participar en oraciones y recibir los sacramentos. Su labor se basa en las Obras de Misericordia, siguiendo la espiritualidad fundada en 1939.
4 comentarios:
Buen trabajo, a favor del peregrino, lo encuentro muy bien detallado, esplendidas fotografiss de un amanecer, y patrimonio. Gracias
Me alegra te guste Beatriz, tan solo espero que este trabajo sea util para los demás. Un saludo cordial.
BUEN CAMINO
Sou Brasileira. Pretendo fazer o Caminho de la Plata em Abril. Seu Site tem me ajudado muito. Obrigada.
Magnifica y exhaustiva descripción de la etapa y bellamente fotografiada.
Sobre el cúmulo de señales, algo hice cuando estuve de Hospitalero en la Casa de Misericordia y algo tenemos que hacer para que se evite definitivamente el problema.
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