Vía de la Plata / Etapa 16 - Aldeanueva del Camino > La Calzada de Béjar



Información actualizada: 22 de mayo de 2025


      Hoy nos espera una jornada intensa, aunque más corta en kilómetros que la anterior, con un recorrido de 22 km que nos llevará desde Aldeanueva del Camino hasta La Calzada de Béjar. A lo largo del camino alternaremos tramos de asfalto con sendas históricas, incluyendo la calzada romana y antiguos miliarios que nos recuerdan que pisamos un territorio atravesado durante siglos por viajeros, comerciantes y peregrinos.
La etapa de hoy nos invita a contemplar la transición del paisaje extremeño hacia la belleza montañosa salmantina, con ríos, castaños, robles y encinas acompañando nuestros pasos. Cada puente, cada miliario, cada ermita se convierte en una pequeña ventana al pasado, recordándonos que el Camino es también un viaje hacia la introspección y la armonía con la naturaleza.



      Comenzamos la etapa 16, desde el punto donde finalizamos la jornada anterior: la iglesia de Ntra. Sra. del Olmo, una de las dos que forman la parroquia de Aldeanueva del Camino. Tomamos la calle Severiano Masides, que nos conduce hasta la N-630 y nos saca de la población, dejando atrás un polígono industrial. Al final, alcanzamos una glorieta que tomaremos por la derecha para cruzar la A-66 por un paso elevado. Desde allí llegamos a otra rotonda y giramos a la izquierda para continuar por la N-630.

La etapa de hoy, aunque corta en kilómetros, presenta un considerable desnivel. Sin embargo, por carretera la subida apenas se hace notar. Nos esperan unos 10 km de asfalto que nos llevarán hasta Baños de Montemayor.

En los primeros 2 km pasamos junto a un área de servicio, la del Hotel Roma. Frente a él, a la derecha, parte la carretera que lleva a Hervás, villa de gran interés histórico y patrimonial, situada a unos 5 km fuera de ruta (en el mapa de la etapa se incluye su trazado de ida y vuelta).

Poco después cruzamos dos puentes: el primero, probablemente de origen romano, es el Puente de Romanillos, sobre la garganta de San Andrés; el segundo, el Puente de las Doncellas, salva el cauce del río Ambroz. Más adelante, a mano derecha, encontramos el Aula de la Naturaleza El Salugral.

Tres kilómetros después alcanzamos el Camping Las Cañadas. El ascenso, por ahora, es suave; caminar por el asfalto resulta cómodo, y el paisaje, cada vez más cercano a la montaña, empieza a regalarnos un amanecer distinto, con el sol tímido asomando entre las cumbres.



      Tras 8 km de carretera llegamos al punto kilométrico 431 de la N-630, donde unos cubos de granito con el símbolo del arco de Cáparra nos invitan a dejar el asfalto y tomar un camino de tierra que parte a la izquierda. Este nos lleva hasta el Puente del Cubo, de origen romano.

Caminamos unos 800 metros sobre el empedrado de la antigua calzada romana hasta llegar a Baños de Montemayor, donde nos recibe la ermita del Cristo de la Misericordia (siglo XVI) y su viejo crucero.





      Al caminar por estas viejas calzadas romanas, observa cómo cada piedra guarda un recuerdo de quienes nos precedieron. Abrir y cerrar portones, cruzar puentes o seguir el sendero puede parecer rutinario, pero cada gesto es también un pequeño acto de atención y respeto hacia la tierra y sus caminos, un ejercicio de paciencia y presencia que acompaña al peregrino en su viaje interior.


      La ermita del Santo Cristo del Humilladero y su crucero nos da la bienvenida a Baños de Montemayor,  según la fecha grabada en la espadaña de la ermita, esta se terminaría de construir en 1711 y se edificó enfrente de la cruz de término que, como es habitual, se situaba a la entrada del pueblo.



      Baños de Montemayor es  la última localidad cacereña y una parada ideal para hacer un alto en el camino. Entramos por la Calle Mayor, un miliario conmemorativo de la Vía de la Plata nos recuerda los kilómetros que aún nos separan de Santiago. Junto a él localizamos la Iglesia de Santa Catalina, del s. XV, que conserva un notable retablo del siglo XVI y ha sido recuperada como auditorio y espacio cultural.




Albergue en Baños de Montemayor

      Última localidad cacereña antes de adentrarnos en Castilla y León, Baños de Montemayor se asienta en pleno Valle del Ambroz y es conocida desde tiempos romanos por sus aguas termales. El núcleo se desarrolló junto a la antigua calzada romana de la Vía de la Plata, que lo atraviesa, y que ha marcado profundamente su historia y su fisonomía. Su origen se remonta a época romana, cuando aquí se levantaron unas termas que hoy siguen activas y que son uno de los principales atractivos de la villa. A lo largo de los siglos, Baños ha sido lugar de paso y descanso para comerciantes, viajeros y peregrinos, lo que explica su importante patrimonio histórico y su hospitalidad tradicional.

Pasear por sus calles es caminar por una historia que puedes tocar. Caserones del siglo XVII y XVIII, casas blasonadas y calles que conservan sus típicas galerías o balcones de madera. La arquitectura de entramado de madera y adobe deja paso a la piedra y la mampostería en otras, los dinteles con grabados y las fechas de construcción que revelan los desastres de la Guerra de Independencia. Muchas de sus casas son posteriores a 1811 y revelan que fueron destruidas, quemadas y reconstruidas en ese periodo.

Esta localidad, frontera con Castilla, posee una reconocida industria artesanal del mimbre y del trabajo de la madera de castaño, tradición característica de los pueblos del Valle del Ambroz. La preparación de la madera se realiza con gran esmero, logrando un producto de alta calidad. Actualmente, hay seis cesterías abiertas al público, y la artesanía de la cerámica también ocupa un lugar destacado. En muchas de sus tiendas es posible encontrar el tan buscado bordón del peregrino, elaborado artesanalmente con madera de avellano o castaño, resistente y de bello aspecto.

Entre los lugares emblemáticos de la localidad se encuentra la casa de los padres de Santa Rosa de Lima, donde todavía habitan descendientes de aquella familia. Isabel Flores de Oliva (1586-1617), más conocida como Santa Rosa de Lima, fue hija de Gaspar Flores, natural de Baños de Montemayor, quien, tras servir como soldado en diversas tierras de América, se estableció en Lima. Santa Rosa es la primera santa de América y patrona del Perú, del Nuevo Mundo y de Filipinas. Su canonización, apenas 54 años después de su muerte, refleja la profunda devoción que despertó.

Baños de Montemayor cuenta además con un magnífico albergue turístico para peregrinos, ubicado en una casa tradicional cuidadosamente restaurada. En su interior alberga el Centro de Interpretación General de la Vía de la Plata por Extremadura, un espacio que permite al viajero comprender mejor la historia y singularidad de esta ruta milenaria.

Al caminar por estas viejas calzadas romanas, observa cómo cada piedra guarda un recuerdo de quienes nos precedieron. Abrir y cerrar portones, cruzar puentes o seguir el sendero puede parecer rutinario, pero cada gesto es también un pequeño acto de atención y respeto hacia la tierra y sus caminos, un ejercicio de paciencia y presencia que acompaña al peregrino en su viaje interior.


      La iglesia principal de la localidad, Santa María de la Asunción (km 9,7 de la etapa), nos recibe con su arquitectura tradicional y elementos históricos que evocan la importancia de la villa en la región. Un breve momento de recogimiento y contemplación antes de continuar nuestro camino.

Desde la iglesia de Santa María tomamos la calle Dr. Rengifo, que nos conduce tras un giro a la derecha hasta desembocar en la carretera CC-225. La carretera nos lleva a una curva en herradura, donde salimos del arcén por la derecha y retomamos la calzada romana restaurada, que asciende suavemente entre muros y vegetación.



      El camino empedrado nos acerca hasta un antiguo humilladero (km 10,5). Este es un momento ideal para recuperar el aliento y, a la vez, disfrutar de una espectacular panorámica del municipio, con el Embalse de Baños de Montemayor a nuestros pies.




      La calzada remodelada termina al llegar a una fuente de piedra con la inscripción “Cañada Real Aliste Zamorana o de la Plata”. Tras la fuente, el ascenso continúa, hasta que el empedrado termina y nos obliga a cruzar la carretera N-630. Al otro lado seguimos una trocha que marca nuestra entrada en Castilla y León; después de unos 500 m volvemos al asfalto y encontramos una gasolinera que indica el cambio de provincia (km 12,5), mientras un gran cartel nos da la bienvenida a tierras salmantinas.




      Alcanzamos el alto del Puerto de Béjar, concretamente la Colonia de la Estación. Las señales amarillas nos guían por una calle a la izquierda, Carril Lagunilla (km 12,8). En el barrio encontramos un albergue de peregrinos, un bar y una tienda. Este albergue, inaugurado en 2019, sigue la tradición de hospitalidad del Camino; los peregrinos que deseen finalizar la jornada o sellar la credencial pueden detenerse aquí, a apenas 100 m de la carretera.






Albergue en el Puerto de Béjar

      Pasamos bajo la A-66 y encontramos restos originales de la calzada romana. Los paneles informativos permiten comprender la importancia histórica de este tramo, antiguo corredor de comunicación entre Mérida y el norte de Hispania representado en un mural en la pared del puente. Poco después cruzamos otra carretera local y comenzamos el descenso.




      El descenso desde el Puerto de Béjar hasta el río Cuerpo de Hombre es uno de los tramos más bellos de esta etapa. Castaños, robles y encinas nos acompañan, mientras algunos miliarios se alzan como guardianes silenciosos del Camino. Es fácil encontrar ramas caídas en el sendero; quizás alguna pueda convertirse en un buen bordón para continuar el viaje.
Aquí, el murmullo del viento entre las hojas, el canto lejano de un pájaro y el rumor del agua se convierten en compañeros de paso. En este silencio vivo, el corazón se aquieta, los pensamientos se ordenan y es más fácil escuchar esa voz interior que nos habla de lo esencial. Tal vez sea la naturaleza, tal vez Dios… o quizá ambos, susurrándonos al oído que no estamos solos.




      La ruta sigue descendiendo por la ladera del cerro de Los Linarejos, en dirección al puente de La Malena, que salva el río Cuerpo de Hombre (km 16,6 de la etapa). Este río nace en la sierra de Candelario, en Hoya Moros, recogiendo las aguas de las laderas de la sierra, y nos ofrece un entorno fresco y contemplativo antes de continuar nuestro Camino hacia La Calzada de Béjar.




      Una vez cruzado el río Cuerpo de Hombre por el antiguo puente de La Malena, puedes bajar hasta la orilla y contemplar el paisaje desde el puente de tres arcos. Encontrarás un banco junto al miliario incompleto, el 134, ideal para descansar y contemplar el entorno. Desde ahí aún nos separan unos cinco kilómetros y medio de La Calzada de Béjar, ubicado en la fértil planicie de Montemayor, regada por los ríos Cuerpo de Hombre y Alagón. En el horizonte destaca la silueta recortada de la Peña de Francia, como invitándonos a seguir adelante con el corazón en calma.




      A unos 700 metros del puente se encuentra el Parador de Sinforiano, donde se conserva el miliario 135. Originalmente en un corral interior, los propietarios lo llevaron afuera para que los peregrinos pudieran admirarlo mejor, un gesto sencillo que habla de esa conexión especial con quienes pasan por el Camino.




      Más adelante, verás la milla 136, ubicada cercana a la ermita dedicada a San Francisco. Unos 600 m más adelante llegamos a la antigua Colonia de San Francisco (km 19,7 de la etapa). Este tramo es una invitación a sentir la memoria viva del pasado en cada piedra del sendero.




      Al cruzar la carretera, retomamos la antigua calzada que asciende suavemente hacia el pueblo (km 20,2). Subimos por ese repecho hasta llegar a La Calzada de Béjar. A la entrada, encontramos la ermita del Santo Cristo de la Misericordia, popularmente conocida como del Humilladero. En su fachada se conserva una imagen de Santiago peregrino. 






Albergues en La Calzada de Béjar

      Entramos finalmente por la calle Mayor, y descubrimos un pueblo pequeño pero acogedor. Nuestro destino final de hoy aparece ante nosotros: la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, construida en 1553 (km 22 - FINAL DE LA ETAPA). En su interior, un modesto retablo alberga el Cristo antes conservado en el Humilladero. También se veneran la imagen de San Ramón y un relicario del santo, testigos del legado espiritual local.



      Detrás de la iglesia, junto a la plaza del Ayuntamiento, está el bar de Manuela, donde podemos reponer fuerzas, también regentan el albergue Alba y Soraya, justo a la entrada de la localidad. Aquí, la hospitalidad se siente al instante. Bienvenidos a La Calzada de Béjar: que tu llegada sea reparadora y tu descanso, renovador.



      Sus calles están jalonadas por una arquitectura popular de soportales empedrados y sostenidos por zapatas pétreas, con casas de corredor y dinteles fechados. Los años de 1784, que aparece en una casa de la calle Salas Pombo, o de 1850, en la calle Baños, nos indican la antigüedad de las mismas.






      Esta pequeña localidad atesora uno de los ejemplos más singulares de fortaleza romana. El fortín se encuentra situado sobre un teso desde el que se domina ampliamente una gran extensión de la vía por ambos lados. Su forma casi cuadrangular, con unas dimensiones aproximadas de 29 x 27 m., aparejado con mampostería de granito y puestos en las esquinas rudos sillares de alto variable. Se le suponía cubierto con armadura de madera a dos aguas por los ángulos de sus muros. Construido durante el Bajo Imperio (siglos III-IV d.C.) para proteger el tránsito de viajeros y mercancías. 


Reflexión final de la etapa

      Al final de la jornada, mientras dejamos atrás el río Cuerpo de Hombre y nos adentramos en La Calzada de Béjar, conviene detenerse un momento y escuchar. El silencio del Camino, interrumpido solo por el susurro de los árboles y el murmullo del río, nos recuerda que el peregrino aprende tanto al avanzar como al contemplar. Cada paso es una invitación a la introspección, a agradecer y a abrir el corazón. Que esta etapa sirva para reconectar con lo esencial, con la historia que nos precede y con la fuerza que nos guía hacia Santiago.

--------------------- o ---------------------

Próximas poblaciones con albergue:

Valverde de Valdelacasa
>>> 8,7 km <<<

Fuenterroble de Salvatierra
>>> 20,5 km <<<

Pedrosillo de los Aires (Alternativa)
>>> 38,3 km <<<

San Pedro de Rozados (por Pico de la Dueña)
>>> 48,5 km <<<

--------------------- o ---------------------

Buen Camino





Vía de la Plata / Etapa 15 - Carcaboso > Aldeanueva del Camino




Información actualizada: 12 de mayo de 2025




      Nos espera hoy una etapa larga, casi 40 kilómetros, pero con recompensas históricas y paisajísticas que justifican cada paso. Desde la salida en Carcaboso nos adentramos en dehesas, praderas y caminos flanqueados por muretes de piedra, cruzando arroyos y pequeñas cancela, testigos de la vida rural que nos rodea.

La jornada combina historia y naturaleza: desde los vestigios romanos de la Vía de la Plata y los miliarios que encontramos a nuestro paso, hasta el espectacular y singular Arco Tetrapylon de Cáparra y su puente bimilenario sobre el río Ambroz. Pequeños hitos que invitan al peregrino a detenerse, contemplar y conectar con la memoria del Camino.

El itinerario nos ofrece alternativas: para quienes necesiten acortar la jornada, Ventaquemada y Oliva de Plasencia ofrecen albergues y servicios; para los más perseverantes, Aldeanueva del Camino nos espera con su historia milenaria, dos iglesias y la vitalidad de sus campos de pimentón de La Vera.

Recuerda que en etapas largas, cada paso requiere conciencia: hidrátate, observa el paisaje, respira profundamente y permite que la calma del Camino acompañe tu cuerpo y tu espíritu.


«Hoy caminaré con calma. No importa la distancia si mi espíritu avanza.»

 

¿Cuánto falta? —pregunta la parte impaciente del peregrino.

Lo que haga falta. El tiempo que necesite mi alma —responde la parte que ya ha comprendido que el Camino no se mide solo en kilómetros.



      Nuestros primeros pasos parten de la Iglesia de Santiago, junto a su cruz de piedra, donde muchos peregrinos —quizá también nosotros— hacen un alto para pedir al Apóstol fuerza y amparo en esta jornada exigente. No es solo un gesto devocional, es también un compromiso silencioso con uno mismo: caminar con constancia, humildad y gratitud.

La calle Real nos conduce hasta la plaza de España, corazón de Carcaboso, y desde allí tomamos la calle Pozo, que nos lleva a un conjunto singular: las tres cruces de piedra. Formaban parte de un antiguo Vía Crucis simplificado que, aunque reducido, sigue conservando su valor histórico y espiritual como recordatorio del sacrificio y la esperanza. Al lado, un sobrio cubo de granito, marcado con flechas amarillas, nos señala el rumbo a seguir: la Vía de la Plata nos espera, y con ella todo lo que hoy está por vivir.


En el Camino, cada señal es también una invitación: a avanzar, a confiar, a no olvidar el sentido del viaje.

 


      A poco más de un kilómetro, llegamos a un cruce. De frente, un camino alternativo acorta algo la distancia, pero se aparta del trazado histórico. El sendero de la derecha es el que sigue la señalización jacobea y el más recomendable. Ambos se reencuentran varios kilómetros después, junto a una cancela tras cruzar una pista asfaltada.

En esta jornada será habitual abrir rejas y portones. Recuerda cerrarlos siempre: es un gesto sencillo que evita que el ganado escape y que el trabajo de los pastores se vea comprometido.




      Por la carretera continuaremos unos 100 m, la dejamos tras llegar a una verja (km 5,4 de la etapa). Una vez traspasada, continuamos por una pista en leve ascenso hasta alcanzar un mojón informativo (km 6,9). El sendero nos lleva junto a un murete de piedra y, tras cruzar una nueva cancela, encontramos un miliario tumbado (km 8,2).

La Vía de la Plata es la calzada romana que conserva el mayor número de miliarios de toda Europa. Se han localizado más de 200, entre completos y fragmentos, además de canteras de producción y depósitos para su posterior distribución.

Abrir y cerrar estas verjas no es solo un gesto práctico: en el Camino, cada portón que dejamos atrás nos recuerda que también en la vida es necesario cerrar etapas para seguir avanzando, siempre con respeto por lo que dejamos a nuestro paso.







      Abrimos y volvemos a cerrar la cancela, continuando por el sendero entre hermosas praderas adehesadas. Tras llegar al km 10 de la etapa, el sendero nos conduce a una pista ancha, por la que transitamos unos 800 m. Al final de esta retomamos un nuevo sendero que nos lleva hasta una finca ganadera (km 11,6). La cancela nos permite entrar en ella; unos metros más adelante otra cancela nos saca de la propiedad privada (permiten el paso de peregrinos).





      Tras recorrer un kilómetro y medio llegamos hasta la carretera de Oliva de Plasencia, la cruzamos y alcanzamos Ventaquemada (km 13 de la etapa).

En este punto se presenta la oportunidad de acortar la jornada. Quien lo desee o necesite puede continuar por la carretera hacia el este; en unos 6,5 km se encuentra Oliva de Plasencia, donde su albergue, de propiedad pública y gestión privada, ofrece un merecido descanso.

Cada decisión en el Camino —detenerse o continuar— es también un reflejo de la vida: aprender a escuchar nuestro cuerpo y nuestra mente, a respetar nuestros límites y a confiar en que cada paso nos lleva al lugar y al momento adecuados.









      Oliva de Plasencia es una localidad de profundo pasado romano, como atestiguan las numerosas inscripciones y restos arqueológicos dispersos por la población. Entre sus principales atractivos destacan la iglesia renacentista de San Blas, construida en sillería granítica y mampostería, que alberga un retablo barroco del siglo XVIII, y el palacio de los condes de Oliva, del siglo XVII, testigo de su historia noble y señorial.

En agosto, las Fiestas del Emigrante reúnen a vecinos que un día se fueron del pueblo, recordando el arraigo y la memoria de sus gentes. Oliva se encuentra situada en la depresión de los ríos Ambroz y Alagón, rodeada de dehesas, olivares y bosque mediterráneo, un paisaje que acompaña y reconforta al peregrino.

A tan solo cinco kilómetros, en la dehesa de Casa Blanca, se hallan las ruinas de Cáparra, una de las colonias romanas más importantes de la Lusitania, mencionada por Ptolomeo, Plinio y el emperador Antonino. Su ubicación en un alto con un fértil valle a los pies la convirtió en un enclave estratégico atravesado por la calzada de la Plata. Hoy quedan en pie el arco honorífico del siglo II —una bóveda sostenida por cuatro arcos abiertos—, restos del anfiteatro, el templo de Júpiter, una villa y parte del foro, junto a un puente romano del siglo I. El Centro de Interpretación permite comprender mejor su ilustre pasado, y se dice que aquí vinieron a predicar el Evangelio el Apóstol Santiago y San Pablo, haciendo de este lugar un punto de encuentro entre historia y espiritualidad.

Sitios de interés:

  • Iglesia de San Blas (siglo XVI), con retablo barroco del siglo XVIII.

  • Palacio de los Condes de Oliva (siglo XVII).

  • Numerosas inscripciones y restos romanos repartidos por el pueblo.


***

      Nosotros continuamos hacia Aldeanueva del Camino, dejando Ventaquemada a nuestra izquierda, y tomamos un camino que discurre junto a un murete de piedra. A nuestro paso aparecerán varios arroyos, como el de las Torrucas (Km 14,6) y el de Charcos Blancos (Km 16,2 de la etapa). En ellos encontraremos unos cubos de granito que hacen las veces de puente para cruzarlos en caso de que lleven agua; si las lluvias han sido abundantes, el paso puede complicarse y quizás sea necesario descalzarse, un recordatorio de que el Camino nos invita a adaptarnos y a prestar atención a cada paso.

Tras unos seis kilómetros, llegamos a las casas de la Finca Casablanca, y Cáparra ya se muestra cercana, a poco más de 500 metros. La llegada es impresionante: caminaremos por la antigua calzada viendo el majestuoso arco tetrapylon, construcción romana del siglo I d.C., cuadrifronte, con cuatro pilares y un arco de medio punto por cada cara. En 2025 se encuentra en restauración, por lo que no puede admirarse en todo su esplendor, pero su presencia sigue siendo imponente y evocadora.

Este arco se encontraba en el centro de la antigua ciudad de Cáparra, cuyas ruinas podremos contemplar a su alrededor. Hoy sirve de marco al yacimiento arqueológico romano y es prólogo al puente bimilenario sobre el río Ambroz. Cáparra es una parada obligada, perfecta para un breve descanso y para absorber la energía de la historia que nos rodea; a pocos metros hay un Centro de Interpretación que nos ayuda a comprender mejor el pasado de esta ciudad romana (Km 19,2 de la etapa).







      Caparra, conocida en la antigüedad como Capera, fue una ciudad romana, una mansio importante en la Vía de la Plata, una de las principales calzadas romanas en Hispania. Cáparra se destaca por su arco tetrapylon, que es un arco de cuatro frentes con una bóveda de arista reforzada con hormigón, ubicado en el centro de la ciudad y sobre la calzada. 

Este arco es uno de los pocos ejemplos de su tipo en España y un símbolo de la importancia de Caparra en la red de comunicaciones romanas.

La ciudad de Caparra también contaba con un puente romano sobre el río Ambroz, que facilitaba el tránsito por la Vía de la Plata. Este puente, aunque ha sufrido modificaciones a lo largo del tiempo, conserva elementos de su construcción original, como la sillería granítica almohadillada y los arcos de medio punto. (situación marcada en mapa de la etapa).

Caparra es un sitio arqueológico de gran valor histórico y cultural, declarado Bien de Interés Cultural desde 1931. 




   

      Tras dejar atrás Cáparra, llegamos a una carretera comarcal. A la izquierda, a aproximadamente un kilómetro, se encuentra el puente romano sobre el río Ambroz. Su origen es romano, aunque ha sufrido diversas modificaciones a lo largo del tiempo, y se encuentra catalogado como Bien de Interés Cultural, recordándonos la continuidad del Camino a través de los siglos.

Cruzamos la carretera y entramos en un camino flanqueado por muretes de piedra; tras un par de kilómetros abrimos y volvemos a cerrar un portón, como símbolo de los umbrales que atravesamos también en nuestro propio interior. A poco más de 400 m llegamos a un arroyo, y a un kilómetro más adelante nos encontramos con otro, ambos fácilmente superables. Le siguen dos arroyos más, algo más difíciles de cruzar si las lluvias han sido abundantes: primero, la Garganta del Salugral; luego, a 600 m, la Garganta Pérdida. Esta última da paso a una pradera que, tras unos 600 m, nos conduce hasta una cancela que marca el fin de la dehesa (km 24,6 de la etapa).

En cada apertura y cierre de portones, en cada arroyo que cruzamos, podemos recordar que el Camino es también un viaje interior, donde cada obstáculo nos enseña paciencia y cada tramo abierto nos ofrece nuevas perspectivas y serenidad.





      Junto a la cancela, encontramos una carretera de servicios que debemos cruzar para tomar un sendero flanqueado por árboles, que nos ofrecerá sombra si el sol aprieta; como alternativa, se puede continuar por el asfalto, unos 4 km, aunque no es aconsejable en horas de calor intenso.

Tras unos tres kilómetros, llegamos al desvío que lleva hasta el Hostal Asturias, situado junto a la Autovía, a unos 2,5 km. Esta es una excelente opción para quienes sienten que las fuerzas flaquean, permitiendo un descanso antes de continuar. Aldeanueva del Camino aún se encuentra a casi 12 km, unas tres horas más de camino, recordándonos que cada paso del peregrino tiene su valor y que a veces la prudencia y el cuidado de uno mismo también forman parte de la experiencia del Camino.


Alojamiento en el Hostal Asturias (Jarilla)


      Nosotros continuamos camino hacia Aldeanueva del Camino. Tras un kilómetro cambiamos el sendero por la carretera, ya que continuar por el sendero nos llevaría a una zona inundable de difícil paso. La ruta nos conduce hasta una carretera comarcal (km 28,6 de la etapa).

Tras recorrer un kilómetro, abandonamos la carretera al llegar a un edificio abandonado y tomamos una pista asfaltada (km 29,5). Por ella caminaremos unos 2 km hasta los puentes de la Autovía A-66, que tendremos sobre nuestras cabezas. A 50 m, un cubo de granito nos indica desviarnos hacia un arroyo; sin embargo, conviene no hacer caso, ya que suele llevar agua y el paso es complicado. Mejor continuar hasta la carretera N-630 (km 31,7 de la etapa). Por su arcén caminaremos algo más de 800 m hasta cruzarla y tomar un camino señalizado paralelo a la carretera (km 32,5 de la etapa).


En cada decisión que tomamos en el Camino, incluso al elegir el paso más seguro, se nos recuerda que la prudencia y la atención son también parte del peregrinaje, y que cada tramo nos prepara para el siguiente paso con serenidad y fe.






      Tras algo más de 200 m giramos a la derecha y pasamos bajo la autovía, continuando por un camino paralelo. Pronto, unas flechas amarillas nos indican tomar un desvío a la derecha, alejándonos de la nacional y de la autovía (km 33,3 de la etapa).

En poco más de 200 m, un cubo de granito con azulejo verde nos señala desviarnos a la izquierda por un camino que más tarde asciende suavemente, llevando nuestros pasos hasta una pista ancha (km 34,3 de la etapa).


Cada señal, cada desvío, nos recuerda que el Camino nos invita a confiar en la guía que se nos ofrece, manteniendo la atención en el presente y avanzando con serenidad y fe en nuestros pasos.





      Avanzamos por un tramo encantador, flanqueado por viejos alcornoques y salpicado de fincas ganaderas. A nuestro paso encontramos un par de arroyos que, en condiciones normales, se cruzan sin dificultad; no obstante, conviene prestar especial atención en época de lluvias, sobre todo al vadear el arroyo Montesinos.

Una vez superado este pequeño obstáculo de agua, nos incorporamos a un tramo de la antigua calzada romana. Entre sus piedras, un leve repecho nos conduce hasta una granja (km 34,3 de la etapa), recordándonos que cada piedra y cada senda del Camino guarda memoria de quienes caminaron antes que nosotros, y que nuestro paso deja también un pequeño rastro de fe y perseverancia.




      Viramos por uno de los muros de la granja a la izquierda y, nuevamente, pasamos bajo la autovía. Tomamos a la derecha la carretera N-630 por un tramo breve; antes de entrar en la población, cruzamos la carretera y nos desviamos por un camino de tierra que nos conduce a la calle de las Olivas. Tres cubos de granito y la reproducción de un miliario nos dan la bienvenida (km 38,4 de la etapa), recordándonos la huella de la historia que acompaña al peregrino.

A nuestro paso encontramos el albergue municipal de peregrinos, un refugio sencillo y acogedor que funciona por donativo. Quien desee descansar en él deberá recoger las llaves en el bar del Pensionista, situado junto a la N-630, pero más allá de la logística, es un espacio que invita a la pausa, a la reflexión y al agradecimiento por la jornada recorrida.




      El cansancio de la larga jornada se mezcla con la satisfacción de haber completado un tramo lleno de historia y paisajes que invitan a la reflexión. Entre muretes de piedra, arroyos y dehesas, el camino nos ha mostrado su carácter humilde y paciente, recordándonos que cada paso es también un acto de atención y presencia.

Finalmente llegamos al centro del pueblo, la la iglesia de Ntra. Sra. del Olmo nuestro final de jornada (Km 39,2 - FINAL DE ETAPA). Hemos recorrido casi 40 kilómetros desde Carcaboso, cruzando caminos romanos, vadeando arroyos y pasando por antiguos puentes y miliarios que nos hablan de la perennidad de la Vía de la Plata.


“Cada puerta que abrimos y cerramos en nuestro camino es un pequeño rito de confianza: confiamos en que el sendero nos guiará y en que nuestra atención permitirá el paso seguro de quienes nos siguen. Así también en la vida, cada gesto de cuidado y cada momento de presencia nos conduce hacia la serenidad y la claridad.”


      Con este final, Aldeanueva del Camino se convierte en refugio y puerto de descanso, un lugar donde reponer fuerzas, contemplar la jornada realizada y, sobre todo, preparar el corazón para los pasos que aún nos quedan por recorrer en la Vía de la Plata.


      Aldeanueva del Camino nació como campamento romano al pie de la Vía de la Plata. Durante la invasión musulmana quedó casi destruida y despoblada, pero en la Reconquista fue reconstruida, quedando dividida en dos núcleos separados por la calzada: Casas de Aldeanueva, perteneciente al Reino de Castilla, y Aldeanueva del Camino, integrada en el Reino de León.

La parte castellana fue entregada al poderoso Ducado de Béjar y a la Diócesis de Plasencia, mientras que la leonesa pasó al Ducado de Alba y a la Diócesis de Coria. Esta división eclesiástica marcó la vida del pueblo durante siglos, algo que aún se recuerda en sus dos iglesias: la de la parte de arriba y la de la parte de abajo. Aunque el Real Decreto de 1834 unificó ambos núcleos en un solo ayuntamiento, la dependencia eclesiástica siguió separada hasta 1959, cuando pasaron a la Diócesis de Coria-Cáceres.

Entre los vestigios romanos que aún permanecen destacan sus puentes, como el que cruza la Garganta Buitrera, de un solo ojo y cimentado sobre la roca viva, muy rehecho con el paso del tiempo. También se conservan dos inscripciones romanas talladas en piedra: una dedicada a los dioses Manes, hoy integrada en la fachada de una vivienda, y otra en el muro de un antiguo aserradero.

Aldeanueva es conocida en toda España por su magnífico pimentón, del que se producen más de un millón de kilos anuales en sus cuatro factorías.


Las Iglesias

La antigua división del pueblo dejó como legado dos templos gótico-renacentistas, construidos entre finales del siglo XV y principios del XVI.

  • Iglesia de San Servando (parte de abajo): fábrica de mampostería con sólidos estribos y torre junto a la cabecera. Presenta una sola nave, dividida en tres tramos por arcos de medio punto sobre columnas jónicas, con coro elevado y capilla mayor de bóveda de crucería.

  • Iglesia de Nuestra Señora del Olmo (parte de arriba): también de mampostería, con anchos contrafuertes y torre rectangular a la que se accede por una escalera exterior. Su interior tiene una nave más corta que la de San Servando, dividida en dos tramos y con capilla mayor cubierta por una bóveda gótica estrellada de ocho puntas, obra atribuida a Juan de Alvar, maestro de la Catedral de Plasencia.



Reflexión final de la etapa

      Tras recorrer caminos empedrados, abrir y cerrar cancelas, cruzar arroyos y contemplar vestigios romanos, llegamos a Aldeanueva del Camino. La historia y la naturaleza se entrelazan: cada puente, cada miliario, cada iglesia nos recuerda que el Camino no es solo físico, sino un recorrido del alma.

En esta etapa larga, aprendemos la paciencia y la constancia: el esfuerzo es proporcional a la belleza que nos rodea y a la serenidad que alcanzamos al avanzar paso a paso. La calzada romana que una vez unió ciudades nos enseña a mantenernos firmes y a confiar en el recorrido, aunque no veamos el final inmediato.

“El peregrino sabe que cada paso es una oración, cada horizonte alcanzado es un encuentro con lo que somos y lo que buscamos.”

      Que esta etapa nos recuerde que el Camino no termina en Aldeanueva del Camino, sino que continúa en nuestra interioridad y en los kilómetros que aún nos esperan.


--------------------- o ---------------------

Próximas poblaciones con albergue:

Baños de Montemayor
>>> 9,8 km <<<

Puerto de Béjar
>>> 12,8 km <<<

La Calzada de Béjar
>>> 22 km <<<

Valverde de Valdelacasa
>>> 30,7 km <<<

Fuenterroble de Salvatierra
>>> 42,7 km <<<

--------------------- o ---------------------

Buen Camino