Etapa 29. Lubián - A Gudiña



Etapa que se desarrolla entre los 900 y 1300 m. de altitud, con un descenso a la salida de Lubián hasta el Santuario de Tuiza, donde se inicia el ascenso al puerto de la Canda, una barrera natural que franquearemos para abrirnos las puertas de la mágica Galicia. Un entorno natural, que vamos a disfrutar nada más poner los pies en estas tierras. Accedemos a través del Portillo de A Canda, continuación de la Vía de la Plata y uno de los tramos más largos de los caminos galaicos.
En estos territorios, nos sentiremos acompañados por carballos, eucaliptos y magníficos robles, que conducen nuestra imaginación hasta la época en la que estos bosques eran el ámbito natural del pueblo celta y el escenario de las misteriosas ceremonias druídicas.

Los colores a los que se tendrán que acostumbrar nuestros ojos serán los múltiples y maravillosos matices del verde y los pajizos o decididamente amarillos de las plantaciones de maíz; un compañero menos deseable, aunque realmente hermoso, será la niebla, con la que caminaremos casi todas las mañanas.


El itinerario por el pueblo está señalizado con flechas amarillas y algunas esculturas de Nicanor Carballo indicándonos la dirección a seguir. Bajamos por el viejo camino que nos conduce hasta el precioso Santuario de La Tuiza, al que llegamos tras cruzar un puente sobre el río Tuela y pasar bajo el viaducto de la autovía de las Rías Baixas, la A-52.

Este bello santuario se construyó a finales del siglo XVIII utilizando buena parte de los materiales de la antigua ermita de la Tuiza que se trasladó al promontorio que ocupa en la actualidad.









Dejamos a nuestra izquierda el santuario subiendo por un camino paralelo a la autovía, hasta la ermita de la Tuiza y un área recreativa.
Bajamos por una pista asfaltada que nos lleva a cruzar un puentecillo sobre un arroyo. Le sigue un bonito camino en ascenso por el bosque en busca del alto.



Optamos por la misma opción de ayer, subiendo por la carretera nacional salvando la autovía por un paso elevado y subimos por un camino que nos lleva hasta la carretera que viene de Lubián. En unos cientos de metros bajamos hasta la N-525, en dirección a A Gudiña y comenzar la ascensión.
A las dos horas del inicio llegamos al Alto de La Canda pasando como hicimos en el día de ayer por un largo túnel.

Tras pasarlo nos despedimos de la provincia de Zamora y con ella de Castilla para adentrarnos en la provincia de Ourense. Comenzamos en este punto a pisar las tierras de Galicia, en la que descubriremos un nuevo lenguaje, nuevas gentes y paisajes increíbles.

Tras el túnel encontramos una fuente con agua muy fresca. Se ven las ruinas de la vieja venta, y a un lado y otro, los carteles provinciales, que indican el límite entre Zamora y Ourense. Doscientos metros después de pasar bajo la autovía veremos el primer mojón gallego.








Continuamos en bajada por la N-525 hasta llegar a un desvío a la derecha que nos hace bajar por un camino, en la bajado me encuentro con un nuevo peregrino, este de Madrid que hacia el Camino como yo, en solitario. El camino nos lleva hasta entrar en la pequeña aldea de A Canda, primer pueblo gallego.

En la bajada A Canda hay un gran caserón conocido como el Mesón de La Canda, donde a su llegada, descansaban y los antiguos arrieros abrevaban sus caballerías.
Muy interesante para la visita es la Iglesia de San Antonio de A Canda. De estilo románico con importantes pinturas del siglo XVI.



Salimos de A Canda por una vieja carretera, para dirigirnos a Vilavella, que está a menos de 3 Km., dejamos la carretera para coger un camino que nos baja hasta un paso bajo las vías del tren, bajamos por un camino para cruzar el Arroyo Hortas y a continuación entramos en el pueblo de Vilavella.





Aldea de la provincia de Orense, siendo la segunda población de dicha provincia al entrar por la Portilla de la Canda. Pertenece al Concello de A Mezquita, siendo una de las nueve aldeas que conforman dicho ayuntamiento.
Villavella tuvo su importancia, sabemos que fue considerada "La puerta de Galicia" para el peregrino, con los puertos de montaña, el Padornelo y A Canda. Fue la columna vertebral de la parte sur de Galicia con la meseta castellana y hoy día la autovía de Las Rías Baixas, sigue casi paralela al trazado antiguo.
Tenía dos entradas o caminos, una por la parte norte del pueblo y la otra que bajaba por el centro del mismo, como se demuestra con su Peto de ánimas cerca de la fuente.
Como es bien sabido, la propiedad de Villavella era de D. Enrique II de Trastámara que se la regala a su sobrino D. Pedro Enríquez de Castro, allá por el año 1.360, éste era hijo del Conde de Lemos, amén de otras posesiones de la zona, que habían sido incautadas a los Templarios.
Tiene dos iglesias, la parroquial de estilo barroco que es del siglo XVIII dedicada a Santa María de La Cabeza, en la que se pueden ver algunas tallas como la de San Antonio y San José, o también un Cristo crucificado de la misma época, con unos retablos laterales posteriores del Sagrado Corazón.
El Cruceiro de formas tradicionales lucenses, está ubicado cerca de la iglesia de Santa María de Vilavella. En su cruz observaremos la imagen de Cristo crucificado, y curiosa y llamativa imagen de la Virgen de la Piedad en el reverso. En su columna de sección octogonal los elementos de la Pasión esculpidos en su parte frontal, con remates decorativos en la parte superior a base de rombos y pequeños roeles. Su capitel jónico con volutas en las esquinas y cabezas de ángeles en las caras. 
Su otra iglesia llamada la del Cristo es de menor tamaño pero de una gran belleza.



Como era costumbre en aquella época, en medio de la carretera que une las dos capillas, hay un peto de ánimas. Data de principios de año 1.300, donde los peregrinos y demás, depositaban sus donativos para el culto a los muertos y así rogar por las almas del purgatorio, estando efectivo hasta finales del año 1.700.
En la antigüedad, todas villas y poblaciones o pueblos grandes, tenían dos capillas, una a la entrada del pueblo dedicada a San Roque y otra a la salida dedicada a San Lázaro, para protegerse de las enfermedades y la peste.
La riqueza natural de Vilavella y alrededores es incalculable, pudiendo disfrutar de sus ríos, sus montañas, sus rutas de senderismo, etc.

En la antigua estación del tren tiene este pueblo situado su albergue para peregrinos para aquellos que decidan poner su fin de etapa en este bonito pueblo gallego. En caso de estar el albergue cerrado: El teléfono para llamar se encuentra apuntado en la entrada.
El pueblo cuenta también con el Hotel SPA Vilavella, una antigua posada reconvertida en un establecimiento acogedor con todas las comodidades del siglo XXI, uniendo tradición y vanguardia.

Una flecha de otra escultura de Nicanor Carballo nos hace girar a la izquierda para salir de A Vilavella tomando un sendero con una fuerte pendiente de descenso, que lleva a cruzar un puente sobre un arroyo, ( regueiro en gallego ), que lleva por nombre da Vega do Ponton.

Continuamos por un camino, pasamos junto a unos establos situado junto a un muro de piedra. Tras una cancela, que podemos sortearla por un lateral, el camino se estrecha avanzando paralelo al curso del río Abredo. Después viene otra cancela, pronto encontraremos unos prados encharcados, que salvamos saltando de piedra en piedra. Proseguimos el camino hasta encontrar la ermita de Nuestra Señora de Loreto, cercana a la localidad de O Pereiro.









Se encuentra junto a la carretera nacional 525. Es el tercer pueblo de la provincia de Orense entrando por las Portillas del Padornelo y la Canda, en la autovía A-52 (Rías Baixas).
Como monumentos dignos de mención tiene la Iglesia Parroquial de San Pedro que merece una visita para contemplar su bella arquitectura de estilo barroco. Desde la torre del templo se puede contemplar todo el hermoso paisaje de la zona.
En el bar del pueblo hacemos una breve parada para tomar un café y un bocadillo.



Cruzamos el pueblo de punta a punta por la calle principal y salimos por una amplia pista que abandonamos por la derecha para coger una bonita senda que muy pronto nos lleva a cruzar por una hilera de piedras otro arroyo del río Abredo.

Nuestra jornada continúa por un camino que asciende por una ladera llena de escobas y que tras llegar a un alto desciende hasta un reguero de agua que salvamos por una pasarela de piedra. Giramos a mano izquierda y seiscientos metros más adelante llegamos a una carretera por la que cruzamos las vías del tren. Doscientos metros más adelante dejamos el asfalto y tomamos una pista por la que llegaremos a O Cañizo, parroquia del Concello de A Gudiña.







Es una pequeña y tranquila aldea, que dispone de escasos servicios para los peregrinos. Santa María de O Cañizo, pertenece al Concello de A Gudiña. Esta localidad destaca por su relieve montañoso, ya que su altura es de 1448 metros de altitud. Esta cadena montañosa se encuadra dentro de una cadena montañosa mayor conocida como Sierra Segundeira.

La Iglesia Parroquial de Santa María do Cañizo, es un templo de estilo barroco, cuya construcción data de mediados del siglo XVIII. En su interior cuenta con un retablo barroco de autor desconocido, en el cual figuran unas imágenes atribuidas al escultor Ferreiro, quien, a su vez, es autor, entre otras muchas obras, del Cristo de Santa Eufemia del Centro en Orense. El Templo tiene tres naves, lo cual sugiere una mayor importancia en el aspecto eclesiástico, en el pasado.



Salimos de O Cañizo y tomamos la N-525, continuamos por la nacional para llegar hasta el alto de O Cañizo y pasar sobre la A-52. Cien metros después cogemos un camino a la derecha que nos deja a la altura del edificio de Cruz Roja, tras el cual cogemos otra senda que nos evita caminar por el asfalto de la N-525. Pero irremediablemente acabamos en su arcén para entrar en A Gudiña. A la entrada hay que coger el desvío a Viana do Bolo / A Rua por la OU-533 y, después del paso bajo el ferrocarril, giramos a la derecha y llegamos hasta el albergue de peregrinos de A Gudiña.





En el albergue de peregrinos me reencontré con mis amigos peregrinos, el grupo estaba al completo. Después de instalarme y atender a las tareas cotidianas de aseo y lavado de ropa, me fui a dar un paseo por el pueblo.
Llegada la tarde nos dirigimos a una tienda de comestibles situada junto a la carretera nacional. En esta pequeña tienda había de todo, incluso souvenirs del Camino.
En ella encontré por fin una vieira para colgar en la mochila, la había buscado por todos los sitios por donde pase, pero hasta hoy no había tenido suerte.
En el Camino Francés el merchandising del Camino lo encuentras en los parajes más inhóspitos, la verdad es que se ha convertido en un Camino demasiado comercializado. Sin embargo en la Vía de la Plata este hecho parece aún dormido, es de agradecer que la masificación de peregrinos no haya llegado aún a esta hermosa ruta a Santiago.
El Camino no parece una autovía de peregrinos, los albergues no están abarrotados, nadie corre por llegar el primero, la verdad este Camino está siendo una autentica delicia.

Llegada la tarde llegaron dos nuevos peregrinos, Rafa y Roland, el primero es un valenciano que comenzó valientemente su Camino a orillas del Mediterráneo, su Camino lo compartía con Roland un peregrino alemán que cursaba estudios en la mágica ciudad de Granada. Ambos se unirían mas tarde a nuestro grupo, juntos disfrutamos de momentos hermosos del Camino, de anécdotas entrañables que siempre quedaran guardados en la memoria y en el corazón.



Antes de existir la actual villa de A Gudiña, que según referencias muy antiguas, comenzó llamándose “Godiña” (pueblo de Godos) ya que en sus cercanías, estuvieron asentados, varios pueblos procedentes del norte de Europa. Después de los suevos, alanos y vándalos, quienes a las órdenes del rey Frumario, asolaron en sangrientas luchas, la mayor parte del norte de España, llegando hasta sus confines, con el mar océano, allá por los años 430 al 435. Existían otros tres núcleos de población, uno en la parte norte y que hoy se denomina “A Cunlleira” ya que comenzó llamándose “A coelleira” debido al gran numero de conejos, que había en aquella zona, poblada entonces por robles y gran cantidad de maleza, que estaba situada a la derecha del camino, que desde el Castro subía a la Madorra, en donde existe el cementerio Celta, con varias mámoas cónicas (monumentos funerarios colectivos), que cubrían cámaras sepulcrales.

Sobre los ríos y la fauna cabe decir que su tierra es regada por varios ríos de escaso caudal y que en época de invierno aumentan notablemente su volumen de agua debido a las frecuentes nevadas y lluvias, mientras que en el verano descienden considerablemente.

En lo que se refiere a la vegetación, sus montes están poblados por "carballos" castaños, pinos (especie de la que se repoblaron grandes extensiones de tierra), además de "buxos", "toxais", "breixos", etc., teniendo en las partes inferiores de los valles muy buenas praderas, que son regadas por la abundante agua que poseen.

El clima se puede definir como oceánico de montaña con rasgos de continentalidad. Las temperaturas son muy bajas en invierno (4,3ºC febrero) y el verano seco y fresco (18ºC agosto), siendo la media anual de 10,3ºC.

A parte de todo esto, A Gudiña también tiene una parte cultural importante.
En su hermoso y antigua casco urbano cabe destacar dos iglesias, una del siglo XVII (San Martíño) y otra del XVIII (San Pedro), debido a que el pueblo perteneció, mitad por mitad, hasta los años sesenta del siglo XX a dos diócesis, Astorga y Orense, hecho que mantenía la primitiva división eclesiástica de la época sueva, la llamada "Divisio Theodomiri", la cual a su vez reflejaba hasta cierto punto la división romana de "Gallaecia" en los tres conventos jurídicos Bracarense, Lucense y Asturicense. Por el centro de este pueblo pasaba la línea divisoria.

La iglesia de San Martiño realizada en granito, impacta su sobriedad constructiva. Fue realizada durante el primer tercio del siglo XVII. Es muy atractiva la combinación cromática resultante del color gris de su fachada y el blanco de las lápidas de mármol colocadas sobre ella.



La iglesia de San Pedro está situada en el centro de A Gudiña. Edificada entre los siglos XVII-XVIII.  
Destaca su fachada en la que se puede ver una puerta de 1619 y una hornacina con la estatua de la Piedad situada entre dos escudos de armas. Remata con un campanario que presenta una cruz en su parte central.



Se conservan bastante bien tradiciones antiguas de carnaval como "O paseo do entrudio", los jueves de comadres y compadres. Hasta no hace mucho había dos costumbres colectivas que llamaban la atención en todas partes: semental vacuno y porcino de titularidad vecinal que cuidaba un vecino del pueblo a cambio de la cesión de unas fincas llamadas "Lama do boi" y "Lama do porco"; la otra costumbre era la existencia de un horno vecinal (había dos) en el que cada vecino hacía "a fornada" cogiendo su turno. Se habla un precioso gallego en su dialecto vianés y modalidad frieiresa.

En A Gudiña nos encontraremos con un pedestal que divide el Camino en dos Rutas: La Ruta normal de A Gudiña-Laza-Xunquira de Ambia-Orense o la Ruta alternativa de A Gudiña-Xinzo de Limia-Orense.



Aviso importante: En A Gudiña es importante sacar dinero ya que no hay más cajeros automáticos hasta Ourense. Es decir, tres etapas completas sin poder sacar dinero en efectivo.