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Etapa 22 / Zamora > Fontanillas de Castro



Comenzamos la jornada desde la iglesia de San Cipriano, situada junto al albergue de peregrino, a la espalda de la iglesia se encuentra un hermoso mirador con unas bonitas vistas de Zamora. Desde la plaza Claudio Moyano nos dirigimos a la plaza de Viriato, su actual nombre se debe a la estatua del escultor zamorano Eduardo Barrón dedicada a Viriato,  se encuentra cercana a la plaza Mayor.

(Viriato, fue el mayor héroe de la Hispania antigua, que logró plantar cara a las legiones romanas que desembarcaron en la península en el siglo III a.C., una figura casi mítica en las zonas donde desarrolló su actividad, desde el Alentejo y Huelva hasta Zamora.

En la plaza Mayor se encuentran tres edificios importantes, el Ayuntamiento, el viejo ayuntamiento (hoy sede de la policía municipal) y la joya de la corona, la magnífica iglesia románica de San Juan Bautista (también llamada San Juan de la Puerta Nueva.

Una de las singularidades de esta plaza es que el suelo enlosado sigue un trazado paralelo a la iglesia de San Juan de Puerta Nueva formado por losas que están colocadas en diferente posición a las demás. Estas fueron colocadas para indicar donde estuvo ubicado el primer recinto amurallado de la ciudad, incluyendo la forma de una semicircunferencia para reseñar donde se encontraba uno de sus cubos defensivos de la muralla zamorana.

Continuamos por el trazado de la ciudad que nos lleva junto a la portada meridional de la iglesia, viramos a la izquierda por calle del Corral Pintado, nos lleva hasta la iglesia de Santa María la Nueva, bajo su espadaña viramos a la derecha por calle Motín de la Trucha, una calle corta, pronto nos topamos con las murallas de la ciudad, continuamos por la derecha por la Rda. Sta. María la Nueva que nos lleva hasta la puerta de Doña Urraca, la rodean dos grandes torreones. Dña. Urraca de Zamora, primogénita del rey Fernando I.
Las murallas zamoranas datan del s. X, construidas por Alfonso III. El romancero pone nombre a esta puerta asignándole el nombre de Urraca, por ser ella la que se entrevista con Rodrigo durante el cerco de Zamora.

Unos de los grandes atractivos del Camino es su parte humana, conoces a personas muy interesantes y de todo tipo, unos creyentes y otros que no lo son, algo que nos une es el valor que damos a la naturaleza. El Camino es un museo al aire libre al alcance de todos, llenarse de su historia es todo un reto. Algunos buscamos en nuestro caminar respuestas existencialistas, un camino que nos lleva a lo mas profundo de nosotros mismos, iniciático para algunos y que te pone a prueba continuamente. Te transforma en un ser humano nuevo, consiente y agradecido con todo lo que Dios nos ha otorgado.
En Camino te enseña a que todo lo que nos rodea son la respuesta a todas nuestras preguntas, que luchar por cumplir nuestros sueños son el principal motivo para seguir viviendo. Con ese esfuerzo podemos conseguir todo lo que nos propongamos. Ser peregrino en el Camino de Santiago va más allá de ser un viajero, es un eterno buscador que siempre haya una respuesta a sus interrogantes de la vida.
El Camino trata de experiencias nuevas a las que acostumbras a tu cuerpo, a tu espíritu, el Camino está lleno de simbología, de sensaciones, de preguntas que te haces a ti mismo y también de respuestas. En mi opinión, en el Camino no caben las prisas, hay que estar abierto a nuevas sensaciones. Una experiencia que te transformará la vida si le pones días, todos los días que puedas, contra mas mucho mejor.

Pero vamos a lo que estamos... la etapa de hoy es cómoda, sin ninguna dificultad. El paisaje es un horizonte surcado por largas rectas, quizás algo monótono para algunos, pero para los que vemos el vaso medio lleno tenemos por delante espacio y tiempo para dedicarlo a caminar meditando.. Nos esperan los hermosos y dorados campos de trigo de la Tierra del Pan. Eso sí, si tu camino lo realizas en época estival quizás esos dorados campos te parezcan lanzas de fuego, no encontrarás sombra donde refugiarse.

Montamarta es el lugar elegido para el final de la etapa de hoy, a tan solo 20 km. Se le conoce como el pueblo de las cigüeñas por la cantidad de estas aves que anidan en este lugar guiadas por los humedales del cercano embalse del Esla.

Comenzamos nuestros primeros pasos junto a el Ayuntamiento de Zamora, a su derecha tomamos la calle Costanilla y continuamos hasta el final de esta, girando a la izquierda por la calle de Feria hasta llegar a una rotonda situada en la Ronda de la Feria. La rodeamos por la derecha y continuamos por la calle Puebla de Sanabria, al final de la calle nos encontramos de frente con la iglesia de San Lázaro.


Una vez pasada la iglesia seguimos por la Cuesta de la Morana y la larga Avenida de Galicia hasta salir de la ciudad después de pasar por una rotonda que se abandona por la izquierda por la Av. Cardenal Cisneros.
Nuevamente otra rotonda, pero esta vez giramos a la derecha por la carretera ZA-900, a pocos metros nos reciben junto a la carretera una antigua cruz y una estela que marca la distancia restante a Santiago: 377 kilómetros. Continuamos nuestros pasos por un camino paralelo al asfalto, tras poco más de un kilómetro giramos a la derecha por una pista de tierra.


Dejamos atrás la zona urbana ya toda población nos esperan campos de cereal, pronto pasamos por un puente que cruza la autovía de la Ronda Norte de Zamora.
Después de una pequeña bajada giramos a la derecha en el cruce de caminos, continuamos sin desviarnos hasta llegar a una rotonda y con esta, el encuentro con la N-630, compañera infatigable desde que salimos de Sevilla. A unos metros de su arcén giramos a la izquierda para entrar en la localidad de Roales del Pan.
La bienvenida al pueblo nos la hace un crucero y un rebaño de ovejas que salían del pueblo, el pastor era un chico joven que iba en bicicleta, nos saludó simpáticamente con Buen Camino peregrino".



Situado en la Comarca del Pan, a unos siete kilómetros y medio desde la Plaza Mayor de Zamora, y a unos 12 de Montamarta.
Debido a la proximidad de la capital zamorana es casi un barrio de la ciudad, captado por el crecimiento urbanístico a este lado de Zamora, con naves industriales que ocupan ambas márgenes de la ruta.

Roales del Pan tiene en su iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción su edificio más carismático. Reconstruida entre los años 1971 y 1972, sólo conserva la portada del mediodía de la original construcción del siglo XVI.
En su interior, el templo guarda un Cristo del siglo XVI y un San Sebastián del XVII, y dentro de la sacristía se puede admirar un crucifijo de principios del siglo XVII. Además, cuenta con una figura del San Antonio Abad de XVI y una cruz parroquial en plata, de la primera mitad del siglo XVII. Su Altar Mayor ha sido restaurado durante el verano de 2008.


Continuamos guiados por nuestro horizonte, aún llevamos tan solo siete kilómetros. Dejamos atrás la  iglesia y el ayuntamiento y continuamos por la calle principal. En un suspiro sustituimos el asfalto de sus calles por la tierra de una pista. En tan solo quinientos metros llegamos a un cruce de caminos, giramos por el de la derecha. En breve llegamos a otro cruce, pero esta vez giramos a la izquierda.
Caminamos por una nueva pista de concentración, una infinita recta sin aparentes distracciones. A nuestra izquierda los campos de cereal, a la derecha la N-630. Aún nos queda hora y media de llanura y guijarros sueltos hasta llegar de nuevo a otro cruce, una indicación nos hace girar a la derecha.



Algo más tarde llegamos hasta otro cruce de caminos, esta vez el Ayuntamiento de Montamarta nos indica el camino a seguir con un cartel. Nos quedan tan solo 700 metros para llegar al albergue que está situada a las afueras de la población.  
Seguimos las indicaciones que nos llevan a pasar bajo la N-630. Entramos en un pequeño bosquecillo con algunos bancos de madera, unos metros más adelante nos espera el albergue. Se encuentra a 200 metros del casco urbano de la localidad y es de propiedad municipal.



En la Plaza Mayor el reloj del ayuntamiento ya había dado las cinco de la tarde, la hora no era la ideal para pasear por el pueblo, el sol estaba fuerte y en sus calles no había un alma. Todo el mundo parecía estar disfrutando de la siesta.
Paseaba por el pueblo buscando algún lugar abierto donde tomar algo fresco, pronto encontré un bar cercano a la plaza de la iglesia, parecía abierto, en su interior había unos paisanos del pueblo enfrascados en una partida de cartas. Entre ellos el dueño del bar, al percatarse me atendió amablemente, le pedí una cerveza con limón.
Me la tomé en un jardín con césped y algo muy deseado, una buena sombra. Me descalce y posé mis sufridos pies sobre su fresco césped, desde allí me embelese con una hermosa vista, la de la Ermita de Santa María del Castillo en lo alto del cerro, situado junto a una de las colas del embalse de Ricobayo.



Una vez refrescado mie dirigí hacia ella, eso si tuve que ir por la carretera, ya que el camino estaba bajo el agua del embalse. Por desgracia estaba cerrada, me hubiese gustado ver la talla de la Virgen del Castillo, patrona de la localidad. Desde su mirador de puede disfrutar de unas hermosas vistas del pueblo y del embalse.

Los restos más antiguos del pueblo se encuentran en el muro norte de esta ermita, siendo probablemente románicos del s. XII, como confirman los canecillos que quedan aún visibles.



Junto a la ermita se encuentra su cementerio, en su puerta cuenta una inscripción de 1978 que dice:
"Aquí termina el reino de la vanidad y empieza el reino de la eterna verdad".

Los cementerios son un lugar repleto de vidas, personas que ocuparon nuestro pasado y que aquí se les rinde homenaje. Es el recuerdo de una sociedad, una lección viva de la vida. 

Me gusta visitarlos, leer sus epitafios. Algunos de ellos son muy curiosos, algunos desean ser recordados tal como fueron. Quién no conoce el célebre epitafio "Perdonen que no me levante" atribuido a Groucho Marx.

Este otro aparece en el cementerio de León y dice:
"Estoy muerto. Enseguida vuelvo".

Cementerio de Osuna Sevilla:
"Recuerdo de tus padres que nunca te olvidan y mi esposo me olvidó al mes de fallecida". 

Águilas (Murcia):
"Perdone que no asista a su entierro".

Vitoria:
"Que conste que yo no quería”.

Coria (Cáceres):
"Estoy aquí en contra de mi voluntad".

Valencia:
"Aquí yaces y haces bien, tú descansas, yo también".

Y por último, una frase que se me quedó marcada en la memoria:
“¿Que os gustaría que dijeran de vosotros el día de vuestro funeral?
Fue una buena persona; era un gran profesional de... Pues yo desearía que exclamaran:
¡Hostias, se mueve!.


Estamos en plena Comarca de la Tierra del Pan, en la parte central de la provincia de Zamora.
Es difícil precisar la fecha del primer asentamiento humano en Montamarta. Existe documento del siglo XII donde aparece ya su nombre.
Históricamente ha sido un enclave importante, así lo confirma la relevancia del Monasterio de los Jerónimos en torno al año 1500.


Actualmente el monasterio de los Jerónimos está en ruinas, de él solo se conserva la fachada principal. Según he leído la fundación del Monasterio de Montamarta se debe a desavenencias internas en el monasterio de Guadalupe, que provocan la salida de uno de los bandos de la casa para crear otra nueva.
De esta manera trece monjes emprenden camino hacia tierras zamoranas, lugar de procedencia de uno de los monjes que lideraban el grupo, fundando en 1407 el monasterio de Nuestra Señora de Montamarta.
El nuevo monasterio ocupa durante sus primeros años varias ubicaciones, la primera junto a la ermita de San Miguel y posteriormente en unos peñascos en el río. Ninguna tenía unas condiciones mínimas de habitabilidad, por lo que los monjes buscaron rápidamente un lugar cercano al pueblo.
Todos estos sucesos extraordinarios que narramos a continuación ocurridos en torno a estos primeros momentos de creación del nuevo monasterio no hacen sino aumentar la fama de santidad de los monjes.  
Las noticias llegan pronto a la ciudad de Zamora y muchas familias nobles comienzan a enviar a sus hijos a formarse al monasterio; no transcurre demasiado tiempo hasta que los zamoranos solicitan su traslado a la capital, ocurriendo éste en 1535.


Las leyendas sobre sucesos o habitantes extraordinarios son habituales, y no hay monasterio que no cuente con alguna entre sus muros, personajes o el entorno donde se asientan los edificios. El monasterio de San Jerónimo de Montamarta es un buen ejemplo de ello. Durante los aproximadamente 127 años que los monjes permanecieron en Montamarta antes de trasladarse a Zamora nos encontramos con monjes que andan sobre las aguas, luces que señalan el lugar adecuado para la construcción del edificio o muertes de religiosos en extrañas circunstancias.


El pueblo es pequeño, pero en él hay rincones que no podemos dejar pasar.
En la Plaza Mayor se encuentra la Iglesia de San Miguel Arcángel.



Hasta 1726 la Iglesia Parroquial de San Miguel estuvo situada junto al arroyo de Zapardielo de la Cancilla, pero ya en el 1720 parece que no estaba muy habitable, pues el Obispo «no la visitó por estar arruinada del todo y haberse consumido las especies sacramentales».


Se llevaron la Iglesia a la Plaza  el 26 de Marzo de 1726, era de reducidas dimensiones según se desprende del escrito que el Ayuntamiento y el párroco de San Miguel dirigen al obispo de Zamora en 1864 solicitando «... se haga una iglesia nueva o bien se amplíe esta de San Miguel que situada en posición plana y en medio de la plaza pública, pero tan reducida y pequeña que no es capaz de recibir cómodamente una tercera parte de la población y más atendiendo a su progresivo aumento...».


No parece que le hicieran mucho caso, pues pasados más de cuarenta años, en 1909, el tema estaba más grave, donde además de ser pequeña se encontraba ruinosa, según se lee en carta del obispo de Zamora solicitando al Nuncio Apostólico de su Santidad en estos Reinos «... licencia canónica para la venta de un altar o retablo por el que se han ofrecido nueve mil pesetas para sufragar en parte las obras de la nueva iglesia por hallarse la vieja en estado de ruina completa, y además de mucha estrechez e insuficiente...».
Ahora sí, pues se pusieron a la obra de inmediato, comenzando el derribo de la iglesia vieja en noviembre de ese mismo año, quedando en pie solamente parte del muro de la espadaña donde aún se ve una lápida conmemorativa y un pequeño trozo de la pared que adosada a la espadaña mira al Mediodía...



Se emplearon mil trescientos carros de piedra que fue extraída una pequeña parte de la cantera de la Pedrera... y la restante del soto del Convento... Se invirtieron ochenta mil ladrillos traídos casi en su totalidad de la fábrica del Perdigón y dieciocho mil tejas que se tomaron en el Tejar de esta localidad. Todos los materiales dichos fueron allegados por las juntas de los vecinos del pueblo, quienes gratis y generosamente se brindaron a ello, habiendo traído los ladrillos desde la entrada de Zamora por el barrio de San Lázaro. Terminado el edificio y no contento el pueblo con haber verificado gratuitamente a los arrastres, contribuyó al ornato del nuevo templo con la cantidad de ochocientas pesetas.


Así mismo el vecino del pueblo Severiano Martín Fernández donó a la Iglesia un reloj de torre «de los de ocho días cuerda», donativo sin participación alguna por parte del Ayuntamiento. Costo el reloj 1.700 pesetas y 500 su instalación, pagado todo por el citado vecino. A la vez de la Iglesia se estrenó el Retablo que fue traído de Valencia y costó 2.000 pesetas.
Pues bien, esta es la pequeña historia de estos 100 años de la nueva iglesia de San Miguel, pero la parroquia como tal es mucho más antigua. La primera vez que aparece en documento escrito zamorano la Iglesia de San Miguel de Montamarta «eclessie sancti Michaelis de Montamarta» es el 1 de Mayo de 1234 (A.C.Z. leg12, doc2.).


En un lateral de la iglesia se levanta la escultura en homenaje al Zangarrón, obra del artista Ricardo Aparicio Gago.



Los primeros días de enero tiene lugar en este pueblo una fiesta muy peculiar. En ella destaca un personaje muy singular, El Zangarrón, según la tradición, este personaje típico de las fiestas de antruejo que sale a la calle los días de Año Nuevo y Reyes, deambula durante la primera parte de la jornada por las calles de la localidad pidiendo el aguinaldo, unos donativos que introduce en su peculiar camisa.



La indumentaria de este popular personaje es única, a modo de "diablo": se compone de dos toallas, una de color marrón o rojo en una de las piernas (según el día de celebración) y amarillo en la otra pierna, que se cosen a cada una de ellas simulando un pantalón del que se prenden flores de papel. A modo de blusa porta una colcha anudada y cosida en parte con una abertura para guardar el zurrón con el aguinaldo y el chorizo que ofrece a los corredores una vez atrapados.
A la espalda le cuelgan tres cencerros, mientras que la cara la cubre con una extravagante y peculiar careta de corcho de color negro o rojo, coronada por dos orejas de liebre y más flores de papel de colores.  
Como arma, el Zangarrón lleva consigo un tridente con el que azuza a los mozos solteros que atrapa con gran astucia.
En la plaza del So, junto a la carretera se encuentra el Bar-Restaurante Rosamary, al pie de la N-630, es una referencia obligada en el Camino de Santiago de la Vía de la Plata. Hacen un bacalao a la vizcaína para chuparse los dedos (todos). 


El camino sale desde el pueblo por un camino que atraviesa el embalse, pasamos bajo la ermita, aconsejamos subir y visitarla, (km 20,6 de la etapa) desde el mirador podemos alcanzar unas vistas impresionantes.
Salimos de la ermita pasando primero por el cementerio municipal, giramos a la izquierda y tras un repecho llegamos hasta un miliario conmemorativo de la Vía de la Plata, también podemos disfrutar de unas bonitas vistas de la población y del embalse. desde la loma bajamos hasta la pista. El camino continua por una cómoda pista, tras unos seis km viramos a la derecha pasando bajo las vías del FF.CC.


Tras el puente las flechas nos indican virar a la izquierda por un camino paralelo a las vías, lo dejamos por la derecha por un camino que nos lleva a una zona arbolada, volvemos a girar a la derecha llevándonos hasta la carretera y autovía, la superaremos por un puente. (km 24,3 de la etapa).


Tras el puente las flechas nos indican tomar un camino paralelo a la autovía, seguimos las indicaciones de las flechas amarillas, tras unos 3 km aproximadamente el camino nos lleva hasta una antigua carretera, seguimos por ella, pasaremos por un puente con el embalse a nuestra izquierda, seguimos por la vieja carretera hasta que llegamos a un puente que cruza la autovía. Al otro lado nos espera el embalse, desde este punto hay unas vista espléndidas del embalse. Viramos a la derecha por un camino que nos lleva hasta las ruinas de la antigua Castrotorafe. (Km. 29,6 de la etapa)


Castrotarafe fue una importante ciudad del siglo XI que custodiaba el puente sobre el río Esla y que fue abandonada definitivamente en el XVIII. Algunos historiadores han situado aquí una mansio de la calzada romana conocida como Vico Aquario. Se conservan sus lienzos de muralla, construidos con mampostera pizarrosa y mortero, lo que apunta la solidez defensiva de lo que fue una fortaleza en tierras fronterizas.
Su puente, en ruinas desde que se derrumbó, en el siglo XVI, solo conserva parcialmente sus pilares.
La iglesia subsiste como ermita hasta el siglo XIX (quedan los restos de su retablo mayor), siendo saqueada por las tropas napoleónicas.
Esta villa fortificada fue declarada bien de Interés cultural el 3 de junio de 1931.
Toda la villa, que ocupaba una extensión de 4.709 m², se hallaba protegida por una muralla de piedra. Ésta tenía un perímetro de más de un kilómetro y se extendía de manera irregular contando con el castillo en su esquina noroeste.
En sus muros se abrían dos puertas, una para acceder a la villa y otra para acceder al puente. En cuanto al recinto interior, su planta es parecida a la del exterior, con dos torres en el lienzo sur, obra en sillarejo, más cuidada que el resto de los muros. El espacio interior está completamente arruinado.
Los orígenes de la población quizás se encuentren en la mansio romana de Vico Aquario, situada en la Vía de la Plata. Sin embargo, Castrotorafe no aparece mencionada hasta 1129.


Con la independencia de Portugal en 1139, su importancia como emplazamiento estratégico aumentó, y es posible que la población apoyase a los separatistas lusos por lo que el monarca manda derruir sus murallas.
A principios del siglo XIII su puente tendría importancia, pues doña Urraca, viuda del rey Fernando II, le es concedido el derecho de portazgo (se cobraba dinero por todos los productos que pasaban por el puente).
Tiempo más tarde aparece en manos de la Orden de Santiago (fundada en 1160 por unos caballeros leoneses, reinando Fernando II, para defender a los peregrinos que acudían a visitar y rendir culto al apóstol Santiago), convirtiéndose en capital de dicha Orden.


En 1351, hasta allí se dirige el rey Pedro I de Castilla para que le sea entregado Juan de Alburquerque, el cual, al perder el favor real se había refugiado en esta villa, para después huir a Portugal. Pedro I cede su posesión a Men Rodríguez de Sanabria. Enrique II de Castilla hará arrasar el castillo como represalia al apoyo que aquel había prestado a su hermano Pedro en la guerra civil que hubo en Castilla para hacerse con el trono.


Ya en el siglo XV, en la guerra de sucesión a la Corona de Castilla entre el bando castellano-portugués, que apoyaba a Juana la Beltraneja como reina, y el bando castellano-aragonés, que apoyaba a su sobrina, la futura Isabel la Católica, el ejército portugués llegará a apoderarse de la villa, aunque no del castillo, cuyo cerco levantará ante la presencia de Fernando el Católico en la ciudad de Zamora.


Tras la guerra, pasa de nuevo a depender de la Orden de Santiago.
A partir de ese momento y debido en gran medida a una serie de pestes que asolan la comarca desde el siglo XVI, entra en un capituló de silencio, hasta el siglo XVIII, en el que comienza el proceso de despoblamiento de la villa, llegando hasta el estado de ruina y abandono que se halla actualmente, aunque puntualmente se utilice para romerías, algún festival de folk y representaciones teatrales.





El camino no entra en el recinto pero esta ciudad medieval merece al menos una visita. Dejamos las ruinas de la fortaleza siguiendo las indicaciones de las flechas amarilla, el camino no tiene perdida, tral poco más de 1 km un mojón con flecha amarilla nos indica tomar un camino a la derecha, tras otro kilómetro entramos en nuestro final de etapa de hoy, Fontanillas de Castro.


Este pueblo conserva algunas casas significativas por su construcción, pero sobre todo, destaca la humilde iglesia de la Inmaculada Concepción. En Fontanillas tenemos uno de los albergues de acogida tradicional más queridos de este camino, gestionados por hospitaleros voluntarios, lleva el nombre de la antigua ciudad de Castrotorafe, sus hospitaleros son voluntarios, Ángela y Paco, dos ángeles del Camino y excelentes hospitaleros.





Vía de la Plata / Etapa 21. El Cubo del Vino - Zamora



Etapa larga que nos lleva a la hermosa capital zamorana, una joya románica con un bello casco histórico. Transitamos por rectas infinitas entre extensas llanuras de campos de cereales y escasa sombra.

Comenzamos la etapa con el pensamiento puesto en el día anterior, lo pienso y me dan escalofríos, fue un paso por el infierno y también por la Gloria. En esta vida estamos para aprender y llenarnos de experiencias, en nosotros está no volver a tropezar con la misma piedra. 

Comenzamos la jornada junto a la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán, junto a su crucero la primera placa conmemorativa colocada por la Fundación Ramos de Castro. A los pocos metros superamos el Arroyo por un puente, a unos cincuenta metros salimos de la carretera y giramos a la  izquierda por una pista junto a una chopera.



Caminaremos durante algo más de 5 kilómetros acompañados a nuestra izquierda por la antigua vía del tren entre Salamanca y Zamora y de las señales oxidadas de "Ojo al tren, Paso sin guarda". 

Llegamos hasta un panel colocado por el Ayuntamiento de Corrales del Vino con la leyenda Siste Viator, con un breve repaso a la historia de estas tierras que ahora pisamos.
Son los Cistercienses en 1143 los que van a repoblar esta tierra apoyándose en la Hospedería de Martin Cid en Peleas de Suso, convertida más tarde en Monasterio Cisterciense, cuna de Fernando III el Santo. La vid desde la edad media fue el cultivo más importante de estas tierras, cuyas bodegas son auténticos monumentos.

Un mojón en un cruce nos indica girar a la izquierda, nos alejan definitivamente de las vías del tren. En cincuenta metros volveremos a desviarnos, esta vez por una pista a la derecha que parece no tener fin.



Continuamos sin interrupción por esta recta surgida por la concentración parcelaria. En este punto me encuentro con un peregrino al que aún no conocía y de avanzada edad, se recreaba en el hermoso paisaje de campos dorados invadido por la luz de la mañana, caminamos un buen trecho juntos deleitándonos con el paisaje.

Los campos de viñedos se hacen más patente en esta zona que comienza a descender suavemente, un miliario conmemorativo con la inscripción “Vía de la Plata. Villanueva de Campeán" nos anuncia la siguiente población. 
El camino de la derecha lleva hasta las ruinas del convento Franciscano del Soto. Nosotros seguimos recto continuando la marcha para alcanzar otro miliario similar y tras cruzar una carretera entramos en Villanueva de Campeán ( Km 13,2 de la etapa ). 




La historia de Villanueva de Campeán comienza años después de la construcción del Convento del Soto 1406 situado a las afueras del pueblo. El pueblo está situado en la falda del cerro de La Esculca.
El viejo edificio de la iglesia parroquial era de mampostería, con una sola nave cubierta de tejavana y una capilla mayor. Fue levantada en 1794 por Manuel de Sipos. Tenía una pequeña puerta de arco de medio punto volteada con arquivoltas lisas y canecillos populares, algunos labrados con forma de cabezas humanas, que indicaban modelos de tradición románica. En el primer cuarto del S. XVII se levanto otra espadaña por los canteros Francisco de Villa y Francisco de la Portilla. Y otra más en 1793. La tercera sería la espadaña actual, obra de José Pérez. Se construiría con piedras de las canteras de Peñausende y con lo aprovechable de la anterior.

La calzada romana atraviesa el pueblo de norte a sur. Villanueva de Campeán, toma su nombre, del cercano arroyo de Campeán, que es afluente del río Duero. Una de las joyas de su patrimonio es el convento franciscano de Nuestra Sra. del Soto, declarado como Bien de Interés Cultural.
Aunque por su estado ruinoso y por estar dividido en varias propiedades privadas no se puede ver desde el interior, desde el exterior se puede apreciar el esplendor de antaño y su magnífica Huerta. Incluido en la lista roja de patrimonio en peligro. Existen tres grandes bodegas que ofrecen vinos tintos jóvenes de calidad y de otros tipos, como blancos, cabernet sauvignon, etc. También hay bodegas familiares, que solamente producen tintos jóvenes, y aguardiente en algún caso.

Esta localidad puede ser un hermoso final de etapa ya que dispone varios alojamientos. Hacemos una breve parada en el bar para también reponer fuerzas y enseguida continuamos.



Esta pequeña población se atraviesa de sur a norte por la calle Calzada, tras cruzar otra carretera aparece de nuevo una larga pista. Un nuevo miliario conmemorativo nos despide del pueblo. Cruzamos sobre el arroyo de los Barrios en unos novecientos metros, le siguen un par de kilómetros por una pista sin cruces que nos confundan para llegar a la siguiente población, San Marcial. Al llegar a un cruce el camino de la izquierda se dirige al pueblo, nosotros tomamos el de la derecha. En breve pasamos sobre un arroyo y giraremos de nuevo, pero esta vez hacia la izquierda por una nueva pista, con la vista de San Marcial a nuestra izquierda seguimos por un camino que asciende hasta una loma. En la subida apreciamos la localidad de El Perdigón, a nuestra derecha. Continuamos hasta llegar a una carretera desde donde se divisa en la lejanía la ciudad de Zamora, aún distante 11 kilómetros.





Continuamos un kilometro aproximadamente por el arcén de la carretera, saldremos de ella por un camino que nace a nuestra izquierda antes de llegar al cruce de Tardobispo.
Este es un camino hundido entre los terrenos de labor, pasamos junto a una granja y varios rediles, nos reciben los ladridos y balidos de sus "habitantes".
Cuatrocientos metros más adelante giramos a la izquierda y luego a la derecha. Tras una recta de casi un kilómetro cruzamos el arroyo del Perdigón y nos encontramos con unos de los lugares mas emblemáticos de la etapa, un espacio conmemorativo a la paz y al entendimiento de las culturas, la islámica, judía y cristiana.


En julio de 2009 se inauguró este espacio tan especial, gracias al trabajo de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Zamora y la Fundación Ramos de Castro para el Estudio y la Promoción del Hombre.

El monumento está formado por tres monolitos de granito de cuatro metros de altura y once toneladas de peso. En el centro se encuentra "el brocal de las promesas", también cincelado en granito y que simula un pozo en el que los peregrinos podemos depositar piedras a la vez que formulan un deseo.


Cada monolito hace mención a un camino y los valores asociados a cada uno de estos itinerarios. Un monolito dedicado a la Vía Mirandesa, que se define como una calzada de la amistad y camino judío a la libertad. El segundo monolito está dedicado a la Vía de la Plata, que se destaca como punto de encuentro de culturas en la paz. El tercer monolito es para la Vía de la Dalmacia, recordando que fue calzada y camino peregrino de San Francisco.


Monolito Vía Mirandesa:
QUE LOS CAMINOS TRAIGAN PAZ Y LOS AMANECERES JUSTICIA QUE HERMANE A TODOS LOS PUEBLOS, QUE SOCORRA A TODOS LOS HUMANOS Y QUEBRANTE AL VIOLENTO. QUE DURE TANTO COMO EL SOL, COMO LA LUNA, DE EDAD EN EDAD.

QUE EL AMOR DE TUS PASOS, COMO RIEGO SOBRE EL CÉSPED COMO LLOVIZNA QUE EMPAPA LA TIERRA HAGA FLORECER LA VIDA, ABRACE FRATERNO A TODAS LAS CREENCIAS, Y SEA BÁLSAMO PARA EL NECESITADO.
QUE TU CORAZÓN LO PREGONE, DE MAR A MAR, MAS ALLÁ DE LA SENDA QUE AHORA ANDAS, HASTA EL FULGOR DE LAS ESTRELLAS.

Monolito Vía de la Plata:
DEJA AQUÍ PEREGRINO LA PROMESA QUE QUIERAS HACER GUÍA DE TUS PASOS Y LLAMA VIVA DE TU ALMA.
SU ESPÍRITU MOVERÁ EL CORAZÓN DE LA TIERRA Y ALGÚN DÍA FLORECERÁ EN LAS ESPIGAS DEL PAN DE LOS HAMBRIENTOS, SUSURRARA EN TODAS LAS FUENTES, CORRERÁ COMO RÍOS, SACIANDO LA SED DE JUSTICIA, VOLARÁ A LAS NUBES Y SERA RAYO DE SOL PARA LOS TRISTES.
PORQUE LA VERDAD DE LAS PROMESAS ES SIEMBRA AMOROSA, DESTELLOS DEL SER, QUE ESPERA Y NECESITA EL MUNDO NUEVO, SOLIDARIO Y EN PAZ.

DEJA AQUÍ PEREGRINO LA PROMESA Y SEA CUAL SEA TU ANDADURA HABRÁS HECHO CAMINO ANTES DE LLEGAR.

Monolito Vía de la Dalmacia:
EN ESTE CRUCE DE LA SENDA QUE AHORA ANDAS ANTIQUÍSIMO CAMINO DEL ALBA DE LA HISTORIA CONFLUYEN LAS CALZADAS:

VÍA DE LA PLATA, LA MIRANDESA Y LA DALMACIA. ES ENTRADA DE CREENCIAS, CULTURAS Y COMERCIO VÍA DE CONQUISTAS, RECONQUISTA Y REPOBLACIÓN.
CAMINO MOZÁRABE QUE HIZO A SANTIAGO PASO DE SAN FRANCISCO AL ENCUENTRO DEL ISLAM.
SALIDA DE JUDÍOS QUE ECHABA EL DESAMOR Y SIEMPRE ENCUENTRO DE PUEBLOS, IDEAS Y DE FE.

AÑADE CAMINANTE EN TU ANDADURA LA TOLERANCIA Y EL VALOR AL DIFERENTE, QUE NECESITAMOS, COMO PARTE DEL MISMO AMOR QUE TODOS SOMOS, PARA JUNTOS HACER UN MUNDO MAS HUMANO, Y EL ENCUENTRO DE CREENCIAS Y CULTURAS, EL CAMINO FLORECIDO DE LA PAZ

A. Ramos de Castro


Dejamos atrás el brocal de las promesas y continuamos en la "caza· de Zamora. Tras una pista cruzamos una carretera que lleva a un polígono industrial cercano. Como siempre hacemos caso a nuestra compañera la flecha amarilla que siempre nos indica el camino a seguir,  un tramo desdibujado nos lleva hacia unas naves agrícolas. Pasadas estas, llegamos por fin a zona habitada, al frente ya tenemos Zamora al alcance de la mano.


Dejamos a un lado una fábrica de hormigones, y cruzamos la carretera descendiendo por la calle de Fermoselle que nos lleva hasta la iglesia de San Frontis, situada en la plaza del mismo nombre. Su origen data de comienzos del siglo XIII, aunque de la construcción románica original poco queda hoy en día. Inicialmente fue la iglesia y hospital de peregrinos fundado por Aldovino, un monje del grupo de francos que ayudó a repoblar Zamora. Aldovino era natural de la comarca de Périgord y por ello dedicó la iglesia al santo patrón de su tierra, San Front, fundador y primer obispo de la iglesia de Périgueux. Su epitafio se conserva en el interior del templo, en el que fue enterrado en 1215.


Avanzamos por un paseo paralelo a la orilla del río Duero, en él apreciamos algunos restos del puente viejo que aún se mantienen volteados y luchando contra la corriente. Continuamos nuestros pasos por el bonito paseo hasta llegar al imponente puente medieval de Zamora.




El Puente de Piedra de Zamora es uno de los cinco que atraviesan el río Duero a su paso por la capital. Construido en el s. XII, y reformado en varias ocasiones, es en la actualidad uno de los símbolos más representativos de la ciudad. Consta de dieciséis grandes bóvedas. En un principio el puente tenía almenas en los pretiles, reforzando su condición de “puerta de la ciudad”, posteriormente fueron eliminadas. Además, hasta hace poco tiempo el puente contaba con dos torres defensivas en los extremos del mismo. Durante siglos fue el único paso del río en la ciudad. Por su situación en la Ruta de la Plata, fue un importante lugar de paso del río Duero para personas, mercancías y rebaños trashumantes.



Salvado el río Duero por el puente entramos en Zamora (la romana Ocelo Duri) por la calle del Puente. Continuamos por la plaza Santa Lucía, donde se encuentra la iglesia del mismo nombre y el museo provincial. A continuación nos espera la cuesta de San Cipriano, giramos a la derecha y llegamos a nuestro deseado albergue de hospitalidad tradicional, situado junto a la iglesia de San Cipriano.





Una vez repuestos con una buena ducha y ropa limpia nos zambullimos en una visita al románico de Zamora. Esta ciudad atesora en su casco urbano la mayor concentración de iglesias románicas de todas las ciudades europeas, de allí su apodo de "La ciudad del Románico".

Los orígenes de Zamora se remontan a la acrópolis asentada sobre este lugar estratégico para dominar el río Duero, al parecer por un pueblo hispánico prerromano denominado vacceo que se encontraba también extendido a ambos lados del Duero por diversas zonas. Más tarde, ocupada ya por los romanos, le dieron el nombre de Ocellum Duri u Ocelodurum, destacando ser un importante cruce de caminos los ramales de la Calzada romana de la Plata o Vía de la Plata que, procediendo de Mérida, conducían hasta Astorga y Zaragoza.
Las invasiones germánicas hacen que pase a ser territorio visigodo de gran importancia al convertirse en el límite de los asentamientos visigodos y suevos al caer el imperio romano.

En el año 569 aparece citada en las Actas del Concilio de Lugo con el nombre de Semure, al igual que en algunas monedas de entre los años 610 y 620. Azemur o Medina Zamorati fueron también breves denominaciones musulmanas.
Tras la Batalla de Calatañazor fue conquistada definitivamente por los cristianos, siendo reconstruida y repoblada por Fernando I, llamándola "Zamora la bien cercada" en su testamento, quien la entregó en feudo a su hija Doña Urraca que pasaría a ser reina de la ciudad. En el año 1.072, su hermano Sancho II quiso arrebatársela sin llegar a conseguirlo, muriendo entre sus muros, tras un asedio de más de siete meses en el que los zamoranos resistieron con valor al cerco sometido, naciendo ahí la conocida frase "No se ganó Zamora en una hora".

El asesinato del monarca es recordado por el "Portillo de la Traición", el cual, según la  tradición, fue atravesado por Bellido Dolfos, perseguido por El Cid tras cometer el crimen. Es de resaltar la curiosidad del nombre de "traición", pues fue lo que permitió a la ciudad librarse del cerco y asedio.

En el siglo XII es cuando surgen la mayoría de las iglesias y nobles mansiones por la ciudad. Como principal estilo, el románico, algo que está latente en las numerosas construcciones de aquella época y ha proporcionado a Zamora la denominación de Ciudad del Románico, un legado histórico que se puede disfrutar en la Zamora de hoy en día, una ciudad donde conviven en perfecta armonía el pasado y el presente.

El recorrido por la ciudad monumental de Zamora comienza por lo más cercano al albergue de peregrinos, la iglesia de San Cipriano, levantada durante la segunda mitad del siglo XI, siendo por tanto una de las construcciones religiosas más antiguas de la ciudad. Su rústica construcción en piedra, ese interior tan llamativamente amplio, su ubicación en uno de los extremos del casco antiguo de la ciudad (a modo de atalaya sobre el río Duero), y la enorme ingenuidad de sus relieves hacen al conjunto especialmente atractivo.


Su característica principal es la de presentar un interior de una única nave muy amplia, que sin embargo se remata en el presbiterio con una triple cabecera de testero plano. Parece ser que hubo reformas de este interior ya en el siglo XII, tendentes a eliminar las tres naves preexistentes para dar al conjunto una mayor amplitud, trazándose unos colosales arcos apuntados de extremo a extremo, para sostener los apoyos de una sencilla cubierta de madera. Es por tanto la parte de la cabecera la más antigua de las estructuras conservadas del templo. Y, precisamente, esa disposición de las tres capillas de testero plano constituye el elemento más destacado de la iglesia, que podemos considerar una clara influencia de la arquitectura visigoda. Estos "ábsides" se abren al exterior mediante pequeñas saeteras en cuyos tímpanos aparecen interesantes relieves. Además, en uno de ellos podemos observar aún in situ una reja de cierre, del siglo XII, que debe ser, por lo tanto, de las muestras de forja más antiguas del país.
Hay otros relieves (quizás traídos de otras iglesias de la ciudad), también muy interesantes, en la parte exterior que mira hacia el río.

El primer lugar obligado sin duda, es llegar a la Oficina de Turismo de la calle Santa Clara para recoger un plano turístico de la ciudad, son tantos y tan buenos los monumentos a visitar, que se hace imprescindible conseguir uno de estos planos, para poder disfrutar de todo lo que esta ciudad nos ofrece.



Por cercanía volvemos sobre nuestros pasos hasta la Plaza Mayor, en ella me encuentro al peregrino alemán que ensimismado por el paisaje hacía fotos sin cesar. Hablaba un correctísimo español, nos tomamos una refrescantes jarras de cerveza y cambiamos impresiones de la etapa de hoy.

Haciendo honor a su ubicación geográfica, la Plaza Mayor de Zamora es una plaza típicamente castellana, de planta cuadrada, empedrada, y rodeada de edificios de poca altura con soportales. Se encuentra en pleno casco histórico y es peatonal. En esta plaza caben destacar tres edificios bastante importantes: El Ayuntamiento (o casa de las Panaderas), el Antiguo Ayuntamiento (sede de la policía local), y la Iglesia de San Juan Bautista (o de Puerta Nueva).
Junto a la portada de la iglesia de San Juan nos encontramos con "El Merlú", una escultura alegórica a la Semana Santa zamorana.

Después de la Catedral, esta iglesia de San Juan Bautista es la más importante de Zamora ya que sus portadas han sido declaradas Monumento Histórico del Patrimonio español, y su rosetón de rueda de carro es el emblema de la ciudad.
La iglesia está apodada "de Puerta Nueva", pues se halla sobre una de las puertas del recinto amurallado de la ciudad, que tras las sucesivas reformas y ampliaciones de la plaza quedaron bajo ella.


La iglesia fue construida a finales del siglo XII - principios del XIII, aunque a lo largo de su historia ha sido reformada y ampliada en numerosas ocasiones. Originariamente tenía tres naves, aunque Gil de Hontañón la redujo a una en el siglo XVI. Del siglo XIII se mantiene el gran ventanal gótico; en el XVI se reformaron las capillas y se reconstruyó la torre derrumbada; en el XVIII se sustituyeron las bóvedas por un artesonado mudéjar.

En su interior contiene valiosos retablos y tallas, obras de maestros zamoranos del barroco y del renacimiento como el Retablo de la Virgen de la Consolación de Ruiz de Zumeta o el Retablo del altar mayor, dedicado a San Juan Bautista.




En la Plaza Mayor confluye la calle de Ramos Carrión que nos lleva hasta la Plaza de Viriato, uno de los centros neurálgicos de la ciudad de Zamora. Destaca por el gran número de monumentos e inmuebles importantes que en ella se congregan. La plaza también tiene numerosos establecimientos hosteleros, con terrazas. De esta plaza salen dos de las calles de mayor solera de la ciudad: la Rúa de los Francos y la de Ramos Carrión.

La sombra que proporcionan plataneros chinos, que se entrelazan, hacen de la plaza un lugar agradable. El pavimento empedrado de la plaza es bastante reciente, pues todo el que va desde la Plaza Mayor a la Catedral se realizó a fines del Siglo XIX. El casco antiguo zamorano se remozó en 2001, gracias a la Exposición de las Edades del Hombre.
En la plaza se levanta una estatua dedicada a Viriato, terror romanorum, pastor natural de Torrefrades que logró ocho victorias frente a las legiones romanas en el S.II a.C, representadas cada una de ellas en las franjas de la bandera de la ciudad, la Seña Bermeja, de 1883.


En la misma plaza de Viriato se encuentra el Parador de Zamora o Palacio de los Condes de Alba y Aliste..
Palacio renacentista de principios del S.XVI, aunque la portada Patio interior austera y muy transformada es de finales del S.XV.
Sobresale en su interior un amplio patio rectangular, con galería de arcos sobre columnas de tipo corintio.
En la planta principal aparecen, en la intersección de los arcos, bustos de héroes con sus nombres correspondientes, mientras que en la superior, son sustituidos por escudos de familias nobles de la época.
Es de admirar también la escalera que se abre con dos arcos escarzanos sobre columnas rematadas en candelabros y frisos.
Actualmente alberga las instalaciones del Parador Nacional de Turismo de Zamora.




Continuamos nuestro paseo por la Rua de los Francos, eje viario de la urbe medieval. En ella nos encontramos con uno de los templos románicos más importantes de la ciudad de Zamora, la iglesia de Santa María Magdalena.
No hay constancia cierta de la fecha de su construcción, si bien se la cita en un documento de 1157 por el que la hermana de Alfonso VII, doña Sancha, realiza una donación a la catedral zamorana. También se hace referencia a esta iglesia en el Fuero dado a la ciudad de Zamora por Fernando II, luego confirmado por Alfonso IX. En su construcción debió intervenir el maestro Giral Fruchel, el mismo a quien se atribuye la parte románica de la catedral de Ávila, quien hizo una legación testamentaria a favor de Santa María Magdalena.
Se trataría, pues, de una edificación de la segunda mitad del siglo XII y principios del XIII. Perteneció a la Orden de San Juan y según parece ante su portada se administró justicia durante algún tiempo.

Edificio de un sola nave y de planta rectangular que se une al semicírculo del ábside por un tramo recto. Destaca la portada sur con un rosetón de lóbulos con guarnición de puntas de diamantes en la parte de arriba, y en la parte baja la puerta cuyos arcos descansan en cuatro parejas de columnas de capiteles labrados que efigian dragones, aves híbridas con cabezas humanas y animales fantásticos. Las arquivoltas se cubren con abundante decoración vegetal, y entre ello se esconde un obispo con casulla, mitra y báculo que es tradición buscar. La orla que guarnece las arquivoltas lleva cabecitas sonrientes enmarcadas por tallos, todo un estudio en piedra de la risa humana. Las otras portadas son más sencillas y austeras.



En el interior del templo hay dos piezas de gran valor que confieren a la iglesia su mayor originalidad y riqueza: en primer lugar los dos tabernáculos incrustados en los ángulos delanteros de la nave y cubiertos con bóveda de cañón y lo que es más importante, el sepulcro de una dama desconocida cuya figura yacente aparece empotrada en el muro con dos ángeles encima portando su alma. Esta iglesia fue declarada Monumento Nacional en 1910.


Continuamos por la Rúa de Francos hasta llegar a la iglesia de San Pedro y San Ildefonso, posiblemente, la mejor y más grande parroquia de Zamora. Sita en la plaza de igual nombre, donde confluyen la Rúa de los Francos y la de Notarios, guarda, tradicionalmente, los restos de San Ildefonso y de San Atilano. Aquéllos fueron traídos por los mozárabes toledanos que repoblaron la ciudad en época de Alfonso III el Magno, mandados por Ordoño I desde Oviedo. Mientras que San Atilano, obispo zamorano del 900 al 919, fue enterrado aquí. Para unos, ambos aparecieron durante la ampliación del templo en 1260; para otros, el hallazgo de San Atilano sucedió entre 1522 y 1534, en contra de la inscripción de la capilla mayor, que cita el 1496.
Reyes y papas reclamaron los restos de San Ildefonso desde Toledo. Las negativas culminaron con la creación de la Congregación de Caballeros Cubicularios encargados de vigilar las reliquias.

De origen visigodo, pudo ser catedral desde el 900 hasta la elección de San Salvador. Reedificada a fines del XI, se reformó en el XII y el XIII. De 1270 a fines del XV, tuvo tres naves, pero el cardenal y obispo zamorano Diego Meléndez de Valdés ordenó dejar una sola nave con bóveda de crucería, lo que obligó a poner arbotantes, retocados en el XVIII, y a cambiar el ábside central y el coro. En el XVII, se reedificó la sacristía (la puerta es de 1773), se construyó la capilla de Gabriel López de León, y se reformó la capilla mayor, el santuario y la torre, restaurada, de nuevo, en el siglo XVIII y en el XX. De 1721 a 1723, Joaquín de Churriguera reparó el interior y construyó la portada oeste.
A fines del XVIII, se hizo la portada neoclásica del norte bajo la que está la primitiva puerta románica de tres arquivoltas de medio punto, que descansan en imposta zamorana. Esta, se apoya en tres pares de columnas con capiteles de hojas carnosas y volutas.



Por la calle Rúa de los Notarios nos dirigimos hacia la Catedral de Zamora, junto a esta el Parque del Castillo y la iglesia de San Isidoro.

La iglesia de San Isidoro en un primer momento estaba pensada para construirse en conmemoración al paso de las reliquias de San Isidoro por la ciudad, lo cual ocurrió en el año 1066. Sin embargo, el edificio no data de ese momento, sino que se construiría aproximadamente un siglo más tarde. La fecha más aceptada es 1178, siempre teniendo en cuenta un margen de error. Históricamente la fundación suele ser atribuida a Sancha de León, pues fue ella quien promovió el traslado del santo que da nombre a la iglesia de Sevilla a León. El templo se erige dentro del primer recinto amurallado de la ciudad de Zamora. Su ubicación desde el punto de vista constructivo no es baladí, pues se enmarca en uno de los principales ejes de la ciudad, muy próxima a la Catedral y al Portillo de la Traición. Está, por tanto, en una de las zonas más altas de la ciudad zamorana.


La Iglesia de San Isidoro tiene multitud de elementos románicos de corte arcaico. Se trata de un edificio con una sola nave, la cual cuenta con una capilla mayor de planta cuadrada. Se trata de un templo único, pues el interior está conservado prácticamente de manera original. Por ejemplo, el arco triunfal apuntado y el hastial con rosetón de trazos sencillos datan de los primeros momentos.
Es interesante desde el punto de vista artístico la parte exterior, pues tiene dos portadas con arcos concéntricos, decoradas con jambas lisas sin ningún tipo de artificio, lo cual es poco común. Siguiendo con la decoración, sobre la puerta hay un busto que se suele interpretar como un ángel, por su forma antropomorfa. Toda la parte exterior está reforzada con contrafuertes rectangulares.
El estado de conservación del templo es magnífico, pese a estar en una de las partes más altas de la ciudad y por ende estar expuesta al desgaste del viento constantemente.
El ayuntamiento zamorano la incluye dentro de las rutas turísticas de la ciudad, por lo que es frecuente verla rodeada de visitantes, los cuales disponen de toda la información del edificio en los paneles informativos que lo rodean.

Junto al Parque del Castillo se encuentra la Catedral de Zamora, construida en las décadas centrales del siglo XII y patrocinada por el rey Alfonso VII el Emperador y su hermana Doña Sancha.
La cierta celeridad de su construcción permitió una gran unidad de estilo, dentro de los cánones borgoñones clásicos, aunque se introdujeron sustanciales novedades en la cubrición por influencia cisterciense y oriental.

Originalmente, era una gran construcción de tres naves, crucero y sendos ábsides. De las torres previstas, sólo se llegó a levantar la septentrional, a los pies del templo, de porte robusto y ciertamente poco esbelta.
La cabecera se sustituyó en el siglo XV por otra gótica y el claustro se reemplazó en los siglos XVI y XVII.


Aunque todo el interior es digno de ser contemplado con cuidado, seguramente la parte más destacable de la catedral es el cimborrio, que para muchos es de origen bizantino, aunque no hay quien apunta que el origen es sencillamente francés.

La elegante articulación de arquerías, impostas, esculturas, etc., nos invita a pensar en lo que sería el templo original románico de esta catedral de Zamora antes de las reformas y la edificación de estancias parásitas que le agobian por todas partes.


Además del cimborrio, la parte mejor conservada y vistosa del exterior de la catedral de Zamora es el hastial del brazo sur del crucero, con su respectiva portada (la del Obispo) que constituye uno de los conjuntos más interesantes del románico español.

Además de la puerta propiamente dicha moldurada con varias arquivoltas, es reseñable el juego de arquerías ciegas y la articulación muraría mediante columnas estriadas y cornisas con arquillos. Se ha relacionado esta estructura con las del románico francés de Poiteau, Angulema y Santogne.


La visita a la catedral nos invita a continuar por el pasado de esta ciudad, nos trasladamos hasta el castillo de Zamora pasando por su hermoso parque.
Para acceder a los jardines y al mirador, conocidos como Parque del Castillo se atraviesa una puerta plateresca que nos habla de las reformas acometidas en la fortificación a principios del siglo XVI. Con posterioridad, bajo el reinado de Felipe V y más concretamente en 1704, las obras persiguieron modernizar el Castillo adaptándolo a los nuevos usos y tecnologías militares como la artillería.


Según las crónicas, el Castillo de Zamora comenzó a fraguarse durante el Reinado de Fernando I, en el siglo XI.
Su construcción se configuró en el siglo XIII, un periodo medieval tardío. Históricamente ha tenido importancia desde su edificación hasta siglos posteriores.
Se encuentra al lado de la Catedral, sobre una elevación natural de terreno que le confirió gran poder defensivo. De hecho, nunca fue un Castillo palaciego, sino una fortaleza en la que protegerse y desde la que proteger la ciudad.
El Castillo está compuesto por una serie de estructuras concéntricas: la muralla, un foso de gran profundidad, contrafoso, liza (espacio que hay al atravesar el puente levadizo, entre la muralla y el edificio), estancias y, el patio de armas.


Con la llegada de nuevos métodos de guerra como la artillería se descubrió que el Castillo ya no era tan eficaz, ya que los gruesos muros que impedían la entrada de flechas ahora eran vulnerables a los cañones. Por lo que se optó por rellenar poco a poco la liza, para evitar que sus muros se derrumbasen tras el disparo de estos artefactos.
En el destacan la Torre del Homenaje, la mas alta, que servía como último reducto de defensa y desde la que hoy en día pueden verse unas estupendas vistas de la ciudad y, en especial de la Catedral y de los jardines del recinto. Asimismo, las almenas constituyen estupendos miradores desde los que contemplar esta bonita ciudad.


En julio del año 2009 y tras cuatro años de obras, el Castillo volvió a abrirse al público para su visita. Para poder acceder a todas las zonas de la fortaleza y facilitar el acceso a las almenas se construyeron unas pasarelas que discurren por los distintos espacios.
Integrado en el Castillo y formando parte de su conjunto histórico y su estructura defensiva se encuentra el Museo Baltasar Lobo, en honor al escultor zamorano.



Desde lo alto del Castillo puede verse la iglesia de Santiago de los Caballeros, donde se dice fue armado caballero el Cid Campeador, hasta allí dirigimos nuestros pasos, volviendo al Parque del Castillo. Bajamos por el Portillo de la Traición hasta unos jardines y a la calle de la Vega que rodean las murallas.


Situada extramuros de la ciudad de Zamora, cerca del barrio de Olivares y del castillo de Zamora se encuentra la iglesia de Santiago de los Caballeros, también denominada a veces, Santiago de las Eras o Santiago el Viejo, es un templo de estilo románico.
Tiene una sola nave con ábside semicircular de bóveda de horno, tramo recto presbiteral y nave propiamente dicha, rectangular. Su proximidad al río, antaño muy propicio a las crecidas, le acarreó continuos desperfectos que han dejado huella en él. En la fachada sur, al igual que la fachada norte, presenta un tramo recto del ábside con una pequeña ventana rectangular. Tiene un contrafuerte roto en la interacción de la nave y el ábside.


La portada consta de dos arquivoltas lisas de medio punto apoyadas sobre impostas rudimentarias también lisas. El extradós conserva todavía unos tramos ajedrezados, algunos muy deteriorados.
Destacan en el interior las representaciones de los capiteles, algunas de muy difícil interpretación. Todos los capiteles interiores están rematados en sus ángulos por piñas.



La iglesia más pequeña de todas las de Zamora y la que más historia atesora. Esta iglesia está íntimamente ligada al Romancero Zamorano, ya que según la tradición en ella fue armado Caballero el Cid campeador por el Rey D. Fernando I de Castilla-León y la infanta Doña Urraca, que le calzó espuelas de oro.

Así, en el Romancero se dice:

"¡Afuera, afuera!, Rodrigo,
el soberbio castellano
acordásete debría
de aquel buen tiempo pasado
cuando fuiste caballero
en el altar de Santiago,
cuando el rey fue tu padrino,
tú, Rodrigo, el ahijado;"