Comienza por acoger las cosas pequeñas: una sombra a tiempo, una sonrisa compartida, el agua fresca de una fuente…
Y aprende a vivir sin prisas, porque en lo sencillo se esconde lo sagrado.
Practica la armonía del alma: sé generoso con tu paso, agradecido con cada encuentro, atento a cada señal.
Cuando te abras a escuchar con el corazón, sentirás cómo el Camino te susurra vida desde lo más profundo del ser.
Esa voz que brota desde dentro, y que —cuando la reconoces— ya nunca caminas solo.
Procura que tus pasos sean íntimos, humildes, cargados de asombro y curiosidad…
Porque el Camino habla también desde lo invisible: desde el silencio, desde la brisa, desde el polvo que se alza tras cada pisada.
Y en esa escucha callada comprenderás que lo esencial no se muestra, no se compra, no se mide.
Lo esencial se siente, se es…
Y se vive en cada una de esas pequeñas grandes cosas que muchos no verán jamás, ocupados en tener, mostrar o llegar.
¡Disfruta las pequeñas cosas!
Allí, donde nadie mira, el Camino te hablará de lo eterno.
1 comentario:
Que bonito y sentido articulo Antonio, me quedo con el "sentir, pensar y ser" gracias
Publicar un comentario