Vía de la Plata / Etapa 14 - Cañaveral > Carcaboso



Información actualizada: 28 de abril de 2025




      Nos adentramos en una de las etapas más exigentes y a la vez enriquecedoras del Camino, un recorrido de casi 40 kilómetros que pondrá a prueba nuestro cuerpo y fortalecerá nuestro espíritu. El paisaje nos envolverá con la belleza de la dehesa extremeña, con sus alcornoques centenarios y extensos campos, mientras pueblos cargados de historia nos abren sus puertas para ofrecernos descanso y compañía.

En esta jornada larga, cada paso será un acto de entrega y perseverancia. Contamos con la posibilidad de acortar la distancia en pueblos intermedios como Grimaldo o Galisteo, donde la hospitalidad y la tradición se viven en cada rincón.

Caminar este tramo es aceptar el desafío con humildad, sabiendo que el Camino es un maestro paciente que nos enseña a avanzar con fe y a descubrir en el silencio interior la fuerza que nos sostiene. Que cada mirada al horizonte, cada suspiro y cada gesto de bondad sean parte del regalo que nos damos a nosotros mismos en esta experiencia de transformación.


      Partimos desde la iglesia parroquial de Santa Marina, en Cañaveral, lugar donde se respira historia y devoción en sus piedras. Caminamos por la calle Real hasta encontrarnos con la carretera N-630, que pronto dejamos para adentrarnos en un sendero que bordea la ermita de San Cristóbal. A nuestra izquierda, la fuente de la República nos invita a beber y a renovar el espíritu (Km. 2,8).

El sendero, marcado con flechas amarillas y cubos de granito, nos conduce hasta una vieja cantera que anticipa la subida hacia el Alto de los Castaños. Aunque breve, este repecho recuerda que cada esfuerzo en el Camino es una oportunidad para crecer y elevar el ánimo.




      Superada la cuesta, la vista atrás regala las primeras luces del día, testigos del viaje interior que cada peregrino emprende. Ascendemos levemente hasta el Puerto de los Castaños y descendemos entre pinos y alcornoques centenarios, hasta cruzar una carretera comarcal. Aquí comienza la entrada a la dehesa, un valle misterioso conocido como el Valle de los Muertos, donde la historia y la naturaleza parecen susurrar al caminante.

A pocos metros, una cancela nos invita a adentrarnos en la dehesa por un sendero rodeado de alcornoques centenarios, conocidos popularmente como “los árboles encantados” del valle de los Muertos.





      Poco después, cruzamos el cauce del Arroyo de la Madre del Agua sin dificultad. En el kilómetro 8,2, surge la bifurcación hacia Grimaldo, un pequeño oasis donde reposar, recobrar fuerzas y encontrar hospitalidad. 
En este punto tenemos la opción de continuar o visitar la pequeña población de Grimaldo, donde encontraremos un par de albergues, uno municipal y el otro privado. En esta pequeña localidad también hay un bar donde poder desayunar o almorzar si decidimos finalizar aquí la jornada.



      Grimaldo está situado en un precioso paraje rodeado de sierras, donde predominan los pinos y arroyos. Es una población pequeña, recorrer sus calles es cuestión de minutos. Uno de sus principales monumentos es el Castillo romano que fue reconstruido por los Reyes Católicos y que llegó a pertenecer a la dinastía Grimaldi. En él se dice que vivió un terrateniente que, dadas las vejaciones a las que sus sirvientes propinaban a mendigos y caminantes, mandó que todos ellos fueran decapitados y sus cabezas expuestas en cada una de las almenas del castillo. La leyenda nos cuenta que por estas tierras se libraron batallas contra los moriscos, y que en la primera jara que da el sol, se encuentra el “Vellocino de Oro”. La iglesia fue construida con las piedras que cayeron en su tiempo de la torre del castillo. Se puede contemplar la torre del castillo en su parte exterior. Para visitar su interior hay que pedir permiso, se trata de una propiedad privada usada como vivienda particular.

Grimaldo, aunque pequeño, posee ese encanto íntimo de los pueblos que han sabido conservar su identidad a lo largo de los siglos. Sus calles, llenas de historia y silencio, invitan al peregrino a una pausa necesaria para reconectar con la esencia del camino. La naturaleza que lo rodea ofrece un remanso de paz y recogimiento, un escenario perfecto para meditar sobre el viaje interior que acompaña a la peregrinación.

El castillo, más que un monumento, es testigo mudo de tiempos convulsos y leyendas que aún resuenan en el viento. Su presencia recuerda al caminante que cada piedra del Camino está impregnada de historias de lucha, esperanza y fe.

En este rincón de Extremadura, la hospitalidad de sus gentes se convierte en un regalo inesperado, un gesto amable o una palabra cálida que sostiene y anima al peregrino a continuar.


Foto: Trastolillo

      Aquellos que no quieran desviarse a Grimaldo pueden continuar siguiendo a las flechas amarillas o los cubos de granito. Tras unos 800 m de ligera subida, el sendero nos lleva hasta la carretera de Holguera, que cruzamos con respeto y humildad, accediendo a través de unas cancelas que nos recuerdan la frontera entre el mundo cotidiano y el espacio sagrado del Camino (Km 9 de la etapa).

Durante los próximos cinco kilómetros, el terreno se muestra amable y previsible, como un respiro para el alma que avanza con paso firme. Seguimos la senda marcada por el legado de peregrinos que nos precedieron, atravesando el Prado Pajares, la Dehesa de Grimaldo y el Cerro Cabildo, en cuyo silencio los ecos de tantas oraciones se hacen palpables. Abrimos y cerramos cancelas, pequeñas puertas que simbolizan también pasos en nuestro propio camino interior. La atención a las señales se vuelve parte de nuestra meditación; cada indicación es un susurro del Camino que nos invita a continuar con fe, especialmente tras una cancela donde el sendero puede confundirse, recordándonos que en el Camino, como en la vida, hay momentos de duda.

Junto a una de estas cancelas, un desvío hacia Riolobos ofrece refugio a quien necesite reposar el cuerpo y el espíritu, una opción legítima para quienes sienten la llamada de la pausa, pero para aquellos que mantienen viva la llama del peregrino, el sendero oficial continúa señalizado con cubos de granito y flechas amarillas (Km 15,8).

El descenso que sigue, cruzando cancelas, abre el paso hacia la Presa del Arroyo del Boquerón (Km 19,6), un remanso que invita a la reflexión sobre la corriente de la vida, que fluye y a veces se detiene, pero nunca cesa.






      Al llegar a la presa, descendemos por un camino que nos lleva a una cancela, donde un arroyo nos desafía a cruzar, recordándonos la necesidad de purificar cuerpo y alma en nuestro paso. En tiempos de lluvia, este vado exige descalzarnos, una invitación simbólica a dejar atrás el peso de lo mundano para avanzar con ligereza.

Tras este rito sencillo, el camino nos conduce hasta la carretera que llega desde Riolobos. Las flechas amarillas, como guardianes del peregrino, nos guían a subir y continuar por un sendero que bordea la vía, acompañados por el susurro constante del viento y la tierra bajo nuestros pies. Tras cruzar la carretera junto a un cubo de granito, tomamos la pista que nos lleva a la Finca Valparaíso (Km 20,8), punto desde donde, a un breve trecho, se alza el Cerro de Fuente del Sapo, lugar donde la historia y la leyenda romana nos hablan del pasado y de la continuidad del Camino, la antigua mansio Rusticiana.


“Cada paso en el camino nos acerca no solo a un destino, sino también a la memoria escondida en la tierra que pisamos.”



      En menos de 500 metros de repecho, alcanzamos una loma desde la que, como un faro en la distancia, se dibuja nuestro destino de hoy: Galisteo. El camino desciende suavemente entre las tierras de la finca Valparaíso, donde el ganado pace tranquilo, recordándonos la serenidad que también debemos buscar en nuestro interior.

Avanzamos hasta cruzar un puente que salva la acequia de regadío del río Alagón (Km 23 de la etapa), un pequeño pero significativo paso que simboliza el tránsito constante entre el esfuerzo y la recompensa.

Tras superar este puente, un cubo de granito nos guía por un sendero entre vallas metálicas que conduce a una finca agraria. No dejéis que los ladridos fieros os perturben; como en la vida, a veces el temor es solo una sombra que debemos atravesar con calma y confianza.

Al rebasar la finca, llegamos a otro puente, esta vez sobre el arroyo de las Monjas, donde el murmullo del agua acompaña nuestros pensamientos y nos invita a seguir adelante con espíritu renovado.








      Tras avanzar unos quinientos metros por una pista amplia, flanqueada por campos que parecen susurrar historias ancestrales, llegamos a un cruce en el Camino. Aquí se abre ante nosotros una encrucijada, un símbolo eterno del peregrinar: elegir la senda.

A la izquierda, el camino oficial nos conduce hacia Galisteo, destino conocido y seguro, mientras que de frente se abre la ruta hacia San Gil, una pequeña población discreta.



      La ruta oficial nos desafía aún con un último esfuerzo, un repecho exigente que pone a prueba cuerpo y alma. Pero al coronar la loma, el horizonte se abre regalándonos la majestuosa imagen de Galisteo, protegida por su antigua muralla almohade, un auténtico testimonio del paso del tiempo y la historia que nos precede.

Si el corazón y las fuerzas lo permiten, es aconsejable detenerse para reponer energías y dejar que el espíritu también se revitalice. Entrar por una de las tres puertas de esta fortaleza de piedra es como traspasar un umbral hacia otro tiempo. La puerta del Rey, señalada en nuestro mapa, nos conduce hacia la iglesia de Santa María (Km 27,6 de la etapa), un lugar donde el peregrino puede contemplar la belleza de lo sagrado y renovar su interior para seguir adelante.

Porque cada parada en el camino es también una invitación a la pausa, a la reflexión y al encuentro con uno mismo.







      Galisteo, villa histórica y declarada Conjunto Histórico-Artístico, es una joya de la provincia de Cáceres donde la historia aún fluye por sus calles empedradas y se siente en el aire que envuelve su paisaje. Sus muros aún resguardan la imponente muralla almohade del siglo XIII, construida con cantos rodados procedentes del río Jerte, que alcanza hasta 11 metros de altura y 3 metros de grosor, y que circunda la villa con un perímetro de más de un kilómetro. Esta muralla es la más sorprendente de toda la Vía de la Plata y conserva tres puertas de acceso: la Puerta de Santa María, la Puerta del Rey y la Puerta de la Villa.

El alma medieval de Galisteo se refleja también en sus calles estrechas y casas encaladas que se cobijan tras estas defensas milenarias, muchas con soportales y pequeñas plazas que conservan el carácter de un pueblo vivo y lleno de historia.

Uno de los monumentos más emblemáticos es la Iglesia de la Asunción, construida en el siglo XVI sobre una estructura anterior del siglo XIII, que conserva un ábside mudéjar con dos pisos de arcos murales de ladrillo y un campanario erigido sobre un tramo de muralla junto a la puerta de Santa María. Este templo es un remanso de espiritualidad donde el peregrino puede hacer una pausa para la reflexión.



      A la sombra de la historia, se alza también el Castillo de los Manrique de Lara, construido en el siglo XIV sobre un alcázar almohade. Destaca su torre de homenaje conocida como la Torre de la Picota, cuyo remate octogonal le confiere un aire señorial y de vigía constante. Esta torre ha sido restaurada y ofrece una vista panorámica excepcional de la villa y sus alrededores, invitando a contemplar desde las alturas el paso del tiempo y la belleza que nos rodea.



      Cerca del río Jerte se encuentra el Puente renacentista, construido a mediados del siglo XVI por los señores de la villa. Este puente, adornado con el escudo nobiliario, cruza el río y conecta con un agradable paraje acondicionado como merendero, un lugar ideal para descansar y disfrutar de la naturaleza que acompaña el camino.

Galisteo, con su carácter medieval, su vibrante historia y sus rincones cargados de belleza, invita al peregrino a detenerse, a escuchar el susurro de sus piedras y a impregnarse del espíritu de una villa que ha sido testigo de siglos de paso y transformación.



      Desde la iglesia de Santa María en Galisteo, nos dirigimos hacia la Plaza de España, recorriendo la calle Gabriel y Galán hasta alcanzar la histórica Puerta de la Villa. Aquí retomamos el camino, siguiendo las flechas amarillas, y avanzamos por la carretera hacia Plasencia que nos conduce hasta el emblemático puente medieval sobre el río Jerte.

Cruzar este puente es más que un simple paso físico; es un momento para detenernos y agradecer el viaje recorrido, contemplando las aguas que han visto pasar siglos de peregrinos y viajeros. Este será el inicio del último tramo de la jornada, un recorrido de más de diez kilómetros por la comarca del Valle del Alagón.

Aunque caminamos por carretera, cada paso puede ser una oración en movimiento, una invitación a la paciencia y la atención plena, a encontrar la belleza en la simplicidad del paisaje que nos rodea.




      Echamos la vista atrás para grabar en nuestra memoria la hermosa estampa de la muralla de Galisteo con su puente medieval. Una vez superado el puente de la autovía, llegamos hasta una rotonda, donde unas indicaciones nos hacen tomar la carretera de la derecha (km 29,2) que nos lleva hasta la siguiente población, Aldehuela del Jerte (Km 33,6 de la etapa).

En este tramo fluye a nuestra derecha el río Jerte, afluente del Alagón que da nombre a la población. Aunque pueda parecernos un tramo algo monótono, podemos disfrutar de verdes prados donde se cultiva el afamado Pimentón de la Vera; árboles como chopos y sauces predominan en el paisaje.








      El pequeño núcleo de Aldehuela del Jerte se encuentra encuadrado entre los ríos Jerte y Alagón, en una penillanura salpicada de suaves colinas. Su paisaje, característico de las zonas de regadío, luce una vegetación abundante y prados siempre verdes. Aquí, el cultivo estrella es el pimiento de gran calidad, destinado a la elaboración del afamado Pimentón con Denominación de Origen de La Vera, producto que ha dado fama a toda la comarca.

Por su tamaño reducido, el pueblo cuenta con un único templo: la Iglesia de San Blas, construida entre los siglos XVII y XVIII. En su interior se conservan piezas de gran valor histórico-artístico, como una talla de la Virgen de la Encina (siglos XV-XVI) y un crucifijo de madera del siglo XVII. En 2021, la parroquia estrenó un nuevo retablo, presidido por sus tres patrones: San Blas, la Virgen de la Encina y San Antonio de Padua. Esta obra fue posible gracias a la generosidad de feligreses, vecinos y particulares que aportaron sus donativos.

El conjunto, junto con la tranquilidad de sus calles y el frescor que aportan los ríos cercanos, hace de Aldehuela del Jerte un apacible alto en el Camino, ideal para recuperar fuerzas antes de encarar el tramo final de la etapa.



      Tras esta pausa, atravesamos la población y retomamos el camino por la carretera. Aldehuela del Jerte queda atrás en un suspiro, y pronto nos enfrentamos a un tramo de más de cinco kilómetros de carretera recta y abierta, sin apenas arbolado ni sombra.

Es un momento para la paciencia, para dejar que los pensamientos se agiten o se aquieten al ritmo de nuestros pasos, mientras la calma nos envuelve. La meta está próxima: Carcaboso nos espera al final de este trecho, y con ella, el merecido descanso que todo peregrino anhela.






      Tras cinco kilómetros caminando por la carretera, llegamos a un cruce con la carretera de Plasencia. Cruzamos con cuidado y un cartel original nos da la bienvenida a Carcaboso. Entramos por la calle de la iglesia y avanzamos hasta el final de nuestra jornada, la Parroquia de Santiago (km 48,3 FINAL DE LA ETAPA).








      El nombre de Carcaboso procede de cárcabo o cárcaba, que significa hoya o zanja grande producida por una corriente impetuosa de agua. El terreno arcilloso donde se asienta el pueblo facilita este fenómeno erosivo, y así el lugar toma su nombre, surgiendo entorno a esta cárcaba natural.

Las primeras huellas de asentamientos en la zona se remontan a la prehistoria, con tumbas megalíticas localizadas en el cercano Cerro de Triquiñuelo, muy cerca del actual núcleo urbano.

El Carcaboso que hoy conocemos tiene sus orígenes en la Edad Media, como un núcleo de paso entre Plasencia y Montehermoso en el siglo XIII, siendo aldea dependiente del Señorío de Galisteo.


Iglesia parroquial Santiago Apóstol

      La iglesia parroquial, dedicada a Santiago Apóstol, es un testimonio vivo de la historia y fe que impregnan Carcaboso. Su estructura rectangular original fue modificada con la adición de una sacristía y una dependencia bautismal, adaptándose a las necesidades espirituales de su comunidad a lo largo de los siglos.

Un detalle especialmente notable son las dos columnas miliarias situadas en el pórtico de entrada. Estas columnas datan de la época de los emperadores romanos Trajano (98-117 d.C.) y Adriano (117-138 d.C.), una conexión tangible con el pasado romano y con los santos mártires que son los patronos de la localidad. Estas piezas, además de embellecer el templo, simbolizan la continuidad de la fe y la fortaleza en el espíritu peregrino.

Caminar hasta Carcaboso es llegar a un lugar donde la historia, la fe y la naturaleza se entrelazan, ofreciendo un refugio para el alma cansada y un lugar donde detenerse a contemplar el sentido profundo del camino.






Reflexión final de la etapa

      Cada paso en esta jornada nos invita a contemplar no solo el paisaje que nos rodea, sino también el viaje interior que la peregrinación despierta en nosotros. Desde los históricos muros de Galisteo hasta la serenidad de Carcaboso, el Camino nos regala la oportunidad de reencontrarnos con nuestra esencia, de caminar en silencio con la fe que nos sostiene.

Las piedras que pisamos, las fuentes donde calmamos la sed, los pueblos que atravesamos, son más que puntos en el mapa; son testigos de siglos de esperanza, de lucha y de entrega. Al recorrerlos, aprendemos a soltar el peso del pasado y a abrirnos a la confianza en el presente.

Que este tramo del Camino sea un recordatorio de que el verdadero destino no es solo un lugar, sino el crecimiento que acontece en nuestro corazón. La paciencia, la humildad y la gratitud son las fuerzas que nos impulsan a continuar, paso a paso, hacia la luz que todos buscamos.


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Próximas poblaciones con albergue o similar:

Oliva de Plasencia
>>> 13+6,6 km (fuera de ruta) <<<

Jarilla (Hostal Asturias)
>>> a 27,5+2,7 km (fuera de ruta) <<<

Aldeanueva del Camino
>>> 39,2 km <<<

Baños de Montemayor
>>> a 48 km <<<

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Buen Camino





1 comentario:

Beatriz Vicente Pecino dijo...

Magistral Antonio, la etapa que nos describes, una maravilla, solo falta, hecharse la mochila a la espalda, y soñar... Gracias por tu concienzudo trabajo. Buen Camino peregrino