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La búsqueda


LA BÚSQUEDA

      El peregrino es hombre de esperanza, es alguien que peregrina en la fe, su búsqueda es la del camino en la verdad de su propia existencia, la que renueva cada día, mientras se reafirma a cada paso en su fe.
Su sed no la sacia una fuente lejana, sino la búsqueda de lo divino, la del abrazo de la misericordia.

“El peregrino tiene una experiencia auténtica del tiempo: se levanta antes de que haya salido el sol; ve amanecer; hace silencio por la mañana para levantar la mirada a la Presencia de Dios mientras empieza de nuevo su vida; va viendo cómo cambia el color de las cosas a medida que avanza el día; vive intensamente cada momento; reposa en una iglesia, en una sombra; vive sin reloj, sin calcular el tiempo".


Lo importante no es lo pasajero, sino lo eterno. Cada día pasa, pero el tiempo recibe la huella de lo eterno.


Permanece viva en él la esperanza de alcanzar la meta movido por el deseo del destino.

Comprueba que lo importante es descubrir el sentido de la existencia, frente al cual se renueva a cada instante la necesidad de la conversión


/ Monseñor Eugenio Romero Pose


Ultreia et Suseia

ANDAR QUE NO CORRER




ANDAR QUE NO CORRER


Es un regalo releer a nuestros místicos
y percatarse que incluso usan las mismas palabras para describir su experiencia más personal.

Aquella tan bella de San Juan de la Cruz, “el alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa”, resuena en la de Teresa de Jesús:

“la humildad es andar en verdad”.
Y viceversa.

Nos imaginamos lo espiritual como algo propio de gente quieta, estática... cuando en realidad, es lo que más dinamiza.

Los místicos eran gente “inquieta y andariega, rebelde”
Gente que se puso en camino, en búsqueda.
Lo subraya ese mismo verbo:

“andar”


Moverse, desplazarse, ponerse en pie…
Más pausado o veloz, pero… “andar”.
De acá para allá, en paz y alegría.

¡Andar, que no correr!


Andar, como quien saborea las miradas, las flores y el aire.
Andar, como quien sabe agradecer sabe ofrecer.
Andar, con aquella elegancia de Jesús, tan libre en su “movida” por Galilea y Judea…
La vida interior es andar en amor y andar en verdad. Es seguir ahondando en la propia experiencia.
Sobre todo, seguir dando de ella a los demás, dejando a un lado las teorías insulsas, las proclamas trasnochadas.
Sólo así es creíble (y no cansino) nuestro hablar y acompañar.
Sólo así es agradable (y no anodino) nuestro intento de vivir humildemente y en cristiano.
Andar se transforma así en transitar, recorrer, viajar.
Y es como un notar cada pisada, cada paso, cada esfuerzo.
Y es como ser más sensible a los contornos del camino, al rostro de los otros caminantes…
Aprendiendo a ser el compañero/a que arrima el hombro en ese trecho durillo de la subida.
Dejando que el hermano/a que te saluda gozoso desde la cumbre te regale allí su abrazo y su acogida.
Andar de tal forma por la existencia, que se transforme en un descansar en los brazos del Padre.

Ahí está la mística.


Teresa Rofes


Ultreia et Suseia